jueves, 26 de mayo de 2016



   ENSAYO SOBRE LITERATURA INGLESA
            EL ESCRITOR EN UN ABIENTE   DISCORDANTE

La historia de la novela realista muestra que la ficción tiende a la autobiografía. La exigencia de mayores detalles psicológicos y sociales, no puede satisfacerla ya que el novelista si no utiliza su propia experiencia. Todas las fuerzas que la aíslan lo obligan a concentrar su mirada en sí mismo. Llega a ser su propio héroe y empieza a desplazar hacia el fondo a sus demás personajes. El fondo así cobra una nueva importancia por la influencia que ejerce sobre su propio autor. El tema de su novela es la formación del carácter; su estructura habitual es la de un aprendizaje o un proceso de educación entre la categoría bien definida, por lo menos en la crítica alemana del bildungsraman. La novela de desarrollo, cuando confirma con el medio del ejercicio profesional del novelista, se trasforma en una novela de un carácter artístico. Como por ejemplo no puede sugerir todas las posibilidades del género como tal, en Wilhelm de Goethe, la Vida de Henrí Brulard de Stendhal y El camino de toda la carne de Bultler. Este mundo de la literatura ofrece una posible solución al dilema que preocupó a la generación de Joyce, permitiendo que los escritores apliquen la dimensión de los métodos del realismo. A él debe Marcel Proust el haber abolido su experiencia más integral y útilmente de lo que se había hecho antes, porque expresaba precisamente su propia experiencia y además era un artista completo. Se ha visto la posibilidad de definir como una novela escrita para explicar su porque, pero una vez transcendida, ofrece como cuadro autobiográfico, poco incentivo a los demás novelistas. Es muy significativo que el Ulises se haya publicado el mismo año en que muere Proust. Solo la lógica terrorífica de André Gide pudo presentarnos en su diario de un novelista que escribe una novela sobre un novelista que lleva un diario sobre la novela que está escribiendo, está claro que no tiene ningún límite lógico, pero hay un instante que empieza a desvanecerse. Ya empieza a claudicar como la Vida de bohemia de Murger.
La idea aunque invierte el método más normal, que consiste en tratar la realidad por los medios más artísticos, siendo la misma concepción de la novela que permite una caracterización donde queda la visión del artista adolescente. En el año de mil novecientos trece, un año antes de que Joyce permitiera su obra, David H Lawrence había publicado su propio retrato del artista en Hijos y amantes. Estos dos libros expresan el sentido de aislamiento de una inteligencia joven, maniatada por las conveniencias y dominada por la pobreza de carácter y la intensidad de sus primeras reacciones a las experiencias estéticas y a la vida como tal. El calor como Lawrence trata el tema es tan grande como la reserva que muestra Joyce. Acaso pueden relacionarse estas dos actitudes con el pensamiento de ambos artistas Protestantismo evangelio inglés y catolicismo ortodoxo irlandés, cuando se ve como se detiene Lawrence en Los encantos de la vida y Joyce en sus aspectos repulsivos. Las madres de ambos escritores representan un papel semejante y, sin embargo, May Delaus es un fantasma justo en la presencia vital de Mrs. Morel. Los personajes de Hijos y amantes tienen una existencia independiente, mientras que el Artista adolescente aparece, en general, entre ensueños y presentimientos del protagonista. El tema de la infancia lo trata Joyce con una tristeza sin consuelo; para Esteban Dédalo el coro de innumerables generaciones de niños cantaban la misma nota de pena y fatiga que se puede percibir en Virgilio” todo tenía el cansancio de la vida aún antes de llegar a ella. La actitud del novelista hacia el tema es uno de los problemas literarios que forman parte del tema de Joyce. Esteban expone sus propias estéticas, que definen como un tomismo aplicado” durante un paseo bajo la lluvia, en una compañía de un cínico amigo Lynch, Solvitur ambulando. Es de notar que los personajes de El artista adolescente, cuando discuten o en el momento que sueñan no hacen otra cosa que andar, las imágenes más persistentes de Dublineses son las personas, a menudo infantes que yerran por las calles. Y Joyce que trasformo los viajes de Ulises en una peregrinación peripatética a través de Dublín. En ese sentido era un buen aristotélico. Pero agregó algo a las teorías de Aristóteles cuando dio como base de la distinción entre las diversas formas literarias, la relación entre el artista y su material. En el género llamado lirico esta relación es directa e inmediata; en el género épico, presenta su material “en una relación intermedia entre él y los demás; en el drama se presenta en relación inmediata con los demás. Esta progresión se percibe fácilmente en las obras sucesivas de Joyce. El grito se trasforma en cadencia, a la vez en música de cámara, la emoción se matiza en Dublineses, y si Desterrados fracasa es debido a que la epifanía no se manifiesta a los demás. El escritor en este caso no ha podido objetivar las relaciones de sus personajes entre sí con el lector. La narración del Artista adolescente sobrepasa apenas el nivel lirico; mientras que Dublineses empieza en primera persona y acaba en tercera, el Artista adolescente, después de un principio impersonal nos retrae, al final, a las notas del autor. La personalidad del escritor, deteniéndose y volviendo sobre sí misma, todavía no acaba de entrar en el relato. El tránsito de lo personal a lo épico aparecerá en el Ulises y entonces el centro de gravedad emocional estará equidistante entre el escritor y los demás. Y con Finnegans Wake el escritor disimulara su personalidad dentro, detrás, encima o más allá de su obra sutilizando fuera de la existencia. Salvo el trasparente incógnito de sus personajes. El artista adolescente está construido sobre una transcripción literal de los primeros veinte años de la vida de Joyce. Si en algo difiere de las otras autobiografías es una mayor ingenuidad. Se distingue en ellas en el énfasis que pone en las aventuras emotivas e intelectuales del protagonista. Si confiáramos en las fechas que van al fin del libro. Yoyce empezó a escribir en Dublín en mil novecientos cuatro y lo siguió escribiendo hasta mil novecientos catorce, en Trieste. Hay razones para pensar que había acumulado cerca de un millar de páginas, y traído a Esteban a la época en que partió a París, cuando seguramente le surgió la idea del Ulises. Entonces decidió reservar las aventuras posteriores para la continuación. El titulo provisional de Esteban héroe (que dio a la primera versión del Artista adolescente) con su eco de balada de Dick Turpin, señala el libro como un primer paso en su época de impersonalidad artística. Como héroe de una novela didáctica, el nombre de Esteban Protomartir era el patrón  de la planicie donde fue construido el University College y por ende de la revista en la que Joyce tuvo sus primeras desdichas literarias. Esteban es siempre sensible a la magia de los nombres particularmente a la de su apellido. Nombres y palabras, frases escolares y “jerga” estudiantil, ecos y consonantes, discursos, flotan en una mente y enriquecen el seco realismo del contexto. Su nombre propio viene hacer la hendedura por la que el simbolismo penetra en el libro. Cuentan que un día se dio cuenta de su secreto. Meditando en la integridad de los estudios que le hicieran repetir las extrañas silabas de “Dédalo”, se dijo a si mismo que este era un hombre más deliberante que Dolan. Oye a algunos amigos gritárselo, nadando en el mar, y la extrañeza de su sonido le parece profética: El artista adolescente, tal como lo formulo y lo conocemos, es el resultado de numerosas revisiones. La versión original según algunos traductores, si fuera posible establecer en la primera concepción del escritor, debe de haber descansado en los sólidos cimientos del naturalismo narrativo. Debe de haber sido de cierta manera un documento humano, casi como un diario, en que Joyce recogiera sus ideas y reacciones, tal como se le iban ocurriendo. Al seleccionarlas renunciando a una producción completa, redujo a la vez el volumen de su obra. Según algunos estudiosos la biblioteca de la universidad. de Harvard posee el manuscrito de un fragmento que solo se refiere al periodo que trata el último capítulo del libro y, sin embargo, es tan largo o más que todo el libro. Lo que está sugerido indirectamente en la versión definitiva, se explica con todo detalle en el borrador original. Por ejemplo, el tránsito de la familia Dédalo del bienestar a la pobreza se muestra por una sucesión de trasteos de lugares. En el libro, no hay más que un solo episodio: en el momento que llega Esteban a su vivienda, oye decir a sus hermanos y hermanas que la familia busca un nuevo alojamiento. Y está noticia ni siquiera a la vez es una evasiva en una especie de jeringonza latinizada. Y al concluir el libro solo tenemos ideas vagas de la existencia de esos hermanos y hermanas. Aún el mimo Esteban no está seguro de cuantos eran. Al hacer la revisión, los demás personajes parecen haber pasado al último plano. La madre de Esteban debido a la tensión entre el amor a su hijo y la incredulidad de este, debido al haber la figura más emotiva del libro, como su recuerdo es lo más inolvidable en el Ulises. Pero este conflicto real resulta que no está dramatizado: Esteban lo analiza fríamente  durante uno de sus interminables paseos, conversaciones, está vez con  un amigo sensato: Granly. En el manuscrito ese conflicto ocasional a una escena vehemente, en el momento, a la muerte de la hermana de Esteban, la piedad ortodoxa de su madre se humilla ante el misterio del cuerpo. La heroína del libro se utiliza tanto que casi desaparece: sobre vive nada más que en alusiones veladas en las iniciales E.C. En el manuscrito, Emma Clery es una mujer joven y entusiasta, con la que Esteban asiste a un curso de gaélico. Esta aventura prolongada y descolorida tiene un desenlace inesperado en el momento que Esteban, viendo la mancha de su impermeable sobre el prado, abandona precipitadamente su clase para proponerle de una para que pasen la noche juntos y se despidan en la mañana. La reacción de ella explica la conversación tan crípticamente anotada en el libro, cuando Esteban se decide abrir el aparato refrigerador heroico espiritual patentando en todos las caracterizaciones e inventadas de antemano por Dante Alighieri. Las teorías estéticas tienen un papel más importante en la primera versión, en vez de ser expuestas dogmáticamente a Lynch, se presentan en una asamblea estudiantil y provocan violentas discusiones. Al rehacer su libro parece que Joyce trasporto la acción del plano social al plano psicológico. En la relativa tranquilidad del exilio, al recordar sus más inmediatos conflictos con la ortodoxia, llega a la conclusión de que, en realidad, esas escaramuzas solamente sucedieron en el espíritu de Esteban, las discusiones fueron remplazadas por meditaciones y las escenas por cuadros. La evasión y la oblicuidad se fueron entretejiendo en la técnica narrativa de Joyce. El efecto al que llega es el mismo que obtienen los actores que interpretan a Shakespeare en el momento que suprimen todas las escenas de Hamlet, en las que el héroe no aparece. Una atmósfera mórbida de introspección acaba por oscurecer el meollo de la situación, desarrollo lógico de las rivalidades dinásticas y de los conflictos morales. El  drama  solamente  desaparece  frente al monologo. El Esteban que aquí conocemos al fin está mucho más aislado de su medio como tal, ya que el personaje que Joyce había empezado a formularse. ¿Cómo podía ser un poeta en esa dimensión de la palabra, le habían preguntado sus camaradas, si no lleva el cabello largo… La riqueza de su experiencia interior la defiende continuamente dela triste realidad que circunda. Se esfuerza en constituir un orden y elegancia contra la sórdida marea de la vida que lo rodeaba, se distingue por una aureola de héroe romántico, como los vagabundos de Thomas Mann, que aprietan sus narices contra las ventanas de una burguesía de la que se sienten excluidos. La prosa inlimitante de Joyce es una convulsión de su medida que registra esta separación de lo ideológico y lo emocional. Perpetúa el contraste entre lo lujoso de su poesía y la sequedad relativa de su crítica, entre los niños conmovedores y los irónicos politicastros de Dublineses. Toda su sensibilidad la deja para sí mismo; su actitud hacia  los  demás  es siempre cáustica. Pero para que una novela subjetiva tenga visos de objetividad, es necesario que descanse en la experiencia intima del autor. Si Joyce es sincero consigo mismo al describirnos a Esteban no tenemos por qué oponernos. El gran poeta y crítico anglo americano T. S. Eliot ha sugerido con fundamento, que los maestros de Joyce para su prosa, fueron el card. John Henry Newman y el filósofo Walter Pater, la sucesión de estas influencias explican claramente las oscilaciones del estilo en El artista adolescente. El tono sostenido, respecto al mundo exterior, viene siendo una descripción precisa y mordaz. Interpelados de lugares estratégicos del desarrollo de Esteban, en el cual aparecen pasajes de una prosa en mi concepto supremamente rica y opulenta.
 En mi criterio y según lo que he leído que no ha sido poco, considero que la aportación a la prosa inglesa es haber aumentado el medio fluido para que reflejen más trascendentalmente las sensaciones e impresiones a través de las ideas enmarcadas por el espíritu del autor; haber facilitado el transito del realismo fotográfico al impresionismo estético, desde las primeras páginas de el artista adolescente, donde nosotros los lectores encontramos nada menos que las impresiones primarias de la vida misma: detalle interrumpido de sabores y olores, visiones y sentidos, que se anuncian siendo las primeras estipulaciones de esa infancia. Desde el principio al fin, esa impregnación espiritual se filtra a través de los órganos sensoriales d Esteban, se asocian con frases. Sus reflejos condicionados son meramente literarios. En uno de los últimos diálogos del libro, compara su altruista teoría con una lámpara bien despabilada. Los hombres de estudio, valiéndose de la metáfora, citan la lámpara de Epicteto y la constelación de Esteban de una nueva alusión a la doctrina estoica de que el alma es como un cubo de agua. En su espíritu estas lejanas asociaciones literarias se funden en sensaciones del momento. “Un olor a cebo fundido subía en aquel momento de los cabos de la vela del decano y se fundía en la mente de Esteban con la música de las palabras: cubo y lámpara, o viceversa. Este estado del espíritu da a lo que es el idioma de por si un poder mágico. Eleva la solicitud interna de las asociaciones verbales al nivel de un principio organizador de la experiencia. Al dar nombre a una cosa o a una situación nos estamos apoderando de ellas; dominamos una situación cuando la estamos expresando en palabras. En una necesidad psicológica y no el gusto exagerado de perfección lo que obliga al escritor a buscar la palabra justa, a soguear el tesoro de la lengua. Esteban es el manuscrito más explicativo, dice que era una mina el Diccionario etimológico de Skeat. El instante más importante del libro, cuando, al oírlo gritar, comprende la relación mágica de su apellido, queriendo posesionarlo como suyo y escogiendo una frase de un enriquecido tesoro.
La fuerza y la debilidad de su estilo corresponden, según el propio diagnóstico de Joyce, a los de su espíritu y si ente ilustración cuando Esteban se funde conscientemente en su tesoro verbal para traer epítetos aplicables a una joven que chapotea en la playa. Nos da una estrofa entera de una pintura verbal que no es fácil visualizar y acaba diciendo: su pecho era como el de un ave, liso y delicado y viceversa como de una paloma de plumaje oscuro.  Pero  el  largo  cabello rubio era el de una niña, y   de adorable infanta sellado con el prodigio de la belleza mortal, su rostro”. No es descripción, sino encantamiento. Joyce piensa más en ritmos que en metáforas. La comparación con un pájaro tiene la relación con el tacto que con la vista. Lo que dice de los cabellos y lo de la cara quiere producir un efecto sin producir un cuadro. Los efectos más notables en las imágenes de Joyce son los de frío, blancura y humedad, como los cuerpos de los bañistas que gritan el nombre de Esteban. El elemento más vivo del arte de Joyce en el Artista adolescente y en Dublineses lo ofrece el empleo que hace en la conversación. Como escrutinio dela vida irlandesa, a pesar de todas sus reservas, Joyce es contador fiel y calificado. Si a pesar del antagonismo entre padre e hijo, Simón Dédalo aparece tan real y acabado, ello se debe al oído de Esteban. Como el Paycock de Sean O¨Casey, encarna a Irlanda con todos sus defectos simpáticos. Aun que se enorgullece al mostrarle Cork a Esteban y al presentar a su hijo en su ciudad natal. Simón en realidad la personificación de Dublín. El epicureísmo imprevisor de John Stanislaus Joyce lo hizo, a los ojos implacables de su hijo, un padre adoptivo, así el joven Charles Dickens, huyendo de la fábrica de betún para ira Marshasea, acabo por sentir que su padre era un horrible ejemplo de buena camaradería, un señor Micawber. Este desorden, “el desgobierno y confusión de la casa paterna”, acaban por representar en el espíritu de Irlanda. Como el niño del mundo occidental de Synge, para que se consuma en rebelión tiene que recurrir a los gestos del parricidio. La religión y la política figuran en su mente de adulto, entre los recuerdos familiares de la niñez: palabras violentas y disputas agrias que amargaban el gusto del pavo de navidad. I de nuevo, como en el aniversario en la sala del comité (de dublineses) o en las escenas del líder perdido de Lennox Robinson, la sombra de Parnell conviértelo trascendental de la conversación en un drama. Dante, la abnegaba señora Riordan, revela su fidelidad a la iglesia católica al condenar al jefe nacionalista. El jefe Casey, el invitado de honor, pertenece a la facción anticlerical. Por su parte el señor  Dédalo  está muy lejos de ser neutral, y algunas de sus más dulces blasfemias son para defender a su héreo muerto. Su mujer lo regaña amablemente.
