ENSAYOS DE LA LITERATURA
COLOMBIANA
PREÁMBULO
La literatura
colombiana ha sido desde sus ini- cios hasta nuestros tiempos muy variada,
polémica y controversial, haciendo un recorrido por sus diferentes épocas desde
el momentos que se conoce como prehispánica, el periodo colonial, el
Romanticismo, el costumbrismo, el modernismo, Mito, el nadaísmo vanguardismo
hasta la contemporaneidad.
Todo escritor que asume
su oficio tiene un compromiso con la historia, con los hechos ocurridos en los diferentes periodos de la
histo- ria para poder dejar plasmado en líneas que escribe sus conceptos, para
poder afirmar su pensamiento pero con osadía a la renovación vigorosa del
pensamiento reflexivo cifrando de alguna
manera bajo el pretexto de documen- tación, la realidad, el momento histórico,
la ficción que desea crear de cada obra, la naturaleza de la misma, su entorno,
además la proyección objetiva subjetiva de la misma. Todo escritor a partir de
la experiencia logra vigorizar un estilo propio, con una metodología amplia
como fresca lograra cautivar a los lectores. Aquí abarcare de la mejor forma el
panorama del desarrollo literario en Colombia, ya que la literatura está
marcado por épocas, generaciones o movimientos, lo que se puede apreciar en el
hombre amerindio vale la pena abarcarlo ya que poseen una conciencia mítica
donde busca el manifiesto de sus orígenes que le dan el sentido a sus creencias
como a sus dioses.
Para empezar a hablar
de la historia de nuestra literatura tenemos que ir hacia atrás a ese mundo de
los cronistas, que registraron diferentes acontecimientos, a pesar de que su
espíritu y formación estaba impregnado del Renacimiento con una fuerte herencia
medieval; pero que configuraban híbridos entre historias y anéc-dotas donde
emanan reflexiones, chismes, amo-res frustrados, denuncias del mal trato y
genocidios afligidas por los mismos españoles y por la iglesia.
La escritura tuvo su
mismo desarrollo en todas las épocas, alimentados y a la vez negados por la
mierda de la sociedad que les correspondió vivir, más las diferentes apropiaciones
de la imaginación que han trascendido con furor, belleza y amor; acudiendo para
eso a la bús-queda del asombro y lo que es licito o ilícito a pesar de la
aparente contradicción.
Olvidarse de lo que ha
sido el pasado, de las pasiones de los buenos y malos momentos históricos de
una determina región, de un país es asesinar a la literatura. Son estos
elementos los que alimentaron la gran obra de José Eustasio Ribera, ahí está su
preocupación por los esclavos del caucho, sus denuncias y su inmenso coraje frente
a los problemas limítrofes y la
explotación del petróleo. También esta autenti-cada la rebeldía de un hombre
que tuvo una relación tormentosa con sus mismos paisanos. Lo que escribe con
convicción porque se propuso contar sucesos en su vida que alcan-zaron las
propiedades cualitativas para una buena cantidad de colombianos. Más recién-temente
Gabriel García Márquez, causó revuelo mundial al combinar la historia con la
imagina-ción para dar a conocer un estilo propio; hay quienes lo criticaron, un
ejemplo claro fue el del académico Guillermo de Torre, quien dijo refiriéndose
a la Hojarasca: que no solamente el libro era impublicable, si no que el
muchacho que lo había escrito no tenía porvenir.
En realidad el Carnero
de Juan Rodríguez Fraile, fue el primer libro colombiano con estructura
novelesca, que relata la historia con distintas vicisitudes en un periodo de
cien años, que va de mil quinientos treinta y ocho a mil seiscientos treinta y
ocho, en donde están registrados los incidentes, las noticias de la guerra, los
cambios de gobierno, las hazañas picarescas con desenlaces a veces
impredeci- bles: el levantamiento de los
aborígenes y el sometimiento cruel de que fueron objeto, los crímenes confusos,
las leyendas, los robos, torturas y toda una gama de acontecimientos que
reflejan una gran destreza y evolución de escenarios típicos y personajes
diseñados que reflejan los perjuicios, defectos y virtudes del ser humano de
entonces.
La historia al haber
trascurrido nos enseña, de esos momentos ilustrativos se puede describir la
brillantes de narradores en el Costumbrismo como Eugenio Díaz Castro
(1804-1865), quien fundara con José María Vergara El mosaico. La gruta
simbólica a comienzos del siglo xx, en donde se destacaban Julio Flores, Rafael
Espinosa Guzmán, Emilio Murillo, Jorge Pom- bo y Víctor M. Londoño. El
realismo, ubicado a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX con su
representante más destacado Tomás Carrasquilla con su novela la Marquesa de
Yolombó.
El modernismo, cuya
realidad literaria se da en la capital con el gran poeta José asunción Silva
que escribiera su Nocturno que dice en el poema Adriana: Noble como la cándida
adorada/ Del inmortal poeta florentino, / Coronada la frente inmaculada/ El
dorado cabello/ Que sobre el hombro flota en blondos risos,/ perdida en el espacio la mirada/ Como se pierde en un con-
junto bello/ La de aquel que contempla sus hechizos. Este poeta que vivió entre
los años de mil ochocientos sesenta y cinco y el año mil ochocientos noventa
seis, seguido de tres hombres: Max Guillo, salomón Parra Aguilera y Ricardo
Tirado, con la ambigua expresión de el gran Guillermo Valencia y sus ritos. A partir
de aquí el postmodernismo sobresale sobre todo en la poesía con hombres de la
talla del cartagenero Luís Carlos López (El tuerto), recordado especialmente en
su poema ¡A mi perro: Ah¡, perro
miserable, que aun vives del cajón de la bazofia,/ como cualquier político/
temiendo las sorpresas del palo de la escoba.
Porfirio Barba Jacob,
con su Canción de la vida profunda: Hay días que somos tan móviles, tan
móviles, como las leves briznas al viento y al azar…León de Greiff cuando nos
dice: Juego mi vida, cambio mi vida/ De todos modos/ la llevo perdida.
Otros nombres
importantes de esa época son Rafael Maya; Arturo Aurelio; Luis Vidales y toda
esa gama de escritores que conformaron el grupo de Los Nuevo; Piedra y cielo (1935-1940);
Jorge Rojas nos dice: Dormida así, desnuda,/ no tuviera,/ más pura bajo el
lino. La guarece/ ese mismo abandono que la ofrece en la red de su sangre
prisionera; también hay que hablar de Darío Samper, Tomás Vargas Osorio,
Gerardo Valencia y por supuesto de Eduardo Carranza, con el soneto de Teresa:
teresa la del suave desamor/ y el arroyuelo azul en la cabeza
Algo después está el
grupo de Barranquilla. Los papelipolas, los Cuadernícolas o Cánticos
(1944-1945) donde se destacaron Rogelio Echevarría y Fernando Charry Lara.
El grupo Mito
(1955-1962) con sus hombres de máxima exponente Jaime Gaitán Durán, Eduardo
Cote Lemus, ambos Nortesantan-dereanos, con un trágico final. Según Rafael
Gutiérrez Giraldo. La fusión de la revista Mito de mil novecientos cincuenta y
cinco, significo un salto de la historia cultural de Colombia. Desde el nivel y
de la perspectiva de sus artículos, los poetas y escritores oficiales, los
académicos de una novela, las glorias locales, aparecían como como en lo que en
realidad habían sido: Restos rezagados menores de un siglo XIX de campanario,
Mito desenmas- carado indirectamente a los figurones intelec-tuales de la mal
nacida política, al historiador de legados canónicos y jurídicos, al ensayista
florido, a los poetas para veladas escolares, a los sociólogos predicadores de
encíclicas, a los críticos lagrimosos, en suma, a la poderosa infraestructura
cultural que satisfacía completa-mente, tenía al país atado a concepciones de
la vida y del habla cultura en nada diferente a las que dominaban entonces en
cualquier villorrio.
De Jorge Gaitán Durán
es esta delicia: Dos cuerpos que se juntan desnudos/ solos en la ciudad donde
habitan los astros/ inventan sin reposo el deseo/. / No se ven cuando se
amaban, bellos/ o atroces arden como dos mundos/ que una vez cada mil años se
cruzan en el cielo./ Solo en la palabra, mira inútil, miramos/ cómo nuestros
cuerpos son cuando se abrazan, se pe-netran, escupen, sangran, rocas que
destrozan…
En esos años de intensa
escritura hay que nombra a escritores únicos como Gabriel García Márquez, a la
crítica de arte Martha Trava y Álvaro Mutis,
y otros no tan buenos como: Álvaro Cepeda Zamudio, Pedro Gómez
Valderrama, Rafael Gutiérrez Giraldo.
El movimiento nadaísta
surge a partir del Manifiesto Nadaísta, que escribiera el escritor de Andes
Antioquia Gonzalo Arango, en ese año de mil novecientos cincuenta y ocho donde
perturbaban las manifestaciones obreras y huel- gas, este movimiento de
contra-cultura, de lindo anarquismo también conformado por escritores y poetas
de la talla Amílcar Osorio, Guillermo Trujillo, Alberto Escobar; se unieron
algo después Jaime Jaramillo escobar, Darío Lemos, Humberto Navarro, Diego León
Giraldo, Jorge Orlando, moisés Melo, Pedro José Martínez y Jaime Espinel.
Al final de un diario
de un nadaísta, se lee: Cuatro am. Un alba rojo. Llego a la casa completamente
borracho. En el árbol, frente a la puerta que ostenta el respaldo la leyenda.
Al demonio no entres, vomito. Esta es mi casa hogar.
Junto a ellos otros
narradores comenzaron a surgir como escritores, los casos que se pueden
mencionar, son los de: Maria Mercedes carran- za, Juan Manuel Roca, Geovanni
Quessep, Matilde Espinosa, Dora castellanos, Meira del Mar, Maruja Vieira,
Renata Duran, Luz Meri Giraldo, Mario Rivero, Raúl Gómez Jattín, dario
Jaramillo, Juan Gustavo Borda, José Manuel Arango, José Luis Díaz Granados y
Guimar Cuesta, esta increíble mujer nos dice: Me invade/ un séptimo estado
lunar/ de incertidum-bre/ los lotos/ yogas en flor/ levitares del agua/ tampoco
descansan/ un extraño aire/ de desierto/ los contempla.
Después de transcurrir
varios años fueron naciendo otras voces emblemáticas de la cali- dad de William
Ospina, Robinson Quintero, Juan Felipe Robledo.
Por eso hay que repetir
lo que escribiera charles Baudelaire: el análisis de un libro es siempre es un
esqueleto sin carne. Sin embargo inteligente esté análisis le bastará para hacer
adivinar al espíritu de búsqueda que anima el trabajo…A menudo se repite: el
estilo es el hombre; pero, ¿acaso no podría decirse con igual precisión. La
elección de los asuntos es el hombre? De la carne del libro puedo decir que es
buena, sabrosa, elástica al tacto; pero el alma interior es sobre todo lo que
merece saber.
LOS CRONISTAS
Estos personajes
llegaron de España con los conquistadores, el primero de ellos fue Cristó- bal
Colón, seguido de Vespucci. El espíritu e información de éstos estaba marcados
por influencias del renacimiento con una fuerte herencia medieval, en razón a
que España fue el último país europeo en abrirse a las nuevas interpretaciones
y concepciones del mundo; no obstante, del renacimiento solo se asumió algu-nos
aspectos porque, en términos generales, España continuó sumida en la
mediocridad del medioevo. Los cronistas han existido desde épocas remotas y
parece ser que sus raíces están en los comentarios de Herodoto desde la antigua
Grecia, más tarde en los comentarios de julio Cesar. Sin embargo, las crónicas
elaboradas por los conquistadores carecen de unidad, configu-ran un hibrido de
historias y anécdotas donde confluyen todo tipo de reflexiones, desde chismes
hasta otro por mayores. La cotidianidad basada en fuentes y argumentos a veces
poco confiables, respaldados en la mayoría de veces en citas para producir
confianza o afirmar lo dicho. A través de los cronistas, Europa se enteró cómo
era el Nuevo Mundo.