Un episodio trivial en Clongowes Wood tuvo para Yoyce una profundad significación personal. El joven Esteban no pudo preparar sus lecciones ya que sus anteojos se rompieron en el recreo. El cura Dolan, prefecto de estudios, se niega a aceptar esa disculpa y lo castigo con los muchachos que no habían abierto sus libros. Esteban muy dolido y víctima de una evidente injusticia, presenta su caso al rector guíen muestra una comprensión más humana. Muchos años después el cura Conmes, el rector, pasa por uno de los capítulos de Ulises; y el cura Dolan que era en realidad el cura Daly, surge armado de una palmeta en la pesadilla de Esteban. Este incidente escolar se fijó como un perjuicio posterior de Joyce. En el momento que envió un telegrama  Lloyd George, que durante la primera guerra mundial tenía otras cosas en que ocuparse, sobre un par de pantalones para la representación de La importancia de ser sincero. Obra como un escolar indignado por haber sido castigado injustamente.  Inferioridad  física  concentrada,  sentimiento de  injusticia, desprecio de las convenciones. Deseos de la justificación ante sí mismo y apelación a su autoridad suprema. Tales son los elementos de la actitud de Joyce hacia la sociedad y hacia sí mismo. Su educación comenzó dudando de la disciplina de los Jesuitas, y acabaría repudiando la fe católica. Por haber respondido al impuso apremiante de sus sentidos había sido considerado una persona no grata; el próximo conflicto lo refería, por encima de la autoridad religiosa, a las nueve luces de sus estudios científicos y naturalistas, y al fin trataría de imponer su propia autoridad en la revelación de sus sentidos. Apartarse de Irlanda para ir hacia el mundo sería como apelar de la estrechez religiosa y ante el tribunal ilustrado, ese día angustioso en Clogowes Wood, lo único que ese largo atardecer en Combray en que la visita del señor Swann impidiera que el padre de Marce Proust subiera a verlo, tuvo consecuencias imprevisibles.
La adolescencia complicada del segundo capítulo. Esteban empieza amar la belleza, pero como algo ilícito y misterioso, alejado de los caminos ordinarios de la vida. La literatura empieza a teñir sus experiencias y a estimular su espíritu y sus sentidos. Su entusiasmo prematuro por Lord Byron, un herético y además peligroso para esa sociedad moralista, hacen que lo golpeen sus compañeros de clase. Se lo obliga en broma y en serio a recitar el Confiteor. Una de sus composiciones, tachadas de herejía por su profesor, le da el triste consuelo de sentirse íntimamente un héroe byroniano. No acepta que el Lord Tennyson sea un poeta, aunque reconoce tácitamente que Newman es el mejor estilista en prosa. Pero de su otro maestro Walter Pater, se siente la influencia en el punto culminante del capítulo. La iniciación sexual de Esteban esta presentada en una prosa opulenta, como un ritual estético profundo de sus herejías literarias. Al buscar una melodía para du grito, vuelve al lirismo de música de cámara y a la angustia del niño de dublineses.
Un lector poco romántico pensaría que, para el caso, un garabato hubiera sido mejor. L preferencia por la palabra suonn (desvanecer, desvanecimiento) es una muestra de influencia de Pater en la primera escritura de Joyce. Hallamos varas A swoon of shame (un desmayo de vergüenza) en música de cámara y a slowly swooning soul (un alma que desvanecía lentamente) en el último párrafo de Dublineses la expresión his soul was swooning (su alma se desmaya) al fin del capítulo IV el artista adolescente esta oscurecida por the swoon of sín (el desmayo del pecado) al final del capítulo II. Aunque esta escena está nublada por vapores decadentistas, es evidente que Esteban es todavía un niño y que la mujer representa el papel de la madre. Los héroes de Joyce son al mismo tiempo hijos y amantes. Es en él muy frecuente poner toda su sensibilidad en el encuentro con una prostituta y reserva sus sátiras más agrias para la iglesia. En el espíritu de Esteban se produjo una asociación simbólica entre el arte y el sexo, y está revelación precoz le permite resolver rápidamente  el  conflicto  posterior  entre  el  arte  y  la religión. Pero el tercer capítulo está dedicado a sus remordimientos. Contiene un alegato interminable sobre el infierno, que Esteban y sus compañeros de clase tuvieron que soportar durante un retiro espiritual. El elocuente predicador jesuita escogió el tema el pecado de Lucifer, su orgullo intelectual, su negativa y su horrible caída. En su imaginación arrepentida torturan a esteban los tormentos disque de los condenados. Este discurso negativo forma el núcleo moral del libro, como el sermón de cura idiota sobre Jonás es la negatividad llevada al extremo, y quiere interferir en la narrativa de Mody Dick o en la leyenda sobre el gran inquisidor, como también en el núcleo narrativo de los hermanos Karamazov. Yoyce era bastante ortodoxo como para creer en esas idioteces jesuíticas, como lo ha observado el profesor Curtius para arrastras su propia insinuación del infierno en el Ulises, se vive en mundo donde existe el voluntariado sufrimiento, pero no la nefasta idea de la salvación, ya que una cosa conlleva a la otra. Como el Milton de Blake es un verdadero poeta.
Por el momento hay confesión y absolución. En el momento que Esteban ve los huevos y las salchichas prepara
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das para el desayuno de ese nuevo día, la vida después de todo le parece sencilla y bella. Por algún tiempo calma su inquietud la iglesia y la satisfacen sus estudios del griego y del latín. Para ordenar su existencia considera ir más allá de las cosas cotidianas, Esteban al renunciar a la quemante ideal del catolicismo toma la idea del arte seriamente, es revelado a dar un paseo por la playa le revela esa verdadera vocación: una explosión de pagana alegría, al contemplar también la belleza de una joven, el descubrimiento de esos artificios fabulosos cuyo nombre lleva, la conciencia del poder de las palabras para imponer las premisas naturales y de una vida que son propias. Como las aves que describen círculos entre el mar y el extenso firmamento, su espíritu planea en un éxtasis de vuelo, metáfora de la satisfacción sexual y de la creación artística. Como guíen dice por ahí vivir, errar, caer, volver a crear la vida con materia de la existencia. El capítulo V es la crónica discursiva de la Rebelión de esteban. Pasea entre sus compañeros de colegio como un fariseo solitario, negándose a compartir su indignación, después de la primera representación  de la Condesa Cathleem o su confianza en una petición destinada a asegurar la paz del mundo. Sus torturas interiores comienzan cuando su madre le pide que haga disque sus devociones de Pascua y se impone la fuerza de su orgullo intelectual. Cranly, con las más finas armas de la casuística, trata de comprobar su tenaz negativa. Más que una cuestión  de observancia. Esteban se niega a rendir un falso homenaje a los símbolos de la autoridad. Solo para darle gusto a su madre, y, sin embargo no es lo suficiente supersticioso para recibir esa comunión. Eso agrava su situación, llámese su hogar, su patria y religión; para eso dice: tratare de expresarme en algún modo de vida o arte, tan libremente como pueda, tan plenamente como pueda, usando para mi defensa, las solas armas que me permito usar: silencio, destierro y astucia. Con este gesto decisivo Esteban se emancipa al mismo tiempo de su familia pequeñoburguesa, de Irlanda y del catolicismo: ya está dispuesto a seguir solitario el camino que le margue la vida creadora. En una discusión anterior con otros amigos renuncio a la posibilidad de resolver este problema en su propio país: Irlanda es la cerda vieja que devora su propia hechizaga. El nacionalismo Davin está dispuesto a reconocer que la posición de Esteban es aunque no se crea es completamente irlandesa; es típica de sus talentosos compatriotas. Tú eres irlandés de corazón, pero el orgullo puede más que tú. Esteban se niega a transar: cuando el espíritu de un hombre nace en este país hay redes extendidas para retenerlo o impedirle que huya. Me hablas de nacionalidad, lengua y religión. Esas son las redes de las que tratare siempre de escapar. Y confía en que el destierro, y el silencio y la astucia remplacen a aquellas tres formas de esclavitud.
                          LA ALIENACIÓN
La alienación del ciudadano en relación con el sistema, la codificación, la deshumanización de las relaciones sociales por el obrar de la burocracia es solamente no de los componentes, si claro que esencial, de un proceso que abarca todo. Tras el fracaso del señor Roberto Guiskard, después del loco vagar de un sitio para otro en Francia, Kleis acaba trabajando como carpintero de Maguncia, haciendo hacia la perspectiva  de un hecho funerario  infinitamente suntuoso. Kafka presentía, igualmente, en la labor de artesano la posibilidad de lograr la unidad con el mundo y consigo mismo. El producto que sale de las manos del artesano es una realización de un todo, para nada es un objeto alienado con respecto al productor, sino algo con libertad que se va haciendo, dentro de una red clara de relaciones, desde el proyecto como tal hasta su término, rodeado de un aura de calor y amistad. Algo totalmente diverso ocurre en el unilateral, especializado proceso de trabajo, Kafka, que vislumbraba continuamente en la profesión, en el trabajo, un problema central, el origen de contradicciones y conflictos esenciales, hablaba en su novela América, escuetamente y como de pasada, sobre la sensación de la alienación que se apodero del mozo del ascensor: decepcionado se sentía Karl, sobre todo por el hecho de que este personaje de ascensor no tuviera más que ver con la maquinaria del mismo que al poner en movimiento mediando una simple pulsación en el botón correspondiente; mientras que en cuestión de reparaciones se empleaban de forma tan exclusiva los técnicos en maquinaria  que, por ejemplo Giacomo, que trabajaba ya por espacio de medio año en el elevador, no había visto con sus propios ojos el motor del sótano ni el mecanismo del interior del aparato, aunque esto, según él mismo decía expresamente, le hubiera alegrado una enormidad…
La alienación del hombre comienza con su desprendimiento  de  la  naturaleza  mediante  el  trabajo,  la producción. “Por el aparece ese proceso esclavista como su obra y su troncada realidad, decía Marx en sus manuscritos económico filosóficos. En el producto de su trabajo se objetiva así mismo como ser genérico, “al duplicarse a sí mismo, no solo de forma intelectual, como en la conciencia, si no en forma operante, real, viéndose por lo tanto su interior en un mundo creado por él… Está alienación, necesita para el desarrollo de ser genérico humano, precisa de su progresiva superación medite la cual el ser humano se hace consiente de su propio ser dentro del proceso del trabajo, reencontrándose en su creación, en el producto de su trabajo, no el trabajador asalariado inmerso en la enorme división del trabajo que caracteriza al modo de producción  capitalista. Este laburador no puede entrar al acto mismo ya que este acto de unificación con su propia obra, consigo mismo. Marx caracteriza este acto de alienación como: la relación del trabajador con el producto de su trabajo como objeto que le es ajeno y que a la vez lo domina. Esta relación es simultáneamente  la relación del trabajador con el mundo sensible externo, con los objetos naturales como un mundo que le es ajeno y enemigo. Según esto la relación del  trabajo  con   el  acto de la producción del marco del trabajo. Esta relación  es la relación del trabajador con su propia actividad como algo que le es extraño, que no le pertenece a él; actividad como sufrimiento, fuerza como impotencia, engendrar como  castración, la propia energía física y espiritual, del laburador, su vida personal ¿pues qué es, si no, la vida como actividad sin una actitud premeditaba que se vuelve contra su propia existencia, independiente de él, una actividad que no le pertenece y que anula su conciencia. La autoeliminación, es el sufijo claro de la alienación de toda esa situación.
La sensación de Kafka ante esta alienación, el estremecimiento que sentía ante algo tan antinatural, eran intensos en su obra constituía una variación sin in de la temática siguiente: la actividad como sufrimiento, la fuerza como impotencia, el engendrar como castración. En las reflexiones de En la construcción de la muralla china se destaca lo necesario que es hacer posible al que ha colaborado en la construcción de una parte de esta obra gigantesca una visión general de la totalidad de la obra: No se podía  actuar así con los más bajos, con hombres que espiritualmente mucho más allá de su labor exteriormente   tan pequeña…, tenerlos  por ejemplo, en una inhabitada región montañosa a mil leguas de su patria, haciéndoles poner por espacio de meses o incluso de años, piedra sobre piedra, en la construcción del muro; la falta de toda esperanza de un tal laburo, aplicado, peo que no llegaría  a su término incluso en toda una larga existencia humana, les hubiera llenado de desesperación les hubiera hecho sobre todo, carentes de todo  valor para el trabajo. En una conversación con Janouch sobre el taylorismo, la cuidadosa desintegración del proceso laboral y total trasformación del laburante e una arte de la máquina. Kafka decía: con eso se mancha y se humilla no sólo a la creación sino, sobre todo al hombre que es parte integrante de la misma. Una vida así, taylorizada, es una terrible maldición, es la que solo puede surgir hambre y miseria, en vez de las riquezas y las ganancias deseadas. Esto es un progreso hacia el ocaso del mundo, continuó diciendo Janouch. Kafka sacudió la cabeza: si por lo menos uno pudiera decir esto con seguridad, pero no es seguro. La cadena sin fin de la vida le lleva a uno hacia algún sitio, pero el problema es que no se sabe hacia dónde. Uno es más cosa, objeto, que no ser vivo. El producto del trabajo y el acto de producción  se hace cada vez   más ajeno  al  trabajador,  cuanto  más  progresa  la división del trabajo y cuanto más poderoso, complicado se hace el aparato técnico, económico y político del capitalismo. El ser genérico hombre no solo se ve especializado y automatizado en miles de partes, no solo tiene cada vez más una profesión unilateral y fragmentaria, si no que cae más y más en la condición de hombre de profesión y de hombre privado, la mayoría de las veces totalmente extraños unos a otros. La profesión, encogida a la condición de estricta especialización, la mayor parte de las veces no puede contentar, teniéndose por falta de contenido. Y la misma atrofia la mayor de las veces la vida, está al ser privada, obliga a retirarse hacia sí misma; se hace completamente vacía de contenido, rutinaria, cuadrada. La participación social se rechaza de plano, al resultar ilusoria la congestión, la codecisión frente al gigantesco, inaccesible aparato del poder. Ya que solo lo social, lo colectivo, la comunidad es capaz de unificar a la profesión y al hombre privado, la de socialización completa la obra de alienación, la destrucción de la personalidad humana.
El crecimiento de las cosas por encima del hombre, la congelación del mundo humano hasta convertirse en un mundo de objetos, la independencia que tienen los medios de hacerse fines en sí mismos, ha suscitado desde los tiempos en que venciera el capitalismo, es decir, desde la época del romanticismo un violento deseo de inmediatez. Y así se hizo una apetencia romántica el deseo de romper la rígida costra del mundo exterior, de unirse con la realidad de forma directa e inmediata. Nosotros buscamos en todas partes  lo absoluto, escribía Novalis. Y no encontramos más que cosas. Y Shelley decía, de todo semejante, nunca es más deseable de cultivar la poesía que en tiempos en que el principio egoísta y calculador domina por doquier. Pues se amontonan las cosas de la vida exterior, y este amontonamiento sobrepasa  a la capacidad de encuadrarlas en leyes de la naturaleza humana. Los románticos esperaban retornar de la alienación a la unidad consigo mismo y con el mundo por medio de una unión mística, de la intuición del futuro. La esperanza puesta en esa otra dimensión, de la profecía y cosificación en el sueño de Kafka sobre el ángel. En dicho sueño, el techo de la habitación empieza a cuartearse, parecen que sobre el flotaban cosas que pugnaban por atravesarlo; casi se veía como un croquis de dicho empuje,  y  un  brazo  se  extendió,  una  espada  de plata empezó a balancearse, yendo y viniendo. Er para mí no cabe duda; se fraguaba un momento encaminado a liberarme a mí. Yo salte encima de la mesa, para preparar todo, arranque la lámpara, con todo su soporte de latón, y lo arroje al suelo, y corrí la mesa, del centro de la habitación en que estaba hasta el lado de la pared, lo que fuera a suceder se podía ya dejar caer tranquilamente sobre la alfombra, anunciándome lo que tenía que anunciarme. Y apenas hube yo acabado mi labor cuando, de hecho se resquebrajo. Y de una gran altura yo podría fácilmente calcularla, bajaba lentamente un ángel, en un ambiente de penumbra, envuelto en velos violetas azulados, ceñidos con cintas doradas, dejándose caer, con unas alas grandes, brillantes como la seda, con la espalda extendida horizontalmente en el brazo alzado. Así que era un ángel pensé yo…, todo el día anda ya volando, de cara a mí, y yo en mi incredulidad, no lo quería creer. Y ahora me dirigió la palabra. Yo baje la vista pero en el momento que la levante de nuevo, si bien es verdad que el ángel sequia todavía allí, y colgando hasta bastante abajo del techo, que entretanto se había cerrado de nuevo, ya no era un ángel vivo, solo una figura de madera, pintada, de espolón  de barco, como las que cuelgan de los techos de tabernas marinas. Nada más. El pomo de la espada se había hecho a propósito para sostener velas y recibir el sebo que se fuera derritiendo. La lámpara la había tirado yo abajo, y a oscuras no quería yo seguir, allí se encontraba todavía una vela en el pomo de la espada, la encendí y me quede bien sentado hasta bien entrada la noche, bajo la tenue luz del ángel. Esto no es solamente la vinculación, característica para Kafka, de intensiva visión a particularidades relatadas cuidadosamente, no solo prosa concentrada en la que uno percibe el susurro de la poesía: no solo vivencia, repetida incesantemente de la otra dimensión, la plenitud de la inspiración de la que solamente queda un ángel muerto, portador de una pobre vela; es también una imagen gráfica de la cosificación, de la trasformación de una inmediatez presentida de un instrumento sin vida, un cuadro plástico de cuajarse en un simple objeto. Los románticos habían sentido este estremecimiento, le habían dado forma, en toda clase de autómatas, marionetas, muertas figuras que fingen la vida; sin embargo fue Kafka el primero que percibió en lo cotidiano este espanto de la deshumanización del ser humano, su codificación su método de escritura se asemeja a este ángel con la espada en la mano, que, de repente, en mitad del vuelo, se queda rígido, flotando inerte en el espacio. Los ángeles se convierten a partir de esto en cosas y las cosas, sin embargo en seres vivos. Habla Kafka de “Odradek, que proceso de la basura, rebelde, marginado, una coa fantasmal, primero tiene el aspecto de una bobina de hilo,  lisa de forma estrellada y, de hecho, parece que va cubierto de hilo; claro que solo pueden ser rasgados; viejos anulados entre sí, pero también enmarañados unos con otros y de distinta clase y color. Pero no es simplemente una bobina, si no que del centro de la estrella emerge un bastoncillo cruzado y del vértice derecho del mismo otro aún. Con ayuda de este último bastoncillo, por una parte, y de una de las ramificaciones de la estrella, por otra el todo de la cosa se puede mantener de pie como sobre dos piernas. Está fabula cómica y terrible, es un modo original, este Odradek parece ser inmortal; pero la representación de que el estaría llamado incluso a sobrevivirme a mismo me es casi doloroso. La cosa que se ha escapado del dominio del ser humano, y que a la ve determina su monstruosidad a su aire, si bien resulta en esta figura algo tranquilizador, parece, que con todo, carente de peligrosidad. En el relato que hace Therese sobre la muerte de su madre, en la novela América, las cosas se hacen asesinas, en el marco de un asesino sistema social. La mujer, apenas dueña de sí misma, por la miseria y el cansancio total de su conciencia, se precipita desde el andamio: muchas tejas rodaban en pos de ella, y, finalmente, después de un buen rato, un pesado madero se desprendía de algún sitio cayendo crujiendo sobre ella. El último recuerdo de Therese guardado de su madre era de como quedo ahí echada, con las piernas abiertas, con su falda a cuadros, procedente todavía de Pomerania el cómo de aquella tabla ruda que tenía encima casi la cubría por completo. Ella había hecho un relato detallado, cosa que en más ocasiones no era su costumbre; y precisamente al llegar a pasajes indiferentes, como por ejemplo, al descubrir los palos del andamio, cada uno de los cuales, por sí solo, se levantan hasta el cielo, se veía obligada a detenerse, con lágrimas en los ojos. La tabla sobre el pecho de la muerte, representando la muerte de la sociedad humana. Kafka de antemano sabía que este sistema era capitalismo, pero también sabía que este sistema había crecido por encima del mismo capitalista, que le vencía mediante el poder de las cosas. Una vez hablaba con Janouch sobre el dibujo de George Grosz, poniéndole a este la objeción que no representaba toda la verdad. El hombre gordo domina sobre el pobre en un marco de un sistema determinado. Pero él no es el sistema en sí. Ni siguiera es el dominador. Al contrario el hombre gordo lleva también cadenas. El capitalismo es un sistema de dependencias, que van de dentro para afuera, de fuera para adentro, de arriba para abajo y de abajo para arriba. Y todo es dependiente y a la vez esta encadenado. El capitalismo es un estado del espíritu y del mundo. Este negro estado no hay como darle la vuelta, mediante los términos de democracia burguesa, a esto estaba cierto Kafka (como antes  lo estuviera ya Rousseau), la descripción de la nocturna manifestación electoral, observada por Karl Rossman desde el balcón, nos hace echar de ver, sin una sola palabra de comentario, todo lo forma estilístico de la manifestación. Tod es visto con un total distanciamiento desde afuera, como una movilización de pancartas, focos, automóviles, bandas de música, propaganda y rugidos airados de los adversarios. Y si a los dirigentes de allá abajo les resulta molesto, en un momento dado el ruido, entonces los tamborileros y trompetistas recibían el encargo de atacar, y su sonido retumbante, sacado con todo el alma, y que nunca quería acabar, tapadas todas las voces humanas, hasta la de arriba de los tejados de las construcciones. El fantasmagórico realismo de esta descripción estriba precisamente en esto. En que la lucha de los grandiosos aparatos de partidos existentes en América, el contenido se hunde, los sonidos de aquella música tapan las voces de los hombres. El contenido del mundo capitalista se delinea, y, sin embargo, tato más impresionante, en los dos balcones por encima de la multitud electoral: Karl Rossmann es prisionero de los vagabundos que amenazan con llamar a la policía, y, en el balcón vecino el estudiante tiene que trabajar de día como vendedor, para poder estudiar de noche; y su situación no varía un ápice se elija al que se elija allá abajo.