Fueron varios los
cronistas en el Nuevo Mundo, entre ellos destacamos a: Fray pedro Simón con
noticias históricas de las conquistas de tierra firme en las Indias
Occidentales; fray Pedro Aguado con recopilaciones de Historial; Bernard Días
del Castillo, con Historia verdadera de la conquista de la Nueva España; Don
Juan de Castellanos, con Elegías de Varones Ilustres de Indias; Juan Rodríguez
Freyle, con el Carnero; Lucas Fernández de Piedrahita con Historia General de
las Conquis-tas del Nuevo Reino de Granada; Garcilaso de la Vega con
Comentarios reales, y Alonso de Ercilla con la Araucana, entre otros. Todos
ellos nos dan a conocer, a su manera, la historia, la forma de vida y los
distintos acontecimientos políticos, guerreros y sociales de nuestro pueblo en
sus inicios. Los primeros autores nacidos en nuestro país fueron: Juan
Rodríguez Freyle y Lucas Fernández de Piedrahita.
SOBRE EL ESCRITOR DEL CARNERO
Juan Rodríguez Freyle
escribió el Carnero que lleva por título el de Conquista y descubrimi- ento del
Nuevo Reino de Granada de las Indias occidentales, del mar y la fundación de
Santafé de Bogotá, primera de este reino donde se fundó la audiencia
cancillería; siendo la cabeza se hizo arzobispado. El libro en sí relata los
distintos acontecimientos históricos y cotidianos, enriquecidos por la
combinación novelesca que hace este autor, donde se destacan el adulterio, lo picaresco,
crímenes y venganzas y brujerías, conque va desenmascarando, poco a poco, la
sociedad santafereña de ese entonces. Señala a los grupos que combatieron a los
amerindios del que él formo parte,
especialmente en las campañas contra los pijaos y los timanáes. Freyle es un
investigador depurado de los sucesos históricos. Fue un investigador de los
indígenas en el momento que arribaron los conquistadores, también hablo de la
jerarquía del pueblo Chibcha, las disputas de los caciques Guatavita y Bogotá y
la ayuda que solicito Guatavita al Ramiriquí de Tunja.
Hay que destacar
que en el capítulo XI accede al
encuentro de las fuerzas de conquistadores y nativos y la coincidencia en el
valle de los Alcáceres de las tropas de Quezada, Federman y Belarcazar. A
partir de este capítulo, se hace una relación de los soldados y bienes usurpados
que cuenta cada conquistador, ya que la crónica va tomando una dimensión
diferente que es, en síntesis, lo que le da la identidad que la hizo famosa. Al
narrar el encuentro con los amerindios, los enfrentamientos con éstos y el
asesinato al cacique Bogotá sin saber ni siquiera que esto había ocurrido, va
dando a conocer el carácter histórico que caracterizaba la crónica, lo que
reafirmaba con la venida de Fray Juan de Barrios, primer arzobispo y del señor
Andrés Díaz Venero de Leyva, primer presidente de la Real Audiencia. Por otra
parte hace violentos ataques a la figura bella de la mujer, a la que
consideraba culpable de todos los males y del origen del pecado. Igualmente
recrea y registra, paso a paso, los sucesos que se van dando a diario, tal como
se ven en.
Juan Rodríguez Freyle
escribió: Nací en la ciudad de Santa Fe, y al tiempo que escribo esto (El
Carnero), me hallo en edad de setenta años, que los cumplo la noche que estoy
escribiendo este capítulo, (el segundo). Mis padres fueron de los primeros
conquistadores y pobladores de este nuevo Reino, fue mi padre soldado de Pedro
Ursúa, a quien que Lope de Aguirre después del Marañón, aunque se halló con él
en este reino sino mucho antes, en las jornadas de Tayrona, Valledupar y
Riohacha, Pamplona y otro lugares.
LOS ESCTITORES DE LA CONQUISTA
Lucas Fernández de Piedrahita,
siendo uno de los primeros escritores del país, su principal libro es Historia
General de las conquistas del Nuevo Reino de Granada, fue publicado primeramente en Amberes en mil seiscientos ochenta y ocho, relata las hazañas y
discursos de los personajes, ajustándolos a la realidad. Su trabajo de escritor
rescata al asesino Gonzalo Jiménez de Quezada que dijo en un discurso: Ha
llegado el tiempo, valerosos españoles y compañeros míos, en que todas las
cadenas de los trabajos con que estuviste apasionados aprisionados en la cárcel,
veáis en los dilatados espacios de este país.
Piedrahita fue obispo
de Panamá y Santa Marta y Chantric de la catedral de Bogotá.
Otros cronistas que
nacieron en la nueva granada Fray Pedro Aguado quien
escribió, Recopilación histórica, libro que presentó el acreditado Consejo de
Indias para aprobación en 1979, que denunciaba los atropellos sufridos por los
amerindios en manos de los conquistadores. Escritos que sufrieron tres
censuras, las que finalmente lo mutilaron.
Fray Pedro Simón
escribió Las Noticias historiales de las Conquistas de tierra firme en las
Indias Occidentales, estos escritos son las más importantes recopilaciones de
datos de los primeros años de la vida de Venezuela y la Nueva Granada Bernal Díaz del
Castillo (1496-1584) de nacimiento español ya que nació en Medina del Campo.