Milena la única mujer a la que Kafka quisiera apasionadamente, decía: para él la vida es completamente distinta que para los otros hombres; sobre todo l dinero, la bolsa, la central de divisas, o una simple máquina de escribir son para él cosas completamente místicas( y de hecho que sí lo son, solo que no lo son para nosotros, los otros). Así que con esas místicas se atrapa al místico  infraganti.  Ya  hace  mucho  que  otro  hombre hablara de cosas sensiblessuprasensibles, de carácter místico enigmático, un hombre completamente espabilado no se atrevía a falsear, teniendo por un místico: Karl Marx, en el análisis que hace de carácter fetichista de la mercancía. En la sociedad productora de mercancías el producto del trabajo se trasforma en un jeroglífico social. Posteriormente los seres humanos se ponen se ponen a descifrar dicho jeroglífico, a penetrar en el secreto de su propio producto social. Kafka presentía cual era el significado del jeroglífico, sin embargo para él, que era escritor, lo importante era su poder vivirla realidad fantasmagórico de cosas sensibles suprasensibles.
Kafka ha vivido lo que es el poder de las cosas sobre el hombre, con temor y temblor, el distanciarse abismal de la existencia, en un mundo exterior, codificado, alienado y de un yo arrojado asía sí mismo. La hora del afuera y del centro, escriba por aquella época ya no concuerdan. La de afuera sigue a tropezones, su archa usual. Que es lo que les queda a estos dos mundos si no separarse el uno del otro, o por lo menos se desgarraba recíprocamente, de un modo horrible. EL furor salvaje de la marcha interior puede tener diversas razones, la más evidente de las cuales es el autoanálisis hasta hace emerger, para ser, a su vez, ella misma, acosada de nuevo, por la representación de un nuevo autoanálisis. Ya en aquellos tiempos hablaba Kafka de este desdichado análisis, como ahora se apuntan los telescopios contra los cometas. En tal observación el yo apenas puede encontrarse a sí mismo, perdiéndose así mismo también. Esta alienación del ser humano  con  respecto  a  su  misma  persona  lo expreso Kafka también en el hecho de sus personaje huyan incluso de su nombre; en la novela América el protagonista se llama, todavía, Karl Rossmann, pero en el proceso solo se llama Josef K, no quedándose en el Castillo más en K, lo anónimo, lo que es nadie y lo que son todos. Una carta dirigida a milena la firma Kafka: tuyo (voy perdiendo hasta el nombre; cada vez se acordado más, y ahora es, sin más: tuyo). La alienación se enmascara fácilmente para que no nos demos cuenta de la realidad, del hecho de estar absorbidos en un sistema que a la mayoría de personas ya le robo el corazón y el espíritu. Atrapados no vemos más allá de nuestras narices.
                   EL MÉTODO POÉTICO
La Metamorfosis de Kafka comienza con la frase siguiente Cuando Gregor Samsa despertara una mañana de sus sosegados sueños se vio en la cama trasformado en un bicho monstruoso. Estaba echado sobre la espalda, dura, de forma acorazada, y podía ver, si se levantaba un poco la cabeza, su abovedado vientre, marrón, dividido por  rayas  en  arco,  a cuya altura a duras penas se podía  mantener toda la colcha de la cama, a punto siempre de resbalarse completamente hasta el suelo.
Lo excitante en el método empleado por Kleist y Kafka es la intencionalidad falta de concordancia entre aquello que es narrado y la forma como es narrado, la contradicción entre lo extraordinario del acontecimiento y protocolario del relato que del mismo se hace. Kleist, Stenthal, Mérimme hablan de caracteres, pasiones, situaciones extremas (en romántica oposición con la banalidad del mundo burgués), sin embargo, el más recalentado de los temas en el más frio de los estilos. Y es precisamente por la fingida objetividad conque es trasmitido lo subjetivo, por el lenguaje que da a lo monstruoso la apariencia de lo cotidiano por lo que lo intranquilizante se hace aún más intranquilizante, lo alienante más alienante todavía. Mediante su aparente falta de participación en el asunto, mediante el método empleado por los escritores en cuestión, para exponer su punto de vista de la realidad con la esencia trascendental; en el sentido de lo cotidiano que hasta un único momento no había sido percibido así, y que ahora ha sido desenmascarado. Los fantasmas que antes habían sido espantados  por el romanticismo echando manos del pathos de los exorcismos, aquellos mismos fantasmas que precisaban de un ambiente fantástico, se encuentran ahora, de repente entre nosotros y en lo normal, la existencia anodina de un viajante que nos muestra todo a través de su forma de escribir, su estandarte es su crítica que pueda hacer a partir de la sociedad, abarcando todas las conexiones, constituyéndose en un juez objetivo semejante a la concepción de dios, creador de su propio universo, estando adentro y más allá de las miradas y distanciándose como observador imparcial, la prosa en este sentido de las cosas consigue su objetivo.
A partir de  Rousseau la historia tuvo un cambio concordante con la realidad, la novela haciéndola saltar a las viejas normas épicas. A la nueva Heloísa y Las confesiones siguieron Welther, las novelas Anton Reiser y Andreas Hartknot, de Karl Philipp Moritz, viniendo a continuación Byron, el cual decía Shendhal, era el único objetivo de su propia atención. Según Heine, Musset y otros los métodos son evidentes, consientes de representar al mundo encerrándolo en la vivencia de una figura central, es decir, subjetivamente no era, en si nada nuevo; lo propiamente nuevo es lo consecuentemente conque el mundo es visto solamente, o casi solamente desde el ángulo visual de esta figura central, es verdad que muchos de estos personajes aparecen retratados con rasgos finos y sólidos, pero lo cierto es que muy raramente se percibe a través de sus ojos el mundo ambiente; además la mayoría de las veces se compone en la base.
                       
                LA ÉPOCA VICTORIANA
Esta época enmarcada por el reinado de la reina Victoria (18371901). En este largo periodo, La Gran Bretaña experimento una etapa de esplendor económico y cultural en la que consideraron los logros y las miserias de la revolución industrial y el imperio Británico impulso su hegemonía. No obstante, fue una época de grandes contradicciones  y  de  profundos  cambios  en  todos  los ámbitos. Fue un dominio absoluto hacia las costumbres de una rigidez destructiva enmarcada por la misma estupidez, de un raciocinio plano que no dejaba ver más allá de su realidad.           
       EL PRÍNCIPE SALVAJE DE LA LITERATURA
La vida que vivió Oscar Wilde, arte y vida están estrechamente relacionados. Su vida podría haber sido un argumento una de sus obras de ficción. Es difícil establecer dónde donde acaba el artista y donde empieza el personaje. Este personaje que aun hoy en día nos asombra al leerlo, nació en Dublín en mil ochocientos cincuenta y cuatro, en el seno de una familia acomodada y protestante. Tuvo la oportunidad de estudiar en una escuela privada masculina, donde pronto se destacó, ya que por ese entonces gano varios premios de escritura y lectura. Al pasar un poco su adolescencia fue admitido en el Trinity College de Dublín, allí fue alumno de un famoso clasicista de la época, Sir John Pentland Mahaffy, con la ayuda de este personaje, consigue una beca para estudiar letras clásicas en el Magdalen College de Oxford, al estudiar varios años y por ese entonces inicia su rutilante  carrera  artística,  allí  rápidamente  se conformó definitivamente su imagen bien peculiar, modales, forma de vestir y su personalidad artística. Tuvo la fortuna de Parter y Ruskin, dos intelectuales destacados de la época, que influirán de forma determinante en su carácter y en su concepción del arte como también de su obra literaria, se adhirió al movimiento esteticista y gano el premio Newdigate de poesía por el poema Ravenna. Durante su estancia en Oxford, viaja a Grecia y a Roma, ciudad en la que es recibido por el papa Pío IX en una audiencia privada. Tras acabar sus estudios en clásicas con doble matrícula de honor, decide irse a vivir a Londres, en la capital inglesa con el prestigio de los éxitos ya conseguidos en Oxford y poco dinero, finalizando la octava década del siglo diecinueve se instala en Londres, donde comparte casa con Frank Miles, un amigo pintor muy bien relacionado con la alta sociedad y los artistas londinenses. Esté le sirve de trampolín para introducirse plenamente en la escena artística de aquellos años. Con pasión sigue escribiendo poesía y escribe su primera obra teatral. Vera a los nihilistas. Un año más tarde se embarca a los Estados Unidos para dar a conocer el esteticismo. Recorrió el país dando conferencias sobre lo que él consideraba el renacimiento del arte inglés. Al regresar a Londres ejerce como conferenciante y crítico literario, por esos días contrae nupcias con Constance Lloyd, joven adinerada irlandesa, con guíen tuvo dos hijos: Cyril y Vivyan, por esos mismos años acepta el puesto de director de la revista Woman´s World. Con la llegada de la estabilidad laboral se inicia su periodo de madurez artística, escribe sus obras más relevantes: todos sus relatos, su única novela el Retrato de Dorian Gray y sus mejore piezas teatrales, en una salida a una sala de teatro conoce a Lord Alfred Duglas, un joven aristócrata cuya amistad le costaría a Wilde una condena de dos años de prisión. El proceso judicial escandalizo a la clase media inglesa. Por esta razón, tras su puesta en libertad, Wilde abandono el país, pues de antemano sabia el gran rechazo social que su integridad suscitaba. Su mujer tuvo que cambiar de apellido y sus obras dejaron de representarse en los teatros. Oscar salió de la cárcel arruinado, tanto económicamente como espiritualmente, sus amigos más íntimos fueron su soporte económico y su apoyo espiritual en los últimos años. Viajo por el resto del continente europeo y se instaló en París donde falleció en mil novecientos, sus restos descansan en el cementerio Pere Lachaise del barrio parisiense de Belleville. Este escritor por ser un hombre lleno de contradicciones, encarna perfectamente al concepto de artista moderno. Su sensibilidad y su vida estaban enmarcadas en dos polos opuestos: frívolo, profundo y a la vez le gustaba ser el centro de atención allí donde estuviera. Se auto promocionaba en todas sus diferentes facetas: artista, dandi, erudito, conversador; él era de por si diferente, desafío siempre a la sociedad victoriana con su forma de actuar y de pensar, de vestirse, de actuar y sus relaciones personales y llevando un andar de la existencia diferente a la que le dictaban las costumbres y la moral de la época. Él decía: que la vida soló tiene sentido si se vive intensamente. Haciendo honor a sus orígenes irlandeses, Wilde ha trascendido a la historia como uno de los grandes conversadores de todos los tiempos. Manejaba la oratoria tal y como la concebían los clásicos: como el arte de la seducción a través de la palabra; dotado de un ingenio mordaz, de un dominio excepción del lenguaje y de un refinado sentido del humor, sirviéndole la ironía como instrumento de critica sutil de la época, referente a eso decía: la rebeldía, a los ojos de cualquiera que conozca la historia a fondo, va haciendo la virtud original del hombre que ha llegado con la desobediencia y la rebelión.
El circulo intimo Wilde estaba conformado en un primera instancia como es lógico por sus padres, que formaban como ya lo dije en la parte acomodada dublinesa. William Wilde era un conocido cirujano y a la vez un estudioso del folklore irlandés; Jane Wilde en vida fue una mujer que de adelanto a su tiempo, ya que fue una abierta defensora de los derechos femeninos y luchó por la mejora de la educación de las mujeres. Traductora y poeta, tras escribir una serie de poemas a favor de la independencia de Irlanda, era conocida como esperanza de la nación, el pequeño Oscar fue testigo directo de las reuniones literarias que su padre organizaba y heredo de ella la erudición y la sensibilidad artística. Luego están Robert Ross, joven canadiense que se instaló como huésped en la casa de Wilde en el momento que vivía en Londres. Siempre fue un amigo fiel e incondicional. Además  él se encargó de que tras la muerte del escritor se trasladaran sus restos, que yacían en un cementerio de la periferia de París, al célebre cementerio de Pere Lachaise, así como la publicación de De Profundis. Hay que mencionar también a su amigo Alfred Douglas, conocido como Bosie. Esté era un joven aristócrata, supremamente egoísta y desequilibrado que provocaba cada escándalo, aficionado a la literatura pero sin talento como para ejercer el oficio. Bosie desde un principio se sintió atraído por la personalidad y el talento del escritor, y desafortunadamente ejerció en él una influencia muy negativa. Lo más grave sucedió cuando, a causa de una denuncia del cura Alfred, Oscar fue encarcelado. Desde el dolor y la soledad de su celda. Wilde escribió una larga carta a Bosie, que se publicaría póstumamente con el título de Profundis. Amerita hablar de Contance Wilde la mujer de Oscar era una mujer culta y hermosa perteneciente a una familia adinerada irlandesa. El mismo día que la conoció Wilde se enamoró perdidamente de ella, al cabo de un año de matrimonio tuvieron su primer hijo. Constance nunca dejo de amarle y mantuvo una efervescente correspondencia con él durante el tiempo que paso encarcelado. Finalmente tuvo que cambiar de apellido para protegerse de la deshonra en que cayó la familia tras el escándalo que causaron los juicios a los que se enfrentó Wilde.
No se puede dejar de descifrar lo que pasaba a su alrededor en aquella época del periodo victoriano, en ese momento, la literatura abandona la corriente realista para explorar otras formas de obrar. Se produce entonces un nuevo concepto temático y estético, que la realidad social genera. El género narrativo experimenta un nuevo impulso y se encanta por las narraciones más fantásticas de aventuras o de temática criminal. Las obras de autores de la talla de Stevenson, Kipling, H G. Wells o Artur Conan Doyle son claros testimonios de la calidad de la novela inglesa en el ocaso del periodo victoriano. Paralelamente, y continuando la tradición iniciada por el movimiento prerrafaelista, el esteticismo tratará de captar la belleza transitoria como estrategia de evasión. Este esteticismo con un lema claro del arte por el arte, proclamado por uno de los grandes escritores y críticos franceses Théophile Gautier, uno de los actores predilectos de Wilde. Los esteticistas defienden el culto a la belleza; el arte ha de proporcionar el placer que produce el contacto con lo  bello, pero no debe trasmitir mensajes morales ni sentimentales. Los escritores de este renglón del arte utilizan un estilo refinado y sensual. Abundante en símbolos y elementos sensoriales. Las corrientes equivalentes en Europa son, entre otras, el parnasianismo y el simbolismo (en Francia) y  el modernismo (en España). La existencia de Wilde está suscrita por su intención de incorporar el arte a los diferentes aspectos de la existencia. En la conformación de las ideas estéticas de Oscar, y por tanto, en su forma de vivir y hacer literatura fue muy relevante su admiración por la cultura clásica y el Renacimiento italiano. En toda su obra y más especialmente en obras como Salome y en sus ensayos, Wilde desarrollo una teoría estética que se puede sintetizar en estos principios básicos: La superioridad del arte no solo frete a la naturaleza, si no también frente a la vida misma, la vida debe imitar al arte. En la decadencia de la mentira Wilde sentencia: la autonomía e inutilidad del arte. El arte ha de ser inútil. Carente de objetivos prácticos. Ante el pragmatismo y el utilitarismo reinantes en la Inglaterra victoriana, Oscar propone la inutilidad del arte. Por otra parte, el arte debe ser autónomo, no estar sujeto a los condicionamientos de la realidad social e histórica. El arte no tiene una finalidad didáctica. Wilde se opone radicalmente al precepto victoriano que supone que el arte ha de ser instructivo, formativo. El arte no debe formar al individuo ocupándose  de asuntos sociales o morales. La finalidad del arte es proporcionar una experiencia placentera que resulta de la aproximación a toda forma bella. Al hablar de la obra de Oscar Wilde, primeramente hay que comprender al género lirico que cultivo a través de su existencia, su poesía de juventud se percibe con ciertos rasgos simbolistas del movimiento esteticista. Esta tendencia culmina con la Balada de la cárcel considero que es su mejor obra poética. En la narrativa escribió numerosos relatos, como lo dije antes solo público una novela: El retrato de Dorian Gray. La obra cuenta la historia de Dorian, un joven narcisista que logra no envejecer y conservar su belleza a cambio de corromper su alma. Esta novela está considerada un clásico de la novela de terror gótica. En cuanto al teatro las obras dramáticas de Wilde ya que mantiene un concepto de la tragedia como tal, a la vez de una sofisticación y por una agudeza de sus fluidos diálogos, me gusta mucho: La importancia de llamarme Ernesto, ya que la comedia fue determinante en la trasformación de un viejo lenguaje a uno nuevo de más magia. El ensayo esta descrito bajo la aparente frivolidad del personaje encarnado de Wilde, ya que construyó sobre idealizarse a sí mismo, hay ante todo un hombre de ideas. El escritor reflexiono en sus ensayos sobre la relación sobre la vida, el arte y el tiempo que le tocó vivir. En intenciones recoge todos los ensayos escritos hasta 1891, en los que expone íntegramente su teoría estética y reflexiona sobre el papel del artista. En la casa como lo dijera antes escribió De  profundis, una larga epístola a su amigo Bosie, que nos muestra el lado más hondamente humano del escritor, el que surge al haber descubierto el significado del dolor. Dentro de sus producciones de narrativas cortas, Wilde distinguió entre tales (cuentos) e historias (relatos). El primer grupo constituidos por as colecciones de narraciones recogidas bajo los títulos: El príncipe feliz y otros cuentos y Una casa de granadas, son cuentos infantiles que el autor concibió como cuentos de hadas para contar a sus hijos. No obstante, también es cierto que bajo la aparente sencillez de cuentos como El gigante egoísta, El ruiseñor y la rosa o El pescador y su alma, subyace claramente una interpretación más compleja y profunda. Soló accesible al lector adulto, de hecho, en estos cuentos figuran preocupaciones que son constantes en el resto de su obra, como las composiciones entre arte y naturaleza y degradación, humano e inhumano. Las narraciones incluidas en el Crimen de Lord Arthur Svile y otros relatos parte del segundo tipo de narraciones, historias. Los relatos de este libro no tienen temática infantil y están dirigidos a un lector adulto. Son sátiras sociales que critican en tono irónico la ostentación de la clase acomodada inglesa o la simplicidad y el pragmatismo de la sociedad norteamericana.   
       LA CONCIENCIA DE LA REALIDAD
Es, probablemente, demasiado tarde para esperar que alguien escriba una historia definitiva de Blomsbury, aquel fascinante medio cultural que se conformó a mediados de mil novecientos diez, ejerció una gran influencia en los veinte, y termino con el suicidio de Virginia Woolf. Hay un excelente recuento de las influencias de ciertos escritores a la medida de su intelectualidad de las que nació, en un ensayo póstumo de Maynard Keynes; para su historia posterior debemos apoyarnos en las memorias de David Garnett, que en cierto momento aparecieron en Inglaterra, y en los diarios de Virginia Wollf, del que” el Diario de un escritor” es solamente si lo deseamos, la primera entrega. Bloomsbury no fue una escuela en el sentido literario ya que no hay estilo o temas comunes a Bloomsbury, ni se conformó alrededor de un salón como the Holland House en el siglo diecinueve o el grupo de Garsington, al cual mucho de sus miembros también pertenecieron. Incluyo novelistas, críticos, pintores, respetados profesores, pero curiosamente, ni poetas (ya claramente se considera a Virginia Wollf como novelista), ni compositores. Casi la mayoría de estos personajes habían ido a Cambridge y provenían de la clase media alta, esto es, sin ser aristócratas o grandes propietarios de tierras, estaban acostumbrados a una eficiente servidumbre, comidas de primera clase, de un buen vino en la mesa y fines de semana en sus casas de campo.
En rebelión contra las retóricas y convencionales respuestas de sus padres victorianos, odiaron los dogmas, los rituales y las expresiones hipócritas de sentimientos irreales. Sin embargo, heredaron de los victorianos la autodisciplina y el carácter exigente, lo que hacía imposible el desorden bohemio. “Tengo, escribe Virginia y la mayoría de ellos podrían haber escrito lo mismo, una interna escala de valores, la cual decide interpretar aduciendo: que puedo hacer con migo mismo. Me dice, esta media hora debe ser aprovechada en literatura rusa, esta otra debo dársela  a Wordworth o ahora remiendo mis medias cafés; y es característico que la palabra que utilice para expresar su crítica reserva acerca de Ulises sea “cursi”. Políticamente un poco a la izquierda, todos ellos compartieron una honda desconfianza por los partidos y el estado, creyendo así, apasionadamente, en la suprema importancia de las relaciones personales: “Si tengo que escoger entre traicionar a mi país y traicionar a mis amigos, espero tener las entrañas para traicionar a mi país” escribió E M. Forsrer; y durante la primavera de mil novecientos cuarenta cuando la invasión parecía inminente, Virginia Woolf rehúsa ser retraída de la labor de escribir la vida de Roger Fry: es la vastedad y la pequeñez, lo que hace esto posible. Tan intensos son mis sentimientos hacia Roger; aunque la circunferencia (la guerra) parece hacer un aro alrededor mío. No, yo no puedo aceptar la pequeña incongruencia de sentir intensamente, y al mismo tiempo, saber que no tiene importancia aquello que siento. ¿Tiene esto a veces pienso, más importancia que nunca?”. Fue creo, una magnífica idea limitar las selecciones del diario a las reflexiones de su carrera como escritora. Henry James en sus cuadernos, cartas y prefacios, pudo haber escrito cosas más interesantes sobre técnica literaria. Pero no he leído libro alguno que contenga más verdad cerca de la vida de un escritor, sus preocupaciones, sus prevenciones, su rutina diaria. Algunos lectores se han asombrado al ver cuán ansiosa y sensitiva fue con respecto a las críticas y su envidia a las alabanzas a otros; pero la mayoría de los escritores, si son honestos, se reconocerán en consideraciones como:” ningún escritor puede tragarse tranquilamente a su contemporáneo. La recepción del trabajo presente es demasiado cruda y parcial cuando se está realizando el mismo trabajo… En el momento que Desmond alaba”Eastcocker”, y yo me siento celosa, camino sobre la ciénaga diciéndome yo soy yo. Y aún en las reflexiones sobre su padre: “papá tendrá ahora noventa y seis años, y podrá haber llegado a los noventa y seis, como algunas personas que uno conoce. Pero afortunadamente no fue así, ya que su vida habría terminado con la mía. Algunos de nosotros conservamos un aire de estoica indiferencia hacia los críticos; evitan la angustia negándose a leerlos, pero todos nos preocupamos de ellos por razones obvias. Todo escritor original, a menudo duda del valor de su trabajo; la alabanza de un crítico a guíen respeta es una valiosa confirmación, su silencio o enjuiciamiento, la confirmación de sus peores miedos, por lo general los críticos que registran sus mentes de acuerdo a los celos o a la moda, en relación al libro de un escritor, aún antes de haberlo leído; y lectores de esos críticos, ya sean rivales contemporáneos o jóvenes ambiciosos que se encantarían de oír decir que el trabajo es malo. Me disgusta mucho ser objeto de burla. Igualmente detesto la chispa de satisfacción que A, B…C. tendrá al oír que Virginia Woolf el hecho de haber sido una mujer fue una agravante más: perteneció a una generación en la cual mujer debió de luchar por ser tomada en serio como escritora. Para ello entonces, buenos comentarios y rápidas ventas significaron independencia financiera y admisión masculina del otro sexo como su igual. Sensible a los ataques jamás fue demasiado vanidosa para negar cualquier verdad, no obstante viniese de parte de los más prejuiciados: lo que hay que advertir es la esencia de lo que se dice y que yo no pienso, luego, utilizar el leve empujón de energía que la oposición provee, para hacerse más vigorosa… Investigar francamente el hecho; sin preocupación, no hay ansiosamente. De ninguna manera vengarse cayendo en el extremo opuesto: pensando demasiado en ello”.    Esta selección del diario de Virginia Woolf comienza en el último año de la primera guerra mundial, cuanto a pesar de la guerra, Inglaterra parece ser la misma de antes de mil novecientos catorce, y termina unos pocos días de su suicidio, en los más oscuros días de la segunda guerra mundial, cuando su casa londinense ha sido destruida por una bombas, y el futuro de Inglaterra era ya problemático. “una especie de alarido detrás de los cukoos´ y de otros pájaros. Un horno detrás del firmamento. Me asalta un curioso sentimiento: el yo ha desaparecido de la escritura. No hay audiencia, no hay eco… Ya que vivimos sin un futuro…Esto es lo curioso. Nuestras narices pegadas a una puerta cerrada”. Al principio su refutación literaria fue justamente establecida: “ se le trato con gran respeto y solemnidad por los viejos caballeros”. Durante los años veinte, es universalmente admirada. En los treinta, comienzan los reproches. Es burguesa hipersensitiva, pasada de moda y todo lo demás. Entonces se suicida antes de llegar a ser (lo que habría de sido el más doloroso destino de todos) la vaca sagrada, de quien todos hablan. Entre Actos, la que en mi opinión, es su obra maestra.
Con excepción de la descripción de un eclipse de sol, la cual era tan bella como cualquiera de las mejores páginas de sus novelas, y algún comentario ocasional (usualmente malicioso), sobre gente que conoció, estas selecciones están dedicadas a sus pensamientos sobre los trabajos que cada momento tiene entre manos. Como cualquier otro escritor, se interesó en saber qué tipo particular de escritora era, y cual podría y debería ser su  aporte único a la literatura. “ Mi único interés como escritora radica, empiezo a verlo, en alguna extraña individualidad. No en la fuerza, ni en la pasión, ni en nada impresionante, por ejemplo Borrow, Donne… Las cartas de Fitzgerald”. Esto es más que cierto, si fuerza y pasión se las toma en la significación que convencionalmente tienen cuando se habla de novelistas. Lo que ella sintió y expresó con la más intensa pasión, fue una misión mística, religiosa de la vida de una conciencia de aquello que yo llamo el estar presente. Algo tan concreto como el mismo pensamiento vivo, al lado de lo que interesa verdaderamente. En cuanto a preservar ese balance, su sexo fue probablemente una ayuda. Un hombre que se interesa en el fundamento del ser, demasiado fácilmente llega a ser como Lowes Dickinson: absorbido en el universo, la vida en el individuo siempre Shelley y Goethe, y entonces pierde su botella de agua caliente; jamás advierte una cara, un gato un perro, o una flor, excepto en la corriente de lo universal. Una mujer que tiene a su cargo una casa, jamás pierde el contacto con lo material. El último apunte en el diario de Virginia Woolf es el fluido de su naturalidad: ahora descubro con cierto placer que son las siete y tengo que preparar la cena. Merluza y picadillo de cerdo, se me ocurre que es verdad: se adquiere cierto dominio sobre la merluza y el picadillo cuando se escribe acerca de ellos. Aunque experimento dolores extraordinarios con cada libro, fue una escritora naturalmente espontánea que jamás pareció conocer periodos en los que no tuviera una idea fresca. Aún mientras escribía un libro, pensaba ideas para el próximo, y su producción demuestra claramente una mayor variedad de la que generalmente se le concede. Cada libro plantea un problema propio y provocó en su autora particulares reacciones psicosomáticas”. Mientras me esforzaba en escribir Flush, mi viejo dolor de cabeza volvió. Por la primera vez en este otoño. Por qué The Partigers (Los años) me hacen saltar el corazón. Por qué debe Flush (nombre de la novela del perro) entiesar mi nuca? Durante los años determinados en su diario, Virginia Woolf escribió aquello que su esposo considero, yo en su totalidad estoy completamente de acuerdo, sus tres mejores libros: El Faro, Las Olas y Entre Actos; el afortunado lector siempre está en condición ahora de seguir la escritura de cada de ellos. Aquí por ejemplo esta la historia de Las Olas. En mil novecientos veintiséis (Esta terminado El Faro en septiembre treinta). De qué modo no es con uno mismo, sino con algo del universo con lo que nos quedamos. Esto es lo que me aterra y excita en medio de mis profundas tinieblas, depresión, hastío, como quieran llamarlo. Se ve una aleta que pasa muy lejos. ¿Qué imagen hay a mi alcance para expresar lo que siento?. En mil novecientos veintisiete (el año que escribió Orlando) porque no inventar una especie de teatro. Digamos: una mujer piensa… el hombre hace. Toca un órgano. Ella escribe. Ellos dicen. Ella canta. Habla la noche. Ellos yerran. Junio diecinueve. Han de estar un hombre y una mujer sentados ocupando una mesa charlando; ¿o será mejor que permanezcan en silencio? Debe ser un relato de amor. A ella le tocara al final dar entrada a la última gran mariposa nocturna”. En mil novecientos veinteocho. Los poetas logran su éxito simplificando: queda afuera prácticamente todo. Yo quiero poner prácticamente todo: y no obstante saturar. Debo incluir absurdo, lo real, lo sórdido: pero llegados a la trasparencia. Mil novecientos veintinueve. Creo que empezara de esta manera: aurora, las conchas sobre una playa: ya se bien voces de gallo y de ruiseñor, luego todos los niños ante una larga mesa clases…¿Sería posible lograr que en ningún momento dejaran de oírse las olas?. En sep diez comienza a escribir: ayer por la mañana hice otra tentativa con The Moths, aunque no será este su título. Y quien lo piensa? Estoy yo fuera del que piensa?, todo el día en la cabeza, como ocurrió con el faro y Orlando. Enero de mil novecientos treinta. Me es difícil detenerme en mi propósito de Las Olas…, lo esencial es escribir de prisa y mantener el estado de ánimo. Marzo diecisiete. La piedra de un toque de un libro (para un escritor), es si constituye un espacio en el cual, con toda naturalidad, se puede decir lo que uno quiere expresar, tal como está mañana hubiera podido decir yo lo que dijo Rhoda. Abril nueve. Por fuerza tiene que ser perfecto. Pero no creo imposible que haya logrado que haya logrado  destacar  mis  estatuas  contra  el  cielo. Abrir diecinueve. Si, fue la mayor tención anímica que conocí jamás… Sospecho que lo falso es la estructura. No importa. Agosto veinte. (Comienza su segunda versión de las Olas, se están resolviendo en una serie de soliloquios dramáticos. Diciembre veintidós. Fundir todos los pasajes intercalados en las palabras finales de Bernard y terminar con las palabras oh soledad. Mil novecientos treinta y uno. Hace quince minutos que escribí las palabras oh muerte, después de atravesar las últimas diez páginas con momentos de gran intensidad y embriaguez, que solo parecía ir trastabillando detrás de mi propia voz, o casi detrás de alguien que hablaba... de todos modos, está terminando y he quedado sentada durante estos quince minutos en un estado pleno de gloria, llena de calma y con algunas lágrimas. ¡Que físico es el sentimiento de triunfo y del alivio… He atrapado en mi red aquel pez que sobresalía en el desierto de agua de los pantanos, frente a mi ventana de Rodmell”.
No sé qué pensaría la generación joven de Virginia Woolf, lo que sí puedo descifrar es que en esos florecientes días de conciencia social se la quiso y se la admiro más de lo que ella imagino. Posiblemente si ejerció una influencia en el desarrollo de la novela. Estoy convencido que su estilo y su visión fueron tan únicos que la influencia es lo de menos; pero no puedo imaginar una época, por terrible que sea, o un escritor o escritura en su caso más particular, cualquiera que sea lo que la influyera, para la cual y para quien esa consagración a la escritura, su laboriosidad, la severidad consigo misma y sobre todo ese amor apasionado, no único ni principalmente por los grandes momentos de su vida, sino también por las diarias nimiedades, por detalles como la merluza y el picadillo. No merezca como ejemplo, que sea ella inspiración y juicio. Si tuviera que escoger un epitafio para ella, tomaría un pasaje de Las Olas, que estoy convencido que es una de las mejores descripciones  que conozco. Históricamente Inglaterra por esos tiempos estaba en un proceso de cambio, cesa de dominar la economía mundial. El imperialismo cantado por Kipling se convierte sólo en un gran recuerdo, y la agitación irlandesa termina con la victoria de los partidos de la independencia. El hijo de un minero, D.H.Lawrence, y el de un irlandés, James Joyce, escriben libros que liberan a la literatura inglesa de sus tabúes. El uno se rebela contra el protestantismo evangélico, el otro contra el catolicismo ortodoxo irlandés. Las mujeres de antemano saben que van a jugar un papel decisivo en estos cambios. Ya en el siglo diecinueve George Eliot, Mrs Gaskell y las hermanas Bronce, han luchado a su manera. Los sucesores debieron leer con avidez la Guía de la mujer inteligente que Bernard Shaw dedico aquellas que se preocuparon por los problemas del socialismo. La confesión, el testimonio, abordaron los temas de la vida sexual y estos a la vez fueron materia de las novelas escritas por mujeres en los años veinte, tales como las de May Sinclair, Rosamund Lehman, Dorothy Richarson, Katherine Mansfield. En este medio pensante en el cual apareció el grupo de Bloomsbury, al cual Virginia Woolf perteneció. En ese grupo hicieron parte también escritores como E.M, Forster, Lowes Dickinson, el más brillante para mi coceptp T.S. Eliot. Entre los pintores a Roget Fry, Duncan Grant, y otros tantos personajes que para que nombrarlos ya que en los libros de los pintores celebres, por lo visto no clasificaron, ya que no hay nada documentado en español. Los trazos más característicos de la personalidad literaria de Virginia Woolf se formaron durante los años de Bloomssbury: a través del grupo descubrió la pintura de la escuela impresionista francesa, con ellos leyó los más sobresalientes escritores de la novela rusa, los sicólogos alemanes, se enteró de las proezas del socialismo en materia política y del escepticismo en cuestiones religiosas. Para ella y igual que para los miembros del grupo, una palabra ingeniosa, una correcta reflexión de la voz, fueron garantías de autenticidad. Tanto Virginia como para T.S. Eliot y los demás miembros del grupo.