Arribo a las Antillas en mil quinientos once, enrolado en el ejército del
sanguinario Hernán Cortes; primero como sargento y después como alférez, al
exterminio del pueblo maya en Guatemala, regreso a España y se opuso al consejo
de Valladolid en 1940 a las buenas pretensiones del padre Bartolomé de las
Casas, de terminar con las encomiendas de los amerindios. Gonzalo Fernández de
Oviedo, fue el primero que se atrevió a escribir la primera novela caballería
en Colombia, en Santa maría la Antigua, pero su escenario cubre algo así como
media Europa. Charibalte (1515) Yo no la he leído, pero alguien que si tuvo
oportunidad de leerla comento: es una obra imaginativa con carácter
ensayístico, por lo que es necesario considerar su dimensión literaria, así
este postra-da en el olvido. Tal vez su texto más destacado sea Sumario (1526)
basado en observaciones escritas en tierra firme. Sus argumentos están basados
en el Darién, donde al parecer vivió varios años. El libro destaca los aspectos
zoológicos, botánicos y etnográficos, mezclados con los temas amerindios, las
explotaciones de las minas de oro y otros asuntos de igual valida que iban
encaminados a despertar el interés del rey Carlos V, en el caso del reino
animal escribió: Hay tigres americanos, gatos, tapires, puercos con el ombligo
en medio de espinazo, osos hormigueros, armadillos, perros mudos, una gran
variedad de aves, monos, iguanas, serpientes, murciélagos, tortugas, cangrejos,
caimanes, hormigas, escorpiones y arañas.
LA POESÍA COLONIAL
En la época colonial,
todo lo que era una actividad llámese como se quiera tuvo una protuberante
influencia española, la poesía no fue una excepción ya que los poetas de ese
entonces nunca pudieron trasmitir en ese sentí- do un estilo muy personal. Esto
ilustra que, entre los autores de esta
parte del mundo, en los cuales es imposible encontrar un estilo y unas voces
auténticas, ya que estaban fuertemente impregnadas por el renacimiento español.
En consecuencia, el Barroco hace presencia con el Culteranismo y el Gongorismo
lo que da como resultado, en algunos autores, un estilo de mala interpretación
consumido a la vez por el facilismo, la imitación y lo prosaico, para poder
escribir una poesía propia. En esto, Domínguez Camargo, fue un adelantado en
América, siendo lo más característico de su obra es el encade-namiento, en
esencia lírica, de sus metáforas barrocas, se dice a partir de esto que no es
más que un engendro gongorista. Sin embargo, lo importante es que él tuvo una
alta conciencia americanista al escribir un poema con tono personal, intimista,
tomando elementos del continente para resaltarlos, como: el clima, el paisaje, las
frutas y otros tantos motivos. Su obra mayor que se debe considerar se trata
San Ignacio de Loyola, publicada en Madrid 1.666 de la cual destaco este
romance: corre arrogante un arroyo/ por entre peñas y riscos,/ que, enjaezando
perlas,/ es un potro cristalino./ Es el pelo de su cuerpo/ de aljófar, tan
claro y limpio,/ que por cogerle los pelos/ le almohazan verdes mirtos.
Según lo que se sabe de
este poeta es que nació en Santa Fe algo así como el siete de noviembre de
1606, siendo un niño murieron sus padres, por lo que quedo junto a sus hermanos
el cuidado de la iglesia, ingresado con ese sentido de los acontecimientos en
la vida religiosa. Fue enviado a Ecuador donde escribió a un salto por donde se
desempeña el arroyo de Chillo, en 1631 es traslado a Cartagena donde le canta a
la ciudad, a su sensualidad y belleza. 1936 por suerte para él y por razones
desconocidas, sus mal entendidos superiores le ordenan la dimi-sión del clero,
eso lo llevo a decidirse regresar a Santa Fe, donde el arzobispo lo vuelve a
ingresar como cura en Gacheta. Ama los banquetes, la ropa fina, la buena vida,
al poseer esa sensibilidad de poeta escribe el pensamiento es una mariposa
sedienta de esplendor.
EL CASO PARTICULAR DE
UNA MONJA LITERATA
El caso de la monja
Francisca Josef del Catillo y Guevara no es muy conocido, ella vivió aislada,
alejada del mundanal ruido y ajena a las influen-cias literarias de su época,
lo que realmente le impidió conocer al mundo. Ingresó al convento a los
dieciocho años, en dicha institución solamente le está permitido leer libros de
índole católica. Por consiguiente, no hay en ella una formación literaria que
se pueda considerar importante, además de desconocer práctica-mente el medio, para
lo que vale las expresiones bíblicas con las cuales va recordando su pasado
familiar cruel, despótico, y de alguna forma ignominioso, para una niña que
tiene convicciones de haber leído entre los ocho y nueve años comedias y que
entre los doce y los catorce leyó a San Ignacio de Loyola, esos nos muestra a
una mujer inquieta, desde sus prime-ros años, por la búsqueda de algo que aún
no sabe, pero que encontrara más adelante en el convento de Tunja. A partir de
entonces, su obra va yendo por un camino de asombro y virtud alrededor de
ciertas cosas para ella nunca existieron, De esa forma cuenta en los Afectos
Espirituales, su principal obra, su dolor interior debido a las pesadillas y a
las enfermedades que la poseyeron en vida, así escribe el mundo de los males
humanos, sus pasiones, sus frustra-ciones, dramas. No hay que dudar que existe
una gran diferencia entre los Afectos y la vida, su obra autobiográfica, menos
lograda, menos difundida. Esa ruptura de alguna manera ella escribió como
sentía y como pensaba, en Afectos esta obra escrita durante el mayor tiempo de
su existencia es el rasgo característico de como sufrió a partir de la fe
cristiana: Fénix, el alma se abrasa/ del sacramento al ardor/ para que muriera
así/ reviva a tan dulce sol. Cante la
gloria si muere, / pues en tan dulce dolor,/ descansa en paz es guíen es/
centro ya del corazón. Ella nació y pereció en Tunja.
LITERATURA EN EL MOMENTO DE LA INDEPENDENCIA
En el siglo XVIII, se
establece en la cabeza de algunos grandes hombres la emancipación para nuestros
pueblos latinoamericanos que con cierta pasión lucharon y logrando alcanzar su
“independencia”. Años caracterizados por re- vueltas, manifestaciones y
problemas en los diferentes virreinatos. A raíz de estos hechos fueron naciendo
los diferentes países que existen hoy en día. Entre las primeras revelaciones
políticas en el continente se destacaron: el levantamiento de los comuneros en
la Nueva Granada encabezado por José Antonio Galán y el de Tupac Amaru en el
Perú.
Habían trascurrido como
trecientos años de do- minio español, con un notable deterioro políti- co,
económico y social, que fue capitalizado por los criollos quienes, a través de
intercambios con otros pueblos. Fueron forjando ideales de liber-tad,
fundamentados especialmente en las concepciones filosóficas y humanitarias francesas. Por un periodo supremamente con-
vulcionado, se nota la ausencia de documentos, proclamas, ensayos y discursos;
el arte quedo relegado a odas, poesías patrióticas, himnos, etc. De este
periodo en nuestro país se conoce a José Eusebio Caro y José Joaquín Ortiz.
EL PRIMER POETA ROMANTICO
Josu Eusebio Caro,
realmente fue el primer poeta de índole romántica del país, ser de una alta
sensibilidad literaria, la que convino con lucha política y el amor al prójimo.
En esto hay que agregar su profunda
formación filosófica, debido a que su obra es una mezcla dolorosa de historia y
de su crisis de conciencia. Caro cantó al amor, a la libertad y la tiranía, por
lo que fue desterrado. Su poesía política es lo menos perdurable, para muchos
por incurrir en el panfleto.
Este hombre fue, sin
duda, el precursor del Modernismo en este país, al introducir modifi-caciones
fundamentales en la poesía. Remplazo la métrica por el hexámetro, así logra una
poética diferente airada con interesante juego entre el ritmo contenido; influencia
que precede de las lecturas de los maestros franceses, norte- americanos y
españoles
Testimonio y prueba de
su trascendencia es el poema Estar Contigo, del que se dice sirvió a Rubén
Darío para la creación de la canción en Primavera: Estar contigo ¿Oh! Ya de
orgulloso estoy cansado/ ya estoy cansado de razón;/ déjame, en fin, que hable
a tu lado/ cual habla solo el corazón.
Este poeta nació en
Ocaña, en mil ochocientos diecisiete, y pereció en San Marta, al regreso de su
autoexilio en 1853. De destacada trayectoria en la política nacional, participo
en las operacio-nes militares de 1840 a 1842.
JOSE JUAGUÍN ORTIZ
Nacido en Tunja, en mil
ochocientos catorce, y murió en Santa Fe en 1892, era un consumado pedagogo, es
además considerado un poeta en transición, sus mayores obras son: Horas de
descanso (1834) y Poesías (1880) sus poemas más conocidos son. La bandera
colombiana, La última luz, Colombia, Al Tequendama. Temas que están desarrollados
a la educación, a la re-trograda religión católica y a los desvirtualizados
símbolos nacionales. Otras figuras que no
podemos dejar a un lado, en este periodo de la historia nacional por sus
distintos aportes por su lucha por la de “inde- pendencia” fueron: simón
Bolívar, denominado “El padre de la patria y el más importante revolucionario
junto a San Martín; Francisco De Paula Santander, unos dicen que traiciono a
Bolívar, se le aclama la organización jurídica administrativa del país. Lucho
al lado del libertador y se distancio de él en 1825; Antonio Nariño uno de los
pioneros, el cual tradujo del francés los Derechos del hombre. Es conside- rado
el prosista más brillante de la época de independencia, creo el primer
periódico La Vácatela; Camilo Torres, escribió Represen- tación del Cabildo de
Santa Fe a la suprema junta Central de España, conocido como el Memorial de los
Agravios. Fue uno de los juristas más destacados de su época, su prosa es
fervorosa, encendida y revolucionaria donde están presentes los sentimientos
patrios de independencia. Fue también participe de la llamada Patria Boba y fue
fusilado por Murillo en mil ochocientos dieciséis.
EL ROMANTICISMO
La forma de ver el
Romanticismo, es una forma nueva de ver la vida, por parte el ser humano del
siglo XIX, especialmente en lo que tiene que ver con todo lo correspondiente
con el arte y con el modo de ser individuo. Se caracteriza por asumir nuevas
ideas y sentimientos, el individualismo consumado, la rebeldía que se
manifiesta, la ruptura con lo tradicional, el inconformismo y la búsqueda de la
identificación. El romanticismo es un estado del espíritu con una
interpretación del mundo, a veces errónea, donde el individuo se emerge en el
alcohol donde el individuo cae en el delirio provocado por el alcohol compro-metido
de cierta manera con la emoción de la inspiración.
Como movimiento
literario, el Romanticismo se sucede desde 1830 a 1860, periodo caracteri- zado
por la anarquía que se generó después de la forma del poder por parte de los criollos
y mestizos, de inestabilidad social y guerras. Es un periodo turbulento,
durante el cual forma enorme auge el caudillismo, que se esfuerza por imponer
supremacía política y llenar los espacios dejados por los españoles después de
ser despojados del poder. En medio del caos, los militares más fuertes imponen
las condiciones a sus adver-sarios, en estrecha alianza con el poder clerical y
con una decisiva presencia inglesa en los distintos aspectos de la vida
nacional. En síntesis, las nuevas naciones eran gobernadas en ese momento por
sus hijos, los caudillos, que a la vez fueron los nuevos opresores.
El Romanticismo a la
vez tiene espíritu idealista, no se conforma con lo que lo rodea, aspira
siempre a un mundo más integro, al no hallarlo se lo inventa, idealizando la
patria, la mujer, la humanidad y el amor. Los escritores tienen la tendencia a
vivir como escriben, lo que hace que lleven una vida taciturna, llena de
imaginación y diferente a lo habitual. Si hay que hablar de los más destacados
autores nacionales románticos, ellos son: Rafael Pombo, Julio Arboleda, Grego-rio
Gutiérrez Gonzales, Diego Fallón José Maria Rivas, Ismael Enrique Arciniegas,
Julio Flores, José Eusebio Caro, Rafael Núñez, Jorge Isaacs, Epifanio Mejía.