                      G.K. CHERTERTON
Siempre he gozado con la poesía y la ficción de Chesterton, se creyó de él y se lo juzgo como antisemita. Aunque el mismo lo negó y cierta mente denuncio la persecución de Hitler, no puede ser, creo, completamente exonerado. En un artículo escribió lo siguiente: dije que un tipo particular de judío tiende a ser un tirano y otro tipo particular de judío tiende a ser u traidor. Lo digo de nuevo. Hechos evidentes de este tipo son permitidos en la crítica a cualquier otra nación del planeta: no se considera intolerancia decir que un cierto tipo de francés tiende a ser sensual. No entiendo pues, porque los tiranos no deben ser llamados de este modo y los traidores de la misma manera, meramente porque sean miembros de una raza perseguida por otras razones y en diferentes ocasiones. Algunos escritores de su generación lo denunciaron en algunos de los escritos con un desprecio increíble, pero él no se lo merecía ya que en sus crónicas hablaba generalmente de las teorías raciales acerca de los Nórdicos, los anglosajones, los celtas, etc. Yo me inclino a interpretar más la influencia de su hermano y de Hillaire Beloc, y a la perniciosa influencia, tanto sobre su generación como sobre la de Eliot y Pound que le sucedió, ejercida por el movimiento de acción Francesa. Sea como fuere, allí queda la lamentable mancha sobre los escritores de un hombre que fue, de acuerdo al testimonio universal de todos lo que o conocieron y lo leyeron, un ser extraordinario de una excelente visión de la vida, creador y generoso de pensamiento. Lo mucho que he leído de este buen autor de ficción y de poesía da buen crédito de lo que debió ser en persona, aunque muchas veces la obra no habla del autor y viceversa; como escritor de ensayos semanales sobre temas divertidos, tales como Lo que encuentro en mis bolsillos, Estando en la cama, La ventaja de tener solo un pie, Un pedazo de tiza, La gloria de encanecer, Queso y cosas así.
Para su generación, el ensayo como una forma de la belleza descriptiva de las letras fue aún popular. Además de Cherterton hubo un número de escritores, Max Beerbohon, E. V Lucas, Rober Lynon, por medio cuya reputación literaria descanso, en gran medida, sobre sus alcances en este género. Hoy como todo y los gustos han cambiado. Podemos apreciar un comentario o un ensayo dedicado a un libro particular o a un autor. Dicen algunos académicos racionalistas que no podemos disfrutar la discusión sobre un problema fisiológico específico o un evento político, pero ya no podemos derivar ningún placer de un tipo de ensayo que sea una fantasía sobre la primera ocurrencia que venga a la cabeza del ensayista. Aunque no tengo objeción por este tipo de prosa fantástica, mucho menos al verso libre ya que para mí vale más el sentido que la propia técnica de escribir, en este sentido me gusta la fantasía ya que es lo absurdo es crítico ya que puede ver las cosas desde otro punto de vista, y absurdo a la vez es todo esto que nos rodea, tener varias propiedades, vehículos y sobre todo la codicia de unos tantos sobre otros. Cualquiera que hayan sido las razones y los motivos de tal escogencia estoy seguro de que no es un error, aunque de cierto modo fue un anti periodista pero sus mejores escritos se encuentran en sus libros extensos, en los que se pudo tomar tanto tiempo y espacio como quiso. Suficientemente extraño ya que heredó de los estetas de los años ochenta y noventa la con visión de que un escritor debe ser continuamente brillante y epigramático. Cuando es realmente cautivado por un tema es brillante. Él fue por ejemplo, lo bastante inteligente (basta juzgar sus criticas de antropología contemporánea) y capaz como para haber escrito un estudio muy serio sobre Freud, de haberse tomado el tiempo y el trabajo de leerlo apropiadamente. Sus más destacados comentarios llevándolos a la máxima expresión dan como resultado un profundo conocimiento de lo que es la finalidad del psicoanálisis.
La prosa no novelesca de Chesterton concierne a tres asuntos: ficción de la literatura, política y anti religión. Nuestra época ha visto emerger todo tipo de críticos literarios, el documento y el criptólogo. El primero con agudeza meticulosa recoge y publica todo hecho que logre desenterrar acerca de la vida del autor, desde su diario, su  correspondencia, asumiendo que cualquier hecho, por trivial que sea, acerca del ser humano pueda arrojar luz sobre sus escritos. El segundo se acerca a su trabajo como si se tratara de un texto anónimo e intensamente complicado, escrito en un lenguaje depurado al cual el lector común no puede aspirar a comprender sino hasta tanto no asuma totalmente el compromiso de la literatura. Todo escritor sabe que ciertos eventos de su vida, los más trascendentales han sido de decisiva importancia en la formación de su mundo imaginativo y personal, el tipo de cosas a las que gusta pensar, las cualidades de los seres humanos que personalmente admira y detesta. Sabe muy bien que muchas de las cosas que son de gran importancia para el cómo ser humano, son irrelevantes para su imaginación. En el caso de un poema ninguna luz arroja, ni sobre su contenido o su estilo el descubrir la identidad de lo que identifica su poema como tal. Esto lo entiende claramente Chesterton ya que su empuje fue inusualmente eficiente, en ese entonces su popularidad lo lleva a que tome en serio lo que escribe, tal proceder es infundado ya que en todos los casos es así, demostrando que sus admiradores lo han sabido interpretar al leer en sus pasajes oscuros profundidades intelectuales. Además nos demuestra que el defecto se Stevenson como narrador no fue, como ha llegado a ser convencional decirlo, un estilo sobre adornado sino uno demasiado estético, una negativa a decir al lector algo acerca de un personaje que no sea absolutamente esencial. Como regla, son el periodismo y las habladurías literarias los responsables de tales malinterpretaciones; ocasionalmente, puede serlo sin embargo, el propio autor. Kipling, ciertamente se describió como un patriótico ingles que admiro, por sobre todo, las virtudes militares. En un ensayo excepcionalmente gracioso, Chesterton de manera convincente demuestra que  Kipling fue, realmente, un cosmopolita sin raíces locales, y presenta las misas palabras de Kipling para probarlo: si Inglaterra fuera lo que parece, cómo la amaríamos, pero no lo es. La crítica literaria de Chesterton abunda en observaciones tales, que, una vez hechas, parecen tan obviamente verdaderas que están ligadas con la escritura relevante a guíen se las hace. Hoy nos parece obvio que Shaw, el socialista, no fue en ningún sentido un demócrata sino un gran republicano, que hay dos tipos de demócrata, aquel que, como Scott, ve la dignidad de todos los hombres, y el ser humano que, como Dickens, ve que todos los hombres son igualmente diferentes e interesantes; que Milton fue realmente un esteta cuya grandeza no depende de su sinceridad moral ni de nada asociado a esta, sino solo en su estilo, un estilo algo inusualmente desligado de su sustancia. Que la época Isabelina, aunque brillante, no fue una época vasta, sino en la literatura fue una época de presunción y en política una de las conspiraciones pero Chesterton fue el primero de ver tales situaciones, como crítico literario, por supuesto, lo coloco en un lugar muy alto.
La gritica social lo llevo a una tal desconfianza hacia las grandes empresas, su alarma por las consecuencias del desarrollo tecnológico sin dirección y sin control, son hoy más validas de lo que lo fueron en su época. Sus creencias políticas positivas como la que una buena sociedad sería una de pequeños propietarios, la mayoría de ellos viviendo de la tierra, aunque parezca atractiva, me parece expuesta a la misma objeción que el hiciera a las ideas políticas de americanos y franceses en el siglo dieciocho. El suyo fue un gran ideal; pero ningún estado moderno es suficientemente pequeño como para alcanzar un ideal tan grande. En el siglo veinte, la Inglaterra que él deseaba presupondría el más estricto control de la taza natalidad, política que tanto su temperamento como su religión le prohibirían recomendar.
Chesterton creció como unitario, paso luego a la iglesia Anglicana y finalmente en la segunda década de mil novecientos, se convirtió al catolicismo Romano. Hoy al leer un libro como Herejes uno se sorprende de que no se hubiera convertido antes. Si sus críticas al Protestantismo no son muy interesantes, no es su culpa. Ya que era un periodo en que la teología protestante ( y seguramente la católica también) estaba en reflujo, Kierkegaard no había sido descubierto y a Karl Barth no se lo había traducido. Su mejor vuelo lo alcanza cuando expone los dogmas escondidos de antropólogos, psicólogos y gentes de su clase, que claman ser totalmente objetivos y científicos. Nadie ha escrito más inteligentemente y con más simpatía sobre mitología y politeísmo. Juicio crítico y gusto personal son tipos diferentes de evaluación que siempre coinciden en algo, pero rara vez coinciden exactamente. El juicio crítico es, a la larga y en el sentido más amplio, un asunto público; estamos de acuerdo en lo que consideramos virtudes artísticas y defectos artísticos. Nuestros gustos personales, sin embargo, difieren. Para cada uno de nosotros, hay escritores que gozamos leyendo a pesar de sus defectos, y otros que, que a pesar de sus virtudes, nos procuran poco placer. Para hallar un escritor distinto, debe existir cierta virtud con respecto de sus preferencias imaginativas y las nuestras. Como Chesterton escribiera: detrás de la mente de cada artista hay algo como un modelo un tipo de arquitectura. La cualidad original en cualquier ser humano imaginativo es lo plural de la fantasía, es algo así como el paisaje de sus sueños, la suerte del mundo que desearía hacer o aquel en que le gustaría vagar; la extraña flora y fauna de su propio y secreto planeta, el tipo de cosas y situaciones que le agrada pensar. Esto es igualmente verdadero para la mente de cualquier lector. Nuestros modelos personales, también, a diferencia de la escala de nuestros valores críticos (para arribar a los cuales necesitamos mucho tiempo y experiencia) se forman muy temprano en la vida, probablemente antes de cumplir diez años. En las Éticas de Elflands’ Chesterton nos cuenta cómo sus modelos derivan de las historias de las Hadas. Si gozo siempre leyendo, aún en sus momentos más tontos, estoy seguro es que la razón son muchos elementos de mis propios modelos derriban de la misma fuente (hay una brecha entre nosotros; Chesterton no siente o no comprende la música). Hay personas, lo sé porque las he conocido, para guienés Grim y Andersen significan muy poco o nada.       
SOBRE EL CREADOR DE ALICIA EN EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS
Hay una bella historia que dice: yo remaba en la popa y él en la proa… la historiase inventaba y contaba por encima de mi hombro para complacer Alice Liddell quien actuaba como timonel de nuestro bote. Recuerdo que dijo a Dodgson: ¿es este un romance suyo extemporáneo? Y él respondió: si, lo estoy inventando a medida que avanzamos. De cualquier manera, Alicia hizo esta vez algo que jamás había hecho antes: le pidió que escribiera la historia. Al principio Dodgson respondió que lo pensaría, pero ella insistente lo continúo mortificándolo, hasta que eventualmente Dodgson dio su promesa de escribirlo. En su diario de nov. Trece anotó: empecé a escribir el cuento de Hadas para Alicia. Espero terminarlo para navidad”. En efecto, el texto fue terminado en febrero. Las ilustraciones de Tenniel no fueron completadas hasta sep., y Alice in Worderland fue publicado por Mac Millan un año después (casualmente, también el año de estreno de otra obra maestra, Tristán y Isolda, de Warner). Estos sucesos son importantes dado que revelan un tipo de ser humano extremadamente extraño: un hombre de genio que a pesar de su genialidad, no es egoísta. En otros aspectos Dodgson no fu ni desinteresado, ni sin vanidad. Como miembro del Senior Common Room, fue un colega difícil siempre quejándose por cualquier pequeña negligencia o inconveniente. Sostuvo fuertes y controvertidos puntos de vista a todo lo que se relacionaba con el colegio o la universidad (Christ Church) y la ferocidad de panfletos que escribió, no pudieron haberle logrado estima alguna entre sus oponentes. Se sintió siempre orgulloso de su fotografía, y con razón, dado que fue uno de los mejores fotógrafos de su siglo. Puso grandes ilusiones en su teoría de la lógica simbólica, la cual es por lo que he leído más acertada hoy que lo que fue en su época. Tal como lo muestra su diario ya que tuvo un magnifico concepto de su increíble narrativa  logrando inventarse así mismo. Con ese objetivo primordial y en aquello que no tenía rival, contar historias a niñas, pensar en publicación y en fama inmortal, no pareció haberle pasado jamás por la cabeza.
Los dos libros de Alicia no fueron logrados casuales. Hay algunos pasajes en cartas a niñas en lo que la escritura es igualmente trascendente. Por ejemplo: “Hace un calor tan pavoroso, que estado a punto de no ser capaz de sostener la pluma, y aunque hubiese podido no habría tinta: se ha evaporado convirtiéndose en una nube de vapor negro, y en tal estado ha flotado por el cuarto pintado las paredes y el techo, al punto que sería no verlos; ahora sin embargo está un poco más fresco, y algo de tinta ha vuelto al frasco en forma de nieve negra. Durante toda su vida conto historias improvisadas a las niñas que jamás fueron escritas, y que a juzgar por lo que sabemos, pudieron haber sido mejores que las que conocemos que ya son lo suficientemente buenas. A pesar de que ningún ser humano puede ser juzgado a partir de su crianza o de su medio, es legítimo buscar factores que hubieran influido. En su caso particular uno de tales factores pudo haber sido su posición de hijo mayor (su padre fue clericó) en una familia muy numerosa de siete mujeres y tres hombres. Por la época que tenía once años se había convertido en la entretención de la familia. Siendo de ese modo construyo con sus propias manos un tren a partir de una carreta, un barril y un pequeño remolque, que trasportaba pasajeros en una estación en el jardín de la rectoría, a otra; y en las reglas que estableció para este juego, la imaginación de Lewis Carrol es ya evidente: los pasajeros que caían del tren se pedía permanecer quietos hasta que fueran recogidos,  ya que es requerimiento que al menos tres trenes pasen por encima para tener derecho a ser atendidos por el doctor y sus asistentes”. En el caso de los pasajeros que a pesar de no tener dinero deseen seguir en el tren, deberán apearse en la estación en que se hallan y ganar dinero preparando té para el jefe de la estación (quien bebe a todas horas del día y de la noche), y cerniendo arena para la compañía, la cual no está obligada a explicar su uso. Con el paso del tiempo llego a ser editor y principal colaborador de una serie de periódicos familiares, el último de los cuales, The Rectory Umbrella, continuo apareciendo aún después de Carroll se había convertido en profesor titular de Oxford, y que había sido imprimida la primera parte de Jabberwocky. Así, al comienzo de su carrera como escritor, escribía para una audiencia con la cual tenía cierta intimidad y en la que no tenía rival. El escritor común al menos hoy, tiene una experiencia bien distinta: en el momento que comenzaba a escribir no tenía otro lector que sí mismo. Su primera audiencia de los autores rivales aún no publicados, y la única manera de adquirir una propia, logrando que se le publique en pequeños y populares periódicos; está audiencia está siempre compuesta de lectores que no conoce personalmente. Parece claro que aquello que, en su calidad de creador imaginativo Dodgoson más apreciaba, era la respuesta personal e íntima de su audiencia y su concentrada atención (de aquí su pasión por el teatro). Sus escritos para personas maduras no menos que sus historias infantiles, son para la familia (Oxford fue para él, otra y más grande casa cural). Aun tratándose de la compañía de aquellos con quienes se sentía completamente  “en casa”, y que habían desaparecer su tartamudeo, prefirió verse a solas con ellos. He aquí cómo escribió a una madre: “Quería usted decirme si puedo contar con sus niñas para invitarlas a tomar el té, o cenar a solas. Se dé casos en los que no puedo invitarlas sino en grupos, y tales amistades no pienso que valga la pena conservarlas. No creo que alguien que allá visto a las niñas en compañía de sus madres y hermanas, pueda conocer su naturaleza. Muchas conjeturas, con razón o sin ella, han sido hechas acerca de los orígenes históricos de los personajes y eventos de los  libros  de  Alicia, pero  se puede estar seguro de que algunas alusiones que son claramente dirigidas a las niñas Liddell son hoy insuperables. En el momento que contaba una siempre lo hacía para una niña en particular, unja de ellas no Alicia recuerda: una cosa que hacia sus historias particularmente encantadoras para una niña, era el qué a menudo tomaba sus ideas de los comentarios de las niñas. Una pregunta lo lanzaba por una senda de ideas completamente nuevas, de manera que una sentía que había ayudado a componer la historia, y ésta parecía una posesión personal.
Muy pocos escritores, creo, a pesar de lo mucho que deseen la fama para sus libros, se alegrarían al verse en figuras públicas, reconocidas en las calles por extraños; pero Dodgson odio la publicidad más que la mayoría: nada sería más desagradable para mí, como que mi rostro fuese conocida a los extraños y dio orden de que cualquier carta dirigida a Lewis Carroll, Christ Church, Oxford, fuera devuelta al remitente con la observación: desconocido. Pero gracias a la inoportuna persistencia de Alicia Liddell, y afortunadamente para nosotros, el íntimo narrador llego a sr un autor mundialmente famoso. Como usualmente sucede con una obra maestra, la recepción de Alice in Wonder Land fue heterogénea: Al Ilustrated London News y aprobó en su mayoría, condeno la merienda de locos. En Athenaeum lo pensó como una historia rígida y demasiada elaborada; y el Times Illustrated, aunque concediendo que el autor poseía una imaginación bastante fértil, declaro que las aventuras de Alicia son demasiado extravagantes y absurdas como para producir diversión y no enfado e irritación. Cuando siete años más tarde, Through the LookinGlass apareció, los críticos sabían, por el enorme éxito público de Woonderlanl, que debería ser bueno, aunque no puedo pensar una más impropia comparación literaria que aquella de Henry Kingsley, quien escribió: esto es lo mejor que hemos tenido desde Martín Chuzzlewit. Y la fama del libro continúo creciendo. Siempre he pensado que uno aprendería mucho de la historia cultural de un país, a través de los discursos de los seres humanos públicos en un cierto período ante las cámaras, ante la cortes, en los banquetes oficiales, haciendo lista de los libros citados sin revelar su autor. En lo qe concierne a Gran Bretaña, creo firmemente que en los últimos cincuenta años, los libros de Alicia en el país de las maravillas y The Hunting of the Snark han encabezado esta lista. Aquello que Alicia halla extraordinario en los sucesos y la gente de aquel mundo, es la anarquía en la cual estará siempre tratando  de dar sentido y ordenar. En ambos libros los juegos tienen un importante papel. La estructura total de Thorough The LookingGlass está basada en el ajedrez, y el pasatiempo favorito de la reina de Corazones es el Croquet, juego que Alicia sabe jugar. Para jugar algo es necesario que los jugadores que conozcan y obedezcan las leyes del juego, y sean lo suficientemente hábiles para hacer la cosa correcta o razonable, al menos la mitad del tiempo. Anarquía e incompetencia son compatibles con el juego. El croquet jugado con erizos, flamencos y soldados, en vez de los convencionales aros, bolas y mallas, es concebible siempre y cuando éstos traten de mirar el comportamiento de aquellos objetos inanimados; pero en Wonderland, ellos se comportan a su antojo, y así el juego es imposible. En Thorough the LookingGlass, el problema es diferente. Esto no es, como en Wonderland, un lugar de completa anarquía en que todos dicen y hacen lo que se les viene a la cabeza, sino un mundo completamente determinado en el que existe la posibilidad de escoger. Twedledum y Tweedledee, el león y el unicornio, el caballo blanco y el rojo, deben luchar a intervalos regulares sin que se importen sus sentimientos. En Wonderland, Alicia tiene que acomodarse a un mundo sin leyes; en LookingGlass Land, a  uno regido por las leyes a las cuales no está acostumbrada. Tiene, por ejemplo, que aprender alejarse de un lugar para llegar a él, o correr veloz para permanecer en el sitio en que se encuentra. En Wonderland, es la única persona auto controlada. En LookingGlass la única competente. Pero por la manera en que mueve un peón, uno siente que el juego de ajedrez jamás habrá de terminarse. En ambos mundos uno de los más poderosos personajes es, no una persona, sino un lenguaje Inglés. Alicia que hasta este momento ha supuesto que las palabras son objetos pasivos, descubre que tiene una vida y un deseo propio. Cuando trata de recordar poemas que ha aprendido, nuevas líneas vienen a su cabeza inopinadamente, y cuando cree saber lo que una palabra significa, esta torna a significar algo más.
Nada, seguramente, puede estar más lejos de la imagen americana del héroe (pionero, cazador, prepolítico) que está preocupación por el lenguaje. Ella concierne al pensador solitario, ya que el lenguaje es la madre del pensamiento; al político (en el sentido griego), ya que mediante el discurso nos revelamos a los demás. El héroe americano no es ni lo uno ni lo otro.
Los dos sueños de Alicia terminan en un estado de caos avanzado, del que despierta justo antes que se conviertan en pesadillas. Al oír esto, la baraja entera se elevó por los aires y empezó a caer desordenadamente sobre Alicia, que dejo escapar un pequeño grito, un poco de miedo y un poco de indignación, y empezó a defenderse a manotazos. Al hacerlo se encuentra de golpe sobre la ribera del río, con la cabeza apoyada en el regazo de su hermana… Ya varios de los comensales se habían acomodado en los platos, y el cucharon de la sopa avanzaba amenazadoramente hacia donde estaba Alicia. Pidiendo que se apartara de su camino”. Esto no lo aguanto más! Grito poniéndose de pie de un salto y agarrando el mantel con ambas manos: un buen tirón, y platos, bandejas, velas y comensales cayeron al suelo con un estrépito y todos jun tos en montón. Los lugares descriptos son divertidos para visitar, pero no lugares para vivir en ellos. Aun encontrándose allí, Alicia se dice así misma: si algo sucediera de manera natural de nuevo.
Hay buenos libros que son únicamente para adultos, puesto que su comprensión supone experiencias adultas, pero no hay buenos libros que solo sean para niños. Un niño que haya gozado del libro de Alicia en el país de las maravillas, continuara gozando cuando ella o él hayan crecido, aunque la lectura de lo que ellos significan probablemente cambie. Al considerar su valor hay dos preguntas que uno puede formularse: primera, ¿qué penetración proporciona en cuanto a la forma en el que el mundo se aparece a los niños?; y segunda, en que edita el mundo es realmente así?. De acuerdo con Lewis Carroll lo que un niño desea antes de cualquier otra cosa, es el mundo en que se halla tenga sentido. No son las órdenes o prohibiciones como tales, impuestas por los adultos, lo que el niño protesta si no ante todo el hecho de no encontrar ninguna ley que vincule las órdenes entre sí, de acuerdo  a  un  patrón  consiente.  Al  niño  se le dice por ejemplo que no debe de hacer esto y aquello, en una situación castrante que lo delimita. Y luego ve a los adultos haciéndolo precisamente eso, esto sucede en el campo de las convenciones sociales. Es un medio de una terrible falsa educación y ese método de instrucción es a menudo el de un rudo militar. Sin darse cuenta de ello, los adultos pueden resultar duros con los infantes en tal grado que si estuviesen tratando con sus iguales, seguramente serian derribados.
Como es de todos sabidos la Musa de  Carroll se encarnó en una serie de niñas algo mayorcitas. Sintió antipatía y temor por los niños ya vio en carne propia el maltrato con que los adultos se manifestaban. A los veinticuatro años escribió en su diario: pienso que el carácter de la mayoría de las personas que conozco es sencillamente aquel de bestias refinadas. Cuan pocos parecen preocupados por las cosas  que realmente interesan por la vida. Naturalmente, la mayoría de sus niñas amigas provenían de hogares de la clase media alta. Menciona en el encuentro con una niña americana, que pareció no haber sido un éxito. En una ocasión escribió en una revista: Siempre he tenido amor por los niños, aunque me inclino a pensar que no una gran comprensión de ellos… Mi gran diversión consiste en enseñarme su juego de lógica. Debo decir que esto hace que las tardes fueran agradablemente largas, en el momento que la banda tocaba en el desfile y la luna brilla sobre el mar.
A partir de los niños escribió sus cuentos de un ingenio increíble, donde resalta la aventura y el juego dialectico dando a sus temas un asombro marcado por el suspenso.
                  EL HOMBRE DEL MAR
De repente, sin concedernos tiempo para organizar nuestros pensamientos o preparar nuestras frases, nuestro invitado nos ha abandonado; y su retirada sin adiós está de acuerdo con su misteriosa llegada, hace ya mucho tiempo, para habitar la Inglaterra de comienzos del siglo antepasado. Pues hubo siempre un aire de misterio alrededor suyo. En parte a su origen polaco, en parte, a su memorable apariencia, quizás a su preferencia por haber vivido en lo más apartado, lejos de las habladurías de los chismosos. Fue de alcance de los anfitriones; de tal manera que para tener noticias suyas, había que depender de las evidencias de los sencillos visitantes que poseían el hábito de tocar a las puertas, y que comentaban sobre el desconocido huésped que tenía los mejores modales, los ojos brillantísimos y habla el inglés con un fuerte acento extranjero. Aún hoy, no obstante ser hábito de la muerte avivar y enfocar nuestro recuerdo, a la genialidad de Joseph Conrad se adhiere esencialmente no accidentalmente, su difícil acceso. Su reputación en los últimos años fue, con una sola excepción, indudablemente de las más altas de Inglaterra; sin embargo, Conrad para nada fue popular. Fue leído con gusto apasionado solo por algunos ilustrados. Entre sus lectores hubo gentes de las más opuestas edades y caracteres: adolescentes abriéndose paso a través de Marryat, Scott, Herty, Dickens, le leyeron con avidez y igual que a otros; mientras los críticos, los expertos y los quisquillosos quienes a lo largo del tiempo han devorado su integra narrativa, y insistentemente. Una fuente de dificultad y desacuerdo está, por supuesto allí donde los seres humanos en todas las épocas han encontrado su descriptiva belleza. Al abrir las paginas uno siente lo que Helena debió haber sentido cuando, al mirarse en el espejo, supo que hiciera lo que hiciera lo que le ocurriese jamás podría pasar por una mujer de aspecto ordinario. De igual modo, Conrad fue un hombre de talento, se cultivó por sus propios medios y tal fue su apetito hacia una lengua extranjera (atraído característicamente por sus cualidades latinas más que las sajonas) que le pareció imposible trazar un movimiento insignificante de la pluma, su estilo siendo algo como soñoliento e impecable ya que escribía sin esa incesante preocupación por las apariencias, en la maestría donde la belleza enseña que debe ser normativa, que puede estar una noche en el mar. Pues no es inútil extraer tales insinuaciones de su elemento en la cualidad constante de la prosa de Conrad. Pues fue en virtud de algo drástico en él, de sus cualidades de líder y capitán, que Conrad conservo su fascinación sobre niños y jóvenes. Hasta que nosotros fue escrito, sus personajes, tal como nuestra juventud lo percibió con presteza, fueron fundamentalmente simples y heroicos, con el interés metódico del creador. Ellos fue ron marinos acostumbrados a los vericuetos de la soledad y al aroma cautivante del silencio. Estaban en perpetuo sabio conflicto con la naturaleza pero en paz con el factor humano. La naturaleza cuando se navega por aguas tempestuosas se vuelve el adversario por vencer; fue ella quien concede honor, magnanimidad, lealtad las cualidades propias de todo ser viviente. Es él quien en abrigadas bahías exaltó a la feminidad a lindas muchachas impenetrables y austeras. Sobre todo, fue él quien produjo aquellos refunfuñones y probados personajes tales como el capitán Whalley y Old Singleton, oscuros pro gloriosos, que fueron para Conrad lo más escogido de nuestra raza, los hombres cuya alabanza jamás se cansó de celebrar. Estos personajes habían sido fuetes, como los que no conocen las dudas ni esperanzas. Eran impacientes y recios duros y devotos, indomables y creyentes. Gentes bien intencionadas trataron de representarlos hipando luego de cada bocado, realizando sus debere4s con temor de sus vidas. Pero en realidad, fueron hombres que supieron del trabajo y las privaciones, la violencia y las corrupciones (pero no conocieron el miedo, ni albergaron el desprecio en su corazón) Hombres difícil de manejar, pero fácil de inspirar. Hombres sin voz, pero lo suficientemente hombres para despreciar en su corazón las voces sentimentales que lamentaban lo duro de su destino. El suyo fue un destino único y propio. La capacidad para soportarlo les precio el privilegio de los escogidos. Su generación vivió desarticulada y con rigor; sin conocer la dulzura de los efectos o el refugio del hogar
y siendo los hombres del misterioso océano. Tales fueron los personajes de sus primeros libros (Lord Jim, Typhoon, The Nigger of the Narcisuus, Youth), y estas novelas, a pesar de los cambios, están seguros de ocupar un lugar entre nuestros clásicos. Pero ellos alcanzan su altura  a través de cualidades que la simple historia de aventuras, tal como fue constatada por Marryat o por Fenimore Cooper, no ha pretendido poseer; puesto que es claro que para admirar y celebrar a tales hombres y tales hechos, románticamente de todo corazón, y con el fervor de un amante, uno debe poseer una doble visión; se debe estar a la vez adentro y afuera. Para alabar su silencio, uno debe poseer una voz. Para apreciar su resistencia, se debe ser sensible a la fatiga. Uno debe ser capaz de vivir en iguales términos que los Whalley  y los Singletons y no obstante ocultar de sus ojos suspicaces las cualidades que permiten comprenderlos. Solo Conrad fue capaz de llevar esta doble vida, pues él estaba compuesto de dos formas de observar al mundo: al lado del capitán del mar, habitaba aquel sutil, refinado y fantástico analista a quien llamo Marlow, el hombre más discreto y comprensivo. Este cautivante personaje fue uno de aquellos observadores natos,  completamente  feliz  en  retiro.  Para  él  nada fue mejor que sentarse sobre cubierta, en alguna ensenada del Támesis, fumando y recordando; fumando y especulando; lanzando, luego de cada fumada, bellos anillos de palabras, hasta que la noche del verano se nublara con el humo del tabaco. Marlow tuvo también un profundo respeto por aquellos hombres con quienes navegó; pero el vio su humor; husmeo, describió de modo maestro aquellas vivas criaturas que agobiaron con éxito a los viejos maestros. Poseía un instinto por las deformidades humanas; su humor fue sardónico, sin embargo, Marlow no vivió completamente enroscado en el humo de sus cigarros; habituaba abrir los ojos de repente y mirar (un montón de basura, un puerto, un mostrador) y entonces, completar en su ardiente anillo de luz aquella cosa que refulgía brillante contra el misterioso fondo. Introspectivo y analítico, él fue consciente de esta peculiaridad: decía que tal poder le había venido de repente. Podía por ejemplo: acertar a oír a un oficial francés, murmurar a la distancia cualquier tipo de palabras. Nada (cuenta), podría haber sido más común que este comentario; pero el pronunciarlo concedió para mí con un momento de visión. Es extraordinario como vamos a través de la vida con ojos medio cerrados, oídos sordos, pensamientos dormidos. Sin embargo, solo poco de nosotros no ha conocido uno de aquellos ratos momentos de despertar, cuando vemos, oímos, entendemos, a veces tanto. Todo es un destello, antes que caigamos en nuestra agradable somnolencia. Levante los ojos cuando el habla, y lo vi como nunca antes lo había visto. Por algunos años, fue Marlow el compañero preferido. Nostromo, Chance, The arrow of Gold, representan aquella etapa de la alianza que algunos continuaron encontrando la más rica de todas. El corazón humano es más intrincado que la selva, dirán; tiene sus tormentas, sus criaturas de la noche; y si novelista usted quiere indagar al ser humano en todas sus relaciones, el antagonista adecuado es la  mujer y el hombre; la experiencia, la sociedad, no la soledad. Para ellos, habrá siempre una peculiar fascinación en los libros que en la luz de aquellos brillantes ojos caiga, no sobre las aguas baldías si no el corazón de su perplejidad. Pero debe admitirse que si Marlow aconsejo a Conrad cambiar el ángulo de su visión, el consejo fue osado. Pues la visión de un novelista en su caso particular es especializada, ya que siendo un único ser sensible, los aspectos de la existencia en los que puede integrarse son estrictamente limitados. Tan delicado balance se ve fácilmente disturbado. Después del periodo intermedio, Conrad jamás fue capaz de presentar sus figuras en perfecta relación con su fondo. El jamás creyó en sus últimos y más altamente sofisticados personajes, tanto como en sus primeros navegantes. En el momento que tuvo que indicar su relación con aquellos otros mundos ocultos de los novelistas, el mundo e los valores y delas convicciones, se sintió mucho menos seguro de lo que aquellos valores significan, viendo al final de una tormenta, comprobaba una total moralidad. Pero en este atestado y complicado mundo, las tersas frases eran menos y menos apropiadas. Complejos hombres y mujeres de diversos intereses y relaciones, no se sometían a juicio tan sumario;  si lo hacían, muchas cosas importantes acababan el veredicto. Y todavía, era necesario al genio de Conrad, con su lujoso y romántico poder, tener una ley por la cual sus personajes podrían se probados. Esencialmente (en tal creencia se mantuvo), este mundo disque de gente civilizada y consciente está basado sobre unas” pocas ideas muy simples”, pero ¿Dónde, en el mundo de pensamientos y relaciones personales, podremos encontrarlos? No hay mástiles en las salas; el tifón no prueba la valía de los políticos ni de los hombres de negocios. Buscando y sin encontrar tales soportes, el mundo de Conrad del último periodo tiene a su alrededor una involuntaria oscuridad, una indefinición, casi una desilusión que estorba  fatiga.
En el crepúsculo, nos sostenemos solo por las viejas noblezas y sonoridades: felicidad, compasión, honor, servicio; bellas aún, pero ahora fatigosamente retiradas como si los tiempos hubieran cambiado. Quizás fue la culpa de Marlow, su manera de pensar era un tanto sedentaria; había pasado en cubierta demasiado tiempo; esplendido en soliloquios, era menos apto en él toma y dame de las conversaciones. Y aquellos momentos de visión, relampagueando y desvaneciéndose, no servían tanto como las estables lámparas para iluminar las ondas de la vida, y sus largos graduales años. Sobre todo, no tuvo en cuenta cómo, si Conrad iba a crear, era esencial primero que creyera. Por tanto, aunque hagamos expediciones a sus últimos libros, y traigamos maravillosas ganancias, altas zonas permanecerán para la mayoría de nosotros sin pisar. Son los tempranos libros (Youth, Lord Jin, Typhoom, The Nigger of the Narcisuus) los que leeremos en su totalidad. Pues cuando se hace la pregunta, que de Conrad sobrevivirá y en que rango de los novelistas le ubicaremos. Estos libros, con un aire de contarnos algo viejo y perfectamente cierto que ha estado escondido y que ahora se revela, vendrán a la mente y harán que tales preguntas y comparaciones parezcan un poco vanas. Completos y tranquilos, castos y muy bellos, ellos se alzan en la memoria tales como en aquellas noches cálidas de verano, en su lento y majestuoso camino, primero aparece una estrella y luego otra.