RAFAEL POMBO
Este escritor extenso
en su obra, llena de altiva- jos, con un buen número de poemas sobresa-
lientes, en donde lo metafísico y lo amoroso dejan ver una enorme diversidad y
capacidad de su intelecto de escritor, que enlaza los diferentes elementos de
nuestra cultura; alimentada por la elástica experiencia, la misma lectura, la
meditación y las reflexiones, con excelente mezcla de imágenes, y figuras
literarias, expuestas en líneas rebosantes de alegría, vida, sentimientos
estremecedores y hechiceros, que lo llevan a hacer uno de los poetas nacionales más importantes
de todas las épocas, trascendiendo al ámbito universal. Todos estos elementos
hacen de Pombo un poeta romántico, movimiento literario en el que intenta
inmerso y del que deja constancia en su manera de expresar los paisajes, la
raza y el amor. Despertó en ese entonces un espíritu de la naturaleza, logrando
una misteriosa mezcla de los momentos básicos del hombre entre su mundo y el alma,
entre el misticismo y lo rerente de lo espiritual; por eso su mejor obra la
alcanza en el momento combina lo interior con lo exterior. Del poema de Noche:
No ya mi corazón desasosiegan/ las mágicas visiones de otros días./ ¡Oh patria!
Oh casa, oh sacras/ musas mías/ ¡Silencio! Unas no son/ otras me niegan.
La popularidad de Pombo en Colombia y en las
antologías de poesía para niños, se debe, sobre todo, a sus textos para el
público infantil, contenidos en sus libros de Cuentos Pintados y Cuentos morales
para niños (1854) esos textos fueron reunidos de forma póstuma y son desta-
cados por muchas generaciones. El nació y pereció en Bogotá (1933-1922). Doctor
en matemáticas e ingeniero. Fundo con Vergara y Vergara, La siesta, hojas
culturales con las que se oxigenó la literatura y el arte nacional. Fue
diplomático y funcionario público. Combatió la dictadura de Melo. Ejerció la
literatura en Estados Unidos y fue secretario de la academia de la lengua,
tradujo a Virgilio, Horacio, Goethe, Byron y otros tantos.
EL ESCRITOR DE LA MARÍA
Jorge Isaacs, se le
considera uno de los están- dartes logrando la más creación romántica del país
con la novela María. La historia está basada en los amores de dos jóvenes:
Efraín y María. Desde las primeras líneas se plantea el amor, el que se va
expresando de manera nebulosa, incluso en los sueños hasta crear un clímax de
ternura y pasión, que hace que se dé un perma-nente sufrimiento, por una
relación idealizada entre primos, abocados a un amor inocente que, poco a poco,
se va llenando de alusiones y referencias sexuales. Si bien, los enamorados
nunca la materializan, su relación no deja de ser normal, puesto que allí van
surgiendo elementos reveladores como las señales de los ojos, las manos y los
labios.
Este escritor cuya fama
primeramente se debe a su libro de poesía titulado, poesías (1864). Isaacs fue
incapaz de repetir el éxito de su única novela la María a pesar que lo siguió
intentando. Alternando la escritura con varios cargos y al quedar en la ruina
nunca pudo recuperar su fortuna y murió en Ibagué (Tolima) en la pobreza
absoluta en 1895.
Fragmentos capitulo
once: Hice esfuerzos para mostrarme jovial durante el resto del día,, en la
mesa hable con entusiasmo de mujeres hermo- sas de Bogotá, y ponderé intencionadamente
las gracias y el ingenio de P… mi padre se complacía oyéndome; Eloísa habría
querido que la sobremesa durase hasta la noche. María estuvo callada; pero me
pareció que sus meji- llas palidecían algunas veces, y que su original color no
había vuelto a ellas, así como el de las rosas que durante la noche han engalanado
un festín. Hacia la última parte de la conversación, María había fingido jugar
con la cabellera de Juan, hermano mío de tres años de edad y a quien ella
mimaba. Soportó hasta el fin, más tan luego como me puse en pie, se dirigió
ella con el niño al jardín
Otra parte: El
desconcierto de María era ya notable. Yo la miraba; y ella debió hallar algo
nuevo y animador en mis ojos, pues respondió con acento más firme: Efraín botó
unas al huerto; y nos pareció que siendo tan raras, era lástima que se
perdiesen: ésta era una de ellas- María le dije yo- Si hubiera sabido que eran
tan estimables esas flores las habría guardado para vosotras, pero me han
parecido menos bellas que las que ponen diariamente en el florero de mi casa
Comprendió ella la causa de mi resentimi-ento, y me dijo tan claramente una mirada suya, que temí
se oyeran las palpitaciones de mi corazón.
EL COSTUMBRISMO
Surgió en España y se
extendió velozmente por Europa y algo después llego a América. Su nacimiento
prácticamente está ligado a las pu- blicaciones de artículos y narraciones en
los periódicos El Mercantil y El Duende travieso, sin embargo en las Cartas
Españolas, publica-ción surgida en mil ochocientos treinta y uno tuvo su máxima
madurez, forjada en artículos De Mariano José Lanna y mesonero Romanos. El
costumbrismo no aporta estudios ni conocimi-entos básicos sobre literatura, si
no que se basa en la observación de lo autóctono y en los acontecimientos de la
cotidianidad que se reflejan para que aparezcan como verdaderos documentos
históricos de esta época determinada. Eugenio Díaz escribió sobre las
costumbres- no se fundamenta en rasgos fundamentales de la sociedad al
describir las costumbres y los sucesos, resaltando los extremos, a fin de
ridiculizar, a través de la sátira y la burla. En Colombia fue un movimiento de
cierta trascen-dencia y los escritores como tales jugaron un papel
determinante, al punto de haber logrado obras consagradas en las cuales quedo
plasmada la historia del país con su vida social, religiosa, política,
anecdótica.
El costumbrismo es
definido por Antonio José Restrepo como: un género realista, es saleroso para
poder conservar el cuadro de costumbres y quiso mantener las cosas como estaban
queriendo volver sobre el pasado. José Manuel Marroquín uno de sus exponentes
más conocidos señalo: estas narraciones de uno o de más sucesos, de los
comunes y ordinarios, hechos en tono ligero y salpicado de observaciones pican-tes
y chistes variados.
EL ESCRITOR DE MANUELA
Eugenio Díaz Castro
llego a la vida el cinco de sep. de mil ochocientos cuatro en Soacha y
desapareció el once de abril de 1865, fue simple-mente autodidacta. Con José
María Vergara y Vergara fundó el grupo de Mosaico. Con ayuda de Jorge Issacs
publicó los primeros capítulos de su
novela Manuela, entre diciembre de mil ochocientos cincuenta y ocho y abril de
mil ochocientos cincuenta y nueve. En un principio se dedicó a la contabilidad
y al pasar el tiempo se involucró con ese mundo del costumbrismo y empezó a
escribir. Otras obras que se le
deben son: Los aguinaldos en Chapinero,; Bruna la Carbonera, La ronda de don Ventura Ahumada; María Icence o
los pescadores de Funza; el Caney del
Totumo; La Ruana; Un paseo a Fontibón; Una perra ilustre y un recuerdo del
doctor Melendro.
En la novela Manuela, el personaje central Don
Demóstenes es un personaje tradicional que mantiene conversaciones con un cura
y perma-nentemente anda acompañado del perro Ayacu-cho, ágil y juguetón que
pelea a su lado y lo mete en líos con las mujeres que idealiza. Él es un
personaje arraigado de una familia de cierta poción social, que enamora a
varias jóvenes de diferentes clases sociales. En un viaje de vaca-ciones, sale
de Bogotá a un pueblo llamado Parroquia y, estando ahí establece con mujeres, se enamora en primera instancia de
Clotilde quien lo rechaza. Manuela le conoce tan pronto llega al lugar gracias
a que se hospeda en su casa y mantiene una relación permanente con ella: por lo
demás se trata de una lavandera hermosa de diecisiete años que, de a poco
despierta todo tipos de pensamientos en él. Está, sin embargo no demuestra
interés alguno por el visitante, seguramente por estar ocupada con otros
amores, al trascurrir ciertos enredos sentimentales se da un crudo entercado
que generan don bandos bien diferenciados, generando una verdadera lucha de
clases representada en los tadeístas y los manuelistas; especialmente en el
momento que don Tadeo, ofendió, acusa a Manuela de revolucionaria, en un
intento por hacerla coger presa, la persigue y provoca el destierro de Dámasco
su amante.
Claro antagonismo
social que se refleja en los diferentes acontecimientos, especialmente cu-ando
Manuela huye a Ambalema, mientras Demóstenes acusa a Tadeo de adulteración de
firmas y de tener falsos testigos, lo que hace es que las autoridades lo
encarcelen. El hombre huye y con documentos falsos hace restituir sus derechos.
Finalmente, la pareja
conformada por Manuela y Dámasco, se casa. La ceremonia es trágica, ya que
termina con la vida de la pareja en medios de incidentes inesperados, primeramente
la igle-sia se incendia en el momento que ellos se dirigen a ella, después del
matrimonio, Manuela sufre un infarto y muere.
UNO DE LOS PIONEROS DE LA CRÍTICA EN COLOMBIA
José María Vergara
nació en la capital donde también finiquito su vida (1831-1872). Fundó los
diarios El Mosaico y la Siesta, fue un pionero de la crítica literaria en el
país con la obra Historia de la literatura de Nueva Granada, recopilo los
mejores artículos de costumbres con el nombre de Museo de Cuadros de costumbres,
Variedades y viajes; donde se refleja eco-nómica, social, política y cotidiana
del siglo XIX. En sus cuadros costumbristas se destaca Las Tres tazas, donde
describe tres periodos de la historia colombiana por medio de las tazas de
chocolate, té y café. El mosaico en su época estimuló y abrió los espacios
necesarios a los intelectuales para dar a conocer sus obras. El nombre se
resumió a una revista literaria que apareció por primera vez en Bogotá el
veinte-cuatro de diciembre de mil ochocientos cincu-enta y ocho.
EL ESCRITOR DEL MORO
José Manuel Marroquín,
nacido en santa Fe de Bogotá el siete de agosto 1827 y murió el diecinueve de
septiembre de 1908. Fue educa-dor, cuentista novelista, fabulista,
comediógrafo, poeta, ensayista historiador y presidente de la Republica. Cofundador
del grupo Mosaico y de la Academia de la lengua. Otras obras que escribió La
Perrilla, La Carrera de mi sobrino, El Cuento de los trastos, Recuerdos del
campo y otras que no vale mencionar.
El moro es una novela,
que está narrada en primera persona, se trata de la historia de un caballo, que
por medio de diferentes situaciones va conociendo el mundo de los seres humanos,
sus obligaciones que convergen desenvolviéndose, hasta en el amor, la guerra,
las clases sociales; por lo tanto la novela posee un propósito social
moralista. El potro que a la medida que va creciendo va conociendo a quienes le
rodean: el capataz, su propietario, el mozo de cuadra; los distintos amos, las
fiestas, los paisajes sabaneros, los acontecimientos
histó-ricos, su venta, robo, expropiación, botín de guerra; su enfermedad y
vejez. El Moro, simplemente es el pretexto que utiliza el autor para
representar la vida.