          UNA ESCRITORA PARTICULAR
Hablar de George Eliot, es a la vez hablar sobre una gran escritora que influyera a varias generaciones de escritores. Debemos partir primeramente de advertir la credulidad, que poco acredita nuestra penetración, maliciosamente, hemos aceptado la tardía versión victoriana de una frustrada mujer que reino de forma fantasmal sobre súbditos aún más frustrados que sí misma. En qué momento y a través de qué forma su embrujo se rompió, es difícil asegurarlo. Algunos lo atribuyen a la públicación de su “Vida”, quizás fue George Meredith, con su frase sobre el cambiante comiquillo” y la mujer errante sobre el estrado, quien dio punta y veneno a las flecha de miles, incapaces de dirigirlas tan certeramente, pero encantadas de lanzarlas por los aires. La reina Victoria llegó a ser el blanco de burla de los jóvenes, el cómodo símbolo de un grupo de gente trascendental, culpables todos de la misma idolatría y susceptibles de ser despachados con el mismo desprecio. Lord Acton dijo de ella que ‘fue más grande que Dante; Herberr Spencer se refirió ante ella eximiendo sus novelas, como si no fueran tales, cuando excluyo toda la ficción de la biblioteca de Londres. Fue el orgullo y el parangón de su sexo. Además su historia privada no fue más fascinante que la pública. Cuando se le solicito describir una tarde en el convento, el cronista confeso que el recuerdo de aquellas serias tardes de domingo habían llegado a problematizar su sentido de humor. Se había sentido alarmado por la seria dama sentada en la silla baja; estaba tan ansioso por decir algo inteligente. Ciertamente la conversación había sido demasiado seria, tal como el apunte de la delicada mano de la novelista de testimonio. Fue fechado un lunes por la mañana y ella se acusó de no haber hablado con la suficiente prevención de Marivaux cuando, en realidad, se refería a otro. Pero, sin duda, su interlocutor ya había corregido el error. No obstante, el recuerdo de hablar de Marivaux a George Eliot en una tarde de domingo, no fue un recuerdo romántico, se ha marchitado con el paso de los años. Ni siquiera ha llegado a ser pintoresco. En efecto, no se puede escapar a la convicción de que el largo y pesado rostro, con su expresión de serio, sombrío y casi equino poder, se ha impreso en forma depresiva sobre los personajes que recuerdan a  George Eliot, hasta el punto que los mira desde sus páginas. Mr. Goose la ha escrito tardíamente, tal como la vio en una victoria a través de Londres.
Una grande y fuerte sibila, soñadora e inmóvil, cuyo pesados rasgos, algo severos vistos de perfil, quedan incongruentemente coronados por un sombrero, siempre a la última moda parisina, que por aquellos días comúnmente, incluía una gigantesca pluma de avestruz.
Ladie Ritchie, con igual destreza, ha dejado un más íntimo retrato interior: Estaba sentada junto al fuego con un bello traje negro de seda, con una sombreada lámpara sobre la mesa contigua, en la que reposaban libros alemanes y cortadores de papel de marfil. Era una mujer serena y digna, con los ojos pequeños y una voz dulce. Al mirarla sentí a una amiga, no exactamente una amiga personal, pero si un impulso bueno y benevolente. En un viejo texto que escribiera en una revista: debemos respetar nuestra influencia, dijo. Sabemos por nuestra propia experiencia lo mucho que los demás afectan nuestra vida, debemos recordar que nosotros ejercemos el mismo efecto sobre los demás¨. Frases celosamente valoradas, sabidas de memoria; pero imaginamos que treinta años después al repetirlas, surge, de repente y por primera vez, una carcajada. En todas estas memorias se siente que quien recuerda, aun cuando la tuviera antes sí, guardo su distancia y su seguridad, y jamás leyó las novelas en los años siguientes a la luz de una vivida, enigmática o hermosa personalidad brillando ante sus ojos. En la novela, donde tanto de la personalidad se revela, la usencia de encanto es una gran carencia. Y sus escritos que han sido, por supuesto, la mayoría del sexo opuesto, se han dolido, en parte consciente quizás, de su eficiencia en una cualidad consideradamente deseable en las mujeres: George Eliot no tuvo encanto, no fue fuertemente femenina; carecía de aquellas excentricidades  y  desigualdades  de  temperamento  que  dan  a  tantas escritoras la querida simplicidad de los niños. Sé siente que para muchas personas, al igual que para Lady Ritchie, ella no fue amiga personal, sino un buen entender que trasciende lo que escribe. Ero si se consideran más de cerca, encontramos que todos ellos son retratos de una celebrada mujer mayor, vestida de sed negra, conduciendo su sapiencia, una mujer que ha librado su batalla y que ha sabido salirse de ella con deseo de servir a los demás, pero sin deseo de aplicar el círculo que la conocía en los días de su juventud. Muy poco sabemos acerca de esa época suya; pero sabemos que su cultura, su fama, su filosofía y su influencia fueron todas construidas sobre una humilde base: George Eliot fue nieta de un carpintero. El primer volumen de su vida’ es una crónica singularmente deprimente. En él la vemos alzándose, con luchas y quejidos, por sobre el intolerable aburrimiento de la mezquina sociedad provincial (su padre habría medrado y había llegado a ser más clase media pero menos pintoresco), hasta llegar a ser editora asistente de una revista londinense altamente intelectual y la estimada de Herbert Spencer. Al poco tiempo vino la lucha con su traducción de Strauss, tarea en si misa embrutecedora, y dífilamente habría podido ser menos, dado que se alternó con las usuales tareas femeninas de ordenar una casa y cuidar un padre moribundo. Me gustaba andar como una lechuza dice, para gran disgustó de mi hermano. Sin embargo, aunque no podamos leer la historia sin el fuerte deseo de que las etapas de su peregrinaje hubieran sido, si no más fáciles, al menos si más bellas, hay una tenaz determinación hacia el mundo de las ideas que se levantan más allá de nuestra piedad. Su desarrollo por las circunstancias fue lento y dificultoso, pero tuvo el ímpetu irresistible de una arraigada y noble ambición. Logrando apartar todo los obstáculos de su camino. Ella lo conocía todo; lo leyó supremamente todo. Su asombrosa vitalidad había triunfado. La juventud había terminado estando llena de sufrimientos. Por esa razón a los treinta y cinco años en la cima de sus poderes, en la plenitud de su libertad, tomo la decisión, de tan profunda significación en su vida, y tanto nos interesa, y partió para Weimar con George Henry Lewes. Los libros que muy pronto vinieron después de esta unión, dan testimonio, de la manera más compleja, de la gran liberación que comporto la felicidad personal. En si misma nos prodigan una fiesta total. Pero, en la frontera de su carrera literaria se pueden hallar, en algunas de las circunstancias de su existencia, influencias que tornaron su mente hacia el pasado, hacia la aldea campesina, a la simplicidad, a la quietud y belleza de sus memorias de niña, y la alejaron de sí misma y del presente. Se comprende porque su primer libro fue Escenas de la Vida Clerical y no Medidos de Marzo. Su unión con Lewes la  rodeo de afecto, pero en vista de las convenciones y las circunstancias, la aisló también. ´Deseo que se entienda, escribió por esos años de mediados del siglo diecinueve, que jamás  he invitado a alguien a venir a verme sin que antes lo haya pedido. Había sido separada del mundo, conto más tarde, pero no lo lamentaba. Por haberse hecho notable, primero por las circunstancias, y luego inevitablemente, por la fama, perdió el poder de moverse inadvertida entre sus semejantes. Y la perdida para los novelistas fue sería. Aunque expuestos a la luz y al sol de Escenas de la Vida Clerical. Sintiendo la gran madurez de su mente expandirse con tal lozano sentido de la libertad en el mundo de su pasado más remoto, hablar de perdida parece inapropiado. Todo para aquella mente fue ganancia. Todas las experiencias, filtradas a través de capas de percepción y reflexión, la nutrieron y la enriquecieron. Lo más que podemos decir para calificar su actitud hacia la ficción, a partir de lo poco que se sabe de su existencia, es que había aprendido con inteligencia ciertas cuestiones iluminantes que usualmente no se aprenden tan temprano (si se experimentan), entre las cuales, quizás la más importante, la más hondamente arraigada en ella, fue el proceso que gira en torno a la melancolía virtud de la tolerancia, su simpatía esta en los casos ordinarios, y se trata más alegremente cuando trata con la simplicidad de las penas y las alegrías cotidianas. No tiene nada de aquella singularidad romántica que está vinculada a un sentimiento de la propia individualidad, insaciable e incontrolable, cuya forma se corta definitiva contra el fondo del mundo. La corriente de recuerdos que ella derrama tan espontáneamente sobre alguien, escena tras escena, hasta que la fábrica completa de la antigua Inglaterra revive, tiene mucho que ver con proceso natural que nos deja casi sin conciencia de que hay algo que criticar. Aceptamos, sentimos la deliciosa calidez y la liberación del espíritu que solo los grandes escritores clásicos procuraron en su existencia. Y cuando volvemos sobre los libros, luego de años de ausencia, ellos arrojan, aún en contra de nuestras expectativas, la misma carga de energía y calor, de manera que solo ansiamos hacer pereza al abrigo de la calidez, al igual que bajo el sol que golpea la pared roja del huerto. Si hay un elemento de descuidado abandono en este someterse a los humores de los granjeros de Midland y de sus esposas, también es correcto en tales circunstancias. Pero ella atrapa en su apretón un amplio ramo de los principales elementos de la naturaleza humana, y los agrupa libremente con un tolerante y sano entendimiento que (que se encentra al releerla) no sólo conserva sus figuras frescas y libres si no que las confiere un imprevisto dominio sobre nuestras risas y lágrimas. Ahí está el famoso Mrs. Rosser. Habría fácil llevar su idiosincrasia hasta la muerte y, de hecho, quizás George Eliot la hace reír demasiado menudo. Pero la memoria, una vez el libro se ha cerrado, nos trae como en la vida real, aquellos detalles y sutilezas que una característica nos ha privado de advertir el tiempo. Recordamos que su salud para nada era buena. Hubo ocasiones en las que no dijo ni escribiera alguna palabra; fue la paciencia misma con un niño enfermo; ella deliro con Totty. Así se puede meditar y especular sobre cada uno de la mayoría de personajes de George Eliot y encontrar, incluso en el menos importante, una amplitud y un margen en que aquellas cualidades acechan y que ella no está obligada hacer salir de su oscuridad. En consideración a su fracaso, hasta donde fue un fracaso, dicen algunos críticos que ella no escribió una historia hasta no cumplir los treinta y siete años, y que por la época exacta había llegado a mirarse a sí misma con una mezcla de dolor, y algo semejante al resentímiento. Por largo tiempo prefirió no pensar en sí misma, y en el momento que tuvo el primer rubor de energía creativa hubo salido y la confianza renació, escribió cada vez más y más desde su posición personal, pero hizo sin el decidido abandono de la juventud. Su confianza se marca en sus heroínas dicen lo que ella hubiera dicho; ella las disfraza en todas las formas posibles, les concede riqueza y belleza porque si inventa, con menos probabilidades, un gusto por el brandy, pero, desconcertante y estimulante, permanece el hecho de que ella fue compelida, por el propio ´poder de su genio, a traspasar, en persona, la calmada escena bucólica. La noche y la bella niña que insiste en haber nacido en el Molino sobre el Floss, es el ejemplo más obvio del mal que una heroína puede esparcir en torno suyo. El humor la controla y a mantiene adorable cuando es niña y puede ser satisfecha con algo como volarse con los gitanos o hundir las uñas en la muñeca. Pero la muchacha crece. Y antes de que George Eliot sepa que ha sucedido, tiene una mujer adulta en sus manos que demanda algo que ni los gitanos, ni las muñecas, ni el mismo St. Ogg. Puede darle. Entonces de la nada, surge Philip Waken y luego Stephan Guest. L debilidad de uno y la rudeza del otro han sido frecuentemente señaladas. Pero ambos, en su debilidad y su dureza, ilustran no tanto su incapacidad de George Eliot para dibujar el retrato de un hombre, con la incertidumbre, la vacilación y el titubeo que hicieron temblar su mano cuando tuvo que concebir un compañero adecuado para su heroína. En primer lugar, ella es llevada más allá del mundo casero que conocía y amaba, y forzada a dar un paso e introducirse en las salas de la clase media, en las que las jóvenes señoras cantan todas las mañanas, y las muchachas tejen gorritos de lana para las obras benéficas. En tal elemento ella se siente extraña, tal como su torpe sátira de lo que ella llama la buena sociedad, lo demuestra. La buena sociedad tiene su vino de Bordeaux, sus alfombras de terciopelo; sus compromisos a cenar con seis días de anticipación, su ópera y sus encantadores salones de baile. Obtiene su ciencia de Faraday, y su religión del clericó superior, a quien se halla en las mejores casas. ¿Cómo pues, puede tener necesidad de creencias y entusiasmos? No hay aquí rasgo de penetración o de humor, sino solamente, el rencor  por una inquina que juzgamos arbitraria en sus orígenes. Pero siendo terrible nuestro sistema social y más aún el de aquella época, a brindar simpatía y descernimiento hacía, en su caso particular de novelista que traspasa sus límites, Maggie Tulliwer hizo algo peor que empujar a George Eliot fuera de su entorno natural. Insistió en la necesidad de la introducción de la gran escena emocional. Pero si se prescinde de las heroínas sin simpatía, si se confina a George Eliot al mundo de su remoto pasado, no solo se disminuye su grandeza, si no que pierde su verdadero sabor. Que la grandeza está aquí, no podemos dudarlo. La amplitud del proyecto, los fuertes y grandes trazos de los principales contornos, la luz rojiza de sus tempranos libros, el poder de búsqueda y la riqueza reflexiva de los últimos nos tientan a demorarnos y a vagar más allá de nuestros límites. Pero es a las heroínas a quienes debemos lanzar una última mirada. Desde niña he estado buscando mi religión, dice Dorothea Casaubon. Acostumbrada a rezar mucho, ahora difícilmente rezo. No procuro desear sólo para mí. Estaba hablando por todas ellas. Ese es su problema. No pueden vivir sin religión; y desde niñas salen en busca de una. Todas poseen una onda pasión femenina por la bondad, la cual hace del lugar  desde el que se ubican en aspiración y agonía el corazón del libro (quiero enclaustrado como un lugar de adoración), pero en el que ellas no saben a quién orar. En el aprendizaje cifran sus esperanzas, en las ordinarias tareas femeninas; en el más amplio servicio de las de su clase. No encuentran lo que buscan y no debemos asombrarnos. La antigua conciencia de la mujer,  cargada con la sensibilidad y el sufrimiento, y por tantos años muda, parece en ellas haberse rebosado y desbordado, y expresan una demanda por algo (ellas escasamente saben por qué), por algo es quizás incompatible con los hechos de la existencia, demasiado grande para modificar tales realidades, y un humor demasiado amplio para mirar la verdad, porque fuese una verdad dura. Salvo por supremo coraje de su tentativa, la pelea termina para las heroínas en tragedia, o en un compromiso que es aún más melancólico. Pero su historia es la versión incompleta de la historia de George Eliot. También para ella, la carga y la complejidad de la feminidad no fueron suficientes; debía ir más allá del santuario y coger por si misma los extraños y esplendentes frutos del arte y del conocimiento. Luego de haberlos cosechado como pocas mujeres lo habían conseguido, no renunciaría a su propio punto de vista (la diferencia de posición, la diferencia de criterios), ni aceptar una recompensa inapropiada. Así la vemos, una figura memorable, inusualmente alabada, rehuyendo la fama, deprimida, reservada, estremeciéndose en los brazos del amor como si sólo allí hubiera satisfacción y, quizás, justificación; al mismo tiempo, buscando con una exigente aunque voraz ambición toda aquello que la vida pudiera ofrecer a las mentes libres y activas, y confrontando sus aspiraciones femeninas con el mundo real de los hombres. Triunfante fue el resultado para ella, cualquiera que haya sido para sus creaciones. Y cuando recordamos todo aquello que se atrevió y logro, como, con todos los obstáculos en contra suya (sexo, salud, convenciones), ella ambicionó más conocimiento y libertad, hasta que el cuerpo rendido con su doble carga se hundió, tenemos el deber de depositar sobre su tumba lo que tenemos a nuestro alcance de rosa y laurel.
           EL ESCRITOR DE AVENTURAS
Hablar de Roberto Luís Stevenson, es hablar de un escritor de una corta vida, ya que desde muy joven la enfermedad de la tuberculosis. Este escritor de juveniles escritos, nació en Edimburgo Escocia a mediados del siglo diecinueve, el paso por la vida siempre para él fue dificultoso, debido a esa enfermedad, a tal punto que se vio obligado a buscar un clima más favorable, por esa razón se vio obligado a hacer constantes viajes, que a la vez alimentaron su creación literaria. Finalmente, llego a la isla de Samoa en el océano Pacifico donde años más tarde murió en mil ochocientos noventa y cuatro, con tan sólo cuarenta y cuatro años de edad. Durante su corta existencia se dedicó a escribir novelas fantásticas y de aventuras, su obra más destacada fue la Isla del tesoro, luego le siguieron La flecha negra, El diablo de la botella, El extraño caso del doctor Jeckyll y Mister Hyde. Cuenta la historia del médico Henry Jeckyll, que describe una sustancia química capaz de transformarlo, primero, a voluntad y después incontrolablemente en el monstruo Hyde. También se destacó por escribir poesía para niños, que con el pasar del tiempo reunió en el libro titulado: jardín de versos para niños.