LA LITERATURA DEL SIGLO XX SOBRE EL SIMBOLISMO
Empezando ese siglo un
grupo de amigos escritores solían reunirse en diferentes lugares de la
capital, los cuales eran Julio Flores, Emilio Murillo, Martín Alberto Rueda,
Jorge Pombo Eduardo Echevarría y otros menos trascen-dentes. El nombre del
movimientos por cosas del azar se originó en el zaguán de la casa de la sede,
por hallar allí los asistentes un farol con leyenda gruta simbólica en letras
rojas y dora-das, iluminadas por una vela de cebo
Así que el principio
que los guiaba era la exposición de la belleza a través de los símbolos,
apoyados claro está en la literatura francesa que reaccionaba contra el
romanticismo, sin embargo, no se puede definir una escuela espe-cífica en que
ellos se manifestaban en distintas voces: románticos, neoclásicos, modernistas,
con una gran nostalgia por lo clásico.
JULIO FLORES
En mi concepto
comparándolo con otros poetas ya que su poesía, para mí no es determinante y
menos de mi agrado. De Todas maneras nació Chinquinquírá (Boyacá) en 1867 y
pereció en Usiacurí (Atlántico) 1923, estudio en colegios tradicionales de la
región, como: el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario el que dejo en
1885 por la guerra. En 1910 fundó la revista Oriente con Clímaco Soto Borda.
Viajo a Europa e Hispanoamérica debido de la persecución que le hiciera el
general Reyes al finalizar el siglo XIX debido al golpe de estado protagonizado
por el vicepresidente José Manuel Marroquín contra San clemente a Bogotá del
general Rafael Uribe Uribe, Flores público unos volantes poéticos que el
gobierno consideró provocadores, razón por la cual fue arrestado una vez más.
De sus libros algunos destacan: Horas (1893), Cardos y lirios (1905), Gotas de
ajenjo (1908) Fronda lírica (del mismo año), sus descendientes publicaron Oro y
ébano (1941).
EL
REALISMO
El realismo como tal
estuvo conformado por un grupo de escritores que provinieron del costum-brismo
y del romanticismo, es decir, a partir de mil ochocientos sesenta, y
corresponde a la etapa de organización de las repúblicas, siglo XIX y comienzos
del XX, con la influencia de los naturalistas franceses encabezados por Emilio
Zola, el desarrollo literario no es igual en todos los países debido, en
algunos, las nuevas corri-entes llegan
tardíamente, lo que ha generado
un desajuste cronológico, lo mismo pasa con el aspecto político. De 1810 a 1903
la América Hispánica conforma sus republicas. Por esa razón histórica, social y
políticamente no están alejados de sus contemporáneos costumbristas y
románticos, de esa forma el escritor llamado realista revela el momento que le
correspondió vivir, reflejando los sucesos en su magnitud para enriquecerlos a
través de imágenes y a la vez, renuncia a los patrones líricos, extravagantes y
dolorosos del romanticismo.
TOMÁS CARRASQUILLA
Su principal novela es
La Marquesa de Yolom-bó y fue publicada en el folletín del periódico Colombia
de Medellín en mil novecientos vein-te seis. Dos años después, en forma de
libro, en la capital antioqueña.
A través de una
narrativa simple, Tomás cuenta la vida de ese personaje principal, Bárbara
Caballero Álzate, desde su juventud hasta su madurez, resaltando la carencia de
belleza, que le son compensados por su inteligencia y osadía para enfrentar el
mundo de los negocios, el manejo de las minas y sus relaciones con los hombres;
lo que la convierte en una mujer supre-mamente rica. La historia es dura,
salida de las entrañas del pueblo de Yolombó, donde se desarrolla la vida de
Bárbara y los Moreno, su arraiga personalidad y su importante aprecio por la
gente de color, la superstición y su apego amor al cristianismo con
inseguridades y temores. La suerte como el azar, tienen un papel decisivo en la
existencia de ella. En el momento que conoce a Liboria Rayos que la saca de la
ignorancia y le conduce por nuevos caminos, al enseñarle a leer y escribir, ya
madura, lo que le fue extremadamente complicado, debido a que le era más fácil
administrar una mina o montar una mula. Los conocimientos adquiridos, la
fortuna y la suerte, engrandecen en extremo a la mujer jovial, humanitaria,
convertida desde ese momento en un extraño ser egocéntrico, arrogante y
engreído, con notable muestra de superioridad, en el que sobresale el endiosa-miento.
En esta novela que nos deja ver en cada uno de sus personajes hay actitudes extrañas
y opuestas, como el caso de María de la Luz, que es el típico reflejo de la
esposa hacendosa, llena de los prejuicios de las señoras dedicadas al oficio
doméstico, a criar hijos y a ser sumisa y tradicionalista, ella siendo la
hermana de Bárbara.
Totalmente opuesta es
estas es Sacramento, una mujer libertina, con diversos amores en diferen-tes
lugares, con varios hijos de amantes ocasionales. Carrasquilla nos va mostrando
concisamente el mundo pueblerino de esa Antioquia, con sus costumbres arraigadas,
sus tradicionales vestimentas y chismes y sobre todo la actitud frente a otros,
dejando en claro el racismo, la explotación, las diferencias sociales y la
brujería. De otro lado juegan un papel importante en la obra: Serafina Holguín,
distin-guida y elegante; Yalí venida del mundo ancestral de avanzada edad
habladora y fisgona. José María Moreno, anciano parrandero y mujeriego, que se
enamora de la adolescente Silveria Villaciento y enloquece al ser rechaz-ado. Tal
vez el momento más crítico se da cuenta Bárbara es ridiculizada y burlada por
el hombre que ama, Fernando de Orrellana, quien la despoja de sus riquezas, de
su honor, la convierte en el chisme de todos y ella, enamorada, sumisa,
soñadora, loca de felicidad, realiza uno de sus mayores actitudes la víspera de
la boda, libera todos los esclavos. Con ese sentido, Carrasquilla no denuncia
sino muestra la vida de un pueblo, a través del lenguaje castizo.
Tomás de Carrasquilla
nació en Santo Do