La Isla del tesoro, pocos libros merecen ese reconocimiento, publicado en mil ochocientos ochenta y tres. Es una extraordinaria historia, llena de aventuras, intriga y emoción, que cuenta la búsqueda de un tesoro enterrado en una isla desconocida. El infante Jim Hawkons consigue el mapa de un tesoro, que perteneció al capitán Flint y donde ir a buscarlo. Sin embargo no resulto tan fácil: ya que varios piratas al mando de John Silver (Pata de palo), también quieren hallar el tesoro escondido. Esa novela ha sido llevada al cine por diferentes directores.  
      SOBRE EL ESCRITOR DEL CUARTETO DE ALEJANDRIA
Este escritor en mi concepto es uno de los más grandes escritores de todos los tiempos. Ya que toda su vida se dedicó a la poesía, a escribir novelas y viajo constantemente por diversos lugares por diferentes circunstancias. Nació comenzando la segunda década del siglo veinte en la India, a los nueve años de edad sus padres lo llevo a vivir a Inglaterra, donde realizó sus estudios, con el transcurrir del tiempo se fue a vivir a Alejandría y de ahí a la isla griega de Corfú, donde lo visito Henry Miller. Durante la segunda guerra mundial empezó a trabajar como agregado de prensa en el Mediterráneo Oriental. Obteniendo la mayor parte de sus trabajos y destinos a través del servicio diplomático británico, del que Durrell comenta: “Siempre me ofrecieron chollos que yo no quería. Porque he acumulado mujeres, niños y responsabilidades, he estado en países en los que no quería estar y que no me han enriquecido particularmente, pero utilicé mi tiempo de forma voluntariosa, tomando notas y haciendo comentarios crueles sobre mis superiores.
De entre su extensa bibliografía, podemos destacar los ciclos novelísticos, por supuesto como su obra cumbre El cuarteto de Alejandría y El quinteto de Avignon, así como la novela Cefalu, El libro de viajes Las islas griegas o su ensayo Lectura de Henry Miller y Antrobus. En este libro, el protagonista de los veinte relatos, es un rancio personaje de la vieja escuela, toda una institución entre la diplomacia británica, ese Foreign Office que tan brillante e irónicamente ha sabido retratar. Lawrence, anclado en el pasado, este antiguado diplomático de bombín y paraguas negro, ha estado destinado, durante los pasados treinta años, en Bulgaria y otros lugares que en la época estuvieron detrás del Telón de Acero. Aunque no siempre fue culpa de este personaje de Antrobus, lo cierto es que él, al igual que todo el cuerpo diplomático, anda siempre metido en dificultades: agregados militares, ministros, plenipotenciarios, amanches de prensa y toda la pintoresca fauna propia de las embajadas desfila por las páginas de este libro complicado y liando más aún las cosas. Y si finalmente consiguen salir airosos, o casi no cabe la menor duda de que ello es debido a, como dice el protagonista: una gran firmeza ante la adversidad.
Sobre el libro De Limones amargos, escribe el propio Durrell: Las circunstancias me proporcionaron varios singulares ángulos de visión respecto de la vida y de los asuntos de Chipre, ya que realice varios trabajos mientras estuve allí, incluso fui funcionario de gobierno de Chipre durante los últimos años de mi estadía en la isla. De tal modo puedo decir que presencie todo el desarrollo de la tragedia de Chipre al mismo tiempo desde la taberna de aldea y desde la casa de gobierno. He tratado de ilustrarla por medio de mis personajes y de valorarla en términos de sus individuos, antes que de su política, porque quería mantener el libro alejado de los pequeños desprecios en la esperanza de que fuese legible mucho después de que se solucionaran los actuales malentendidos como tarde o temprano tiene que suceder.
Hablar sobre el Cuarteto de Alejandria, equivale a meterse de lleno en los cuatro protagonistas: Clea, Justine, Mountolive, Baltazar. En estas novelas se plantea la posibilidad de una nueva técnica, que a la vez es también abarca una nueva poética visión del mundo y del ser humano, que es un acto concordante con el arte de la ficción, que es esa ilusión de lo conocido de interpretarlo vivamente a partir de los sueños, por realizar, dándole un tono dramático lleno de ese misterio.  
Nota: Clea es el cuarto volumen de las cuatro novelas escritas con el propósito de constituir una obra única. Es una secuela de Justine, Baltahazar y Mountolive. El conjunto de estas novelas forma lo que viene siendo el Cuarteto de Alejandría; un subtítulo adecuado para obra podría ser el de “CONTINUUM VERBAL. En la nota previa a Balthazar expone el autor sus intenciones en cuanto al aspecto formal del cuarteto. En los temas de ejercicios que cierran el volumen, Durrell surgiere una serie de variantes para un posible desarrollo ulterior de personajes y situaciones; pero solo con el propósito de insinuar que aun cuando la serie se prolongase hacia el infinito, la obra no sería jamás un roman fleuve (un término único desarrollado en series), sino siempre estrictamente una parte del mismo “continuum verbal” de modo que si el eje del cuarteto está en el justo centro, podrá iluminar cualquiera de las partes sin que se pierda el ajuste y la unidad continuum. En todo caso, para todos los fines y propósitos, los cuatro volúmenes pueden ser juzgados como un todo. Esta obra es de una vibrante poesía donde se comunican los personajes unos a otros en una existencia llena de acontecimientos cuya esencia es simplemente la magia en el sentido más proyectivo de la vida por ejemplo en este párrafo que dice de este modo: Pero Clea se estrechó aún más contra mí y movió la cabeza como vencida por el sueño, o acaso por la suave explosión de los besos que estallan como burbujas de oxígeno en la sangre paciente. La sacudí dulcemente y ella murmuro: soy demasiado fastidiosa para morir amontonada en un refugio como en una sucia cueva de ratones. Vamos a acostarnos e ignoremos la grotesca realidad del mundo. En estos libros cada pasaje está lleno de un vibrar de la vida, en el que ocurren situaciones bien particulares, que a la vez van trasformado a sus personajes. Donde se confunden ente la realidad y los sueños, en una precisa belleza y la obra en sí ha sido comparada con la Roma d Hawthorne y el París de Proust, en ese fabuloso escenario que es el mundo de Alejandría se relata, el mismo amor de Darley, el narrador por la enigmática Justine, parecen crecer incesantemente, hasta alcanzar en la fascinadora cacería del lago Maréotis una insólita y dramática intensidad.  
     LA ESCRITURA DEL ROMANTISISMO INGLES
Esta escritora bastante anterior a Virginia Woolf, que para los cánones de esa época del romanticismo, la plácida existencia de Jane Austen carecía de una popularidad llamativa, o al menos no correspondería a la de una mujer de letras de la plana mayor: no fuera figura muy reconocida en vida ni mucho obtuvo redención en una muerte incongruente o trágica, no hizo nada referente a la política ni mucho menos la hicieron con ella, aunque ardió su espíritu no tuvo compromiso alguno, no frecuento a los grandes ni trato de fundar con los conocidos algún movimiento; y no busco jamás agitar las tradiciones literarias o hacer valer lo añejo mediante nuevas posiciones. Se limitó a llevar una vida tranquila y retirada de solterona empedernida… y la dedicación a escribir, mucho después de su muerte según algunos críticos dijeron que su literatura se aproximó a la perfección artística. Su vida fue muy corta ya que vivió apenas cuarenta y dos años. Nació en los últimos veinticinco años del siglo dieciocho en el pequeño pueblo de Steventon, condado de Hampshire, en el sur de Inglaterra, su padre siendo un cura era un hombre culto que siempre fomento las actitudes intelectuales y literarios de la inteligente niña. En efecto, hacia parte de la acomodada clase media rural del país, la cual por aquella época había alcanzado un notable nivel educativo. Cualquiera de las obras de esta extraordinaria mujer, basta para demostrar una ágil elegancia de una escritura, aunque muy separada de literatura más contemporánea. En todo caso, en la actualidad se puede apreciar cuán frágil era, y el carácter en últimas fantástico de aquella civilización. Pues la visión romántica que termino anegándola permitió comprobar, situación irónica, que aquellas luces de esos tiempos fueron en el aspecto social un espejismo fabuloso, no importa que tan moral hubiera sido. Este punto de vista anárquico bien puede ser más provechoso para abordar una postura consecuente a lo que vivió, ella le toco vivir la amenaza de la revolución industrial, la vertiginosa urbanización del país y la saturación de lo que ella se atrevía llamarla como: la clase mercantil, que no deja de parecer vulgar, si no abiertamente peligrosa. Y si claramente en sus obras no hay mención directa de los espasmódicos e incontrolables cambios que empezaban a operarse, ni los grandes hechos históricos ocurridos durante su existencia, nada, verbigracia, de las revoluciones francesa y americana. Se sabe que ella fue una gran lectora, no una experta. Adorada la calidad de las novelas, tomándose muy a pecho como el mismo lector victoriano. Como señala Carlos Fuentes a la introducción de Orgullo y prejuicio de la unv. Autónoma de México, “el vehículo literario del nuevo publico burgués y urbano fue la novela: soló esta esta forma ajustada tanto al subjetivismo filosófico como el relativismo moral”, actitudes estas que caracterizaban el pensamiento de este público. Y a la novela se dedicó Jane Ausren, aunque sin compartir del todo esos errados fundamentos, arrolladores formatos y los antiguos códigos del clasicismo.
Por un lado la escritora admiraba la prosa ortodoxa y lúcida del Dr. Johnson, riguroso rector del idioma y el sentido común de la Inglaterra de esa época, así como también la poesía realista, entre humorística y despiadada, de George Grabbe, las novelas epistolares de Samuel Richardson, que alguna vez tratara de emular, con insatisfactorios resultados. Afortunadamente para su escritura se metió con cierto ahínco las obras de Goethe, las sagas históricas de sir Walter Scott, la extraordinaria poesía de Wordsworth, Byron y Shelley. A los quince años de edad escribió la bella novela titulada Amor y Amistad, esta novela llena de sátira local, de ingenio y de obvias cualidades que la habrían plasmado como una buena obra con un buen humor; en La abadía de Northager que la escribiera por mil ochocientos dieciocho, la primera novela que tuvo cierto éxito, apareció junto con Persuasión, se burla de las novelas de misterio que por ese entonces hacían furor. Optó por soltarse más haciéndolo con las novelas Orgullo y prejuicio y sentido sensibilidad, una la escribió 1811 y la segunda 1813. Ambos títulos revelan un distintivo de esta autora inglesa y de la prosa del siglo dieciocho, el gusto por los conceptos abstractos, que ella sigue empleando con el tino y destreza de los mayores de esa época. Sentido y sensibilidad como lo indica el título toca una antinomia candente en esos días, resolviéndola gracias a una actitud de compromiso. Surgiere que el sentimiento intenso y el aplomo no son incompatibles, esos perjuicios para ella no eran aberrantes si se adecuaban en un punto medio. Las jovencitas enamoradas que preconizaban estas novelas tienen el encargo de resolver estos conflictos que obstruyen su felicidad. La forma como respondió a las tentaciones como de la fama es típica en ella. En aquellos años siendo todavía muy joven, por orden del príncipe regente, el futuro Jorge IV a quien ella destacaba, su bibliotecario el señor Clarke le enseño la biblioteca de la residencia  Carlton House, meses más tarde este último le escribía sugiriéndole que convendría dedicarle una novela al príncipe y añadió que, si la vida de un bibliotecario no era de por si un buen tema, “cualquier novela histórica, que ilustra la historia de la muy noble casa de Conburgo, será precisamente en cualquier tiempo muy interesante. La atilda Jane Austen replicó, aclarándola todo para siempre: Muy amables son sus sugerencias en cuanto a la clase de composición que podría acreditarse al presente, y soy totalmente consiente de que una novela histórica, basada en la casa de SajoniaCoburgo, sería mucho más apropiada para conseguir ganancias o popularidad que los relatos de la vida domésticas en aldeas rurales, pero eso es lo que quiero y no es mi estilo.
En fin, está escritora semiclandestina delimitó de tal manera la esfera de su narrativa, que años más tarde se convertiría en un modelo literario para los escritores que como Henry James, se ha preocupado por que la novela sea consecuente consigo misma. Supo ella, con decisión al respecto de su modo de vida, que lo suyo era hacer redimir la literatura, no rendirse y en el campo de la experiencia propia emprender siempre con actitud creadora. Con precisión, ironía, elegancia. Con estos claros elementos inmutables Jane Austen forjo su pluma para producir novelas más profundas, las de la llamada” segunda época” publico la novela El Parque de Mansfield, que contiene perdurables retratos de diferentes tipos de mujeres jóvenes, logra personificar en una pareja seductora de jóvenes llegados de la ciudad a una casa solariega. La heroína ofrece una pasiva y casi exasperante resistencia a su asedio. Representante de un orden que se extingue, su reacción ejemplifica, la noble parálisis que hubo de sumirse el mundo de las ideas clásicas.
Emma fue una de sus últimas novelas publicadas en la existencia de la escritora. Contaba ésta ya con cierta audiencia, no era que hubiera puesto mucho empeño en el anonimato, se encontraba en la sima de sus actitudes. Emma es un personaje más contemporáneo, no está agobiada por la rectitud, La misma escritora anunciaba que pensaba escribir sobre una muchacha que nada más que ella iba a simpatizarle. Amable tanto por su peculiar forma de ser y por sus virtudes, Emma demuestra la honesta habilidad que poseía Jane Austen para delinear su personaje, de forma cautivante y demasiado segura de sí, en esos tiempos su libertad de expresión escandalizaba, la franqueza de sus observaciones sobre las jerarquías sociales enmarcadas por el dinero, por ejemplo es cosa de hábito la sinceridad sexual. Al haber descubierto ese nuevo estilo, acaso un renovado naturalismo donde se revela ella misma, así y toda su reducida obra recibió la admiración de futuros escritores de la talla de Anthony Throllpe, George Eliot, Robert Southey, Henry James, Virginia Woolf, por nombrar unos tantos. También ha sido destacada la totalidad de su obra por ciertos críticos. Debe sugerirse que el carácter de su obra no paso por ser una novela psicológica, ni mucho menos se aventuró en la introspección intimista que años más tarde llegara a obsesionar a la literatura. Le concernían los sentimientos del sujeto en su relación con los otros; no desvió su mirada, ni hizo gran farsa ni mucho menos sentencio tragedias, de duras exigencias que el compromiso social, aun en medio aparente anodino como el suyo, imponía sobre sus integrantes. Sonrió o calló ante las delicias y los horrores que se gastaban en el romanticismo, pero destacaba la peculiar dignidad con que se empecinó en no involucrase ciegamente. A cambio del decorado romántico que en ese momento era parte constitutiva de las letras, enfoco sus novelas con virtudes formales tales como el ritmo diestramente mantenido, la prosa impecable y el agudo tono decididamente femenino, no hay en su escritura soberbios precipicios, peñones y castillos, paisajes sobrecogedores, lagrimas copiosas, pasiones centrales, seres antisociales, ángeles o demonios incomprendidos. La escena más violenta de todas sus novelas es la mencionada caída de Louisa Musgrove en el malecób de Lyne, en Persuasión.
La increíble Virginia Woolf en resumidas cuentas escribió lo siguiente sobre ella: Es probable que mis Cassandra Austen se hubiere salido con la suya, nada tendríamos de Jane Austen, excepto sus novelas. Sólo su hermana mayor escribió libremente, sólo ella confeso sus esperanzas y, si el rumor es cierto, el gran desengaño de su vida. Pero en el momento que Miss Cassandra Austen envejeció, y la fama creciente de su hermana la hizo sospechar que podría llegar el día que los extraños fisgonearan y los estudiantes especularan, quemó, no sin esfuerzo, cuantas cartas pudieran gratificar su curiosidad y conservo solo aquellas a su juicio demasiado triviales para poseer algún interés. De aquí de nuestro conocimiento están muy bien custodiadas, unas cuantas cartas y sus libros. Estos con un ligero reacomodo sirven admirablemente a nuestros propósitos. Por Ejemplo, Jane no fue demasiadamente bella, si tenía una actitud ante la belleza, que conformaba un carácter dulce y emprendedor. Se mantenía en lo que decía siendo una mujer recta en sus cosas, por esa razón desecho a cuanto pretendiente quiso agradarla en pos de un compromiso formal. Su escritura fue impecable, definidora de esos instantes de convergencia, de un ritmo y una elegancia supremamente bien manejados, sus mujeres jóvenes tanto de pensamiento como de actitud.
                        COMENTARIO
A partir de mis lecturas, de leer a otros actores de índole diversa, he logrado escribir este libro de ensayos. El mundo de la literatura es uno solo, está ligado al todo y una cosa tiene que ver con la otra. Sabiendo que cada autor es único, que escribió enmarcado por una época determinada, que supieron liberar de la opresión de un común denominador de una ley injusta. Más en el caso particular de estos escritores que una gran mayoría sufrieron el poder de la época victoriana. El hecho de escribir es interrogarse a uno mismo, fluyendo en todo lo que demanda la fantasía y la encrucijada de una verdad que siempre es movible. Para escribir hay que ser irónico y a la vez desnudo, ya que la razón tan solamente es una disculpa atolondrada.
                                   INDICE                                                                     
Pag. 1El escritor en un ambiente discordante
Pag. 22Alienación
Pa 37El método poético
Pag. 39La época victoriana
Pag. 40El príncipe salvaje de la literatura
Pag.  50La conciencia de la realidad
Pag.  63G.K Chesterton
Pag.  72Sobre el creador de Alicia en el país de las maravillas
Pag. 84El hombre del mar
Pag.  93Una escritora particular
Pag. 106El escritor de aventuras
Pag. 108Sobre el escritor del cuarteto de Alejandría
Pag.  113La escritora del romanticismo ingles
Pag.  123Comentario
Índice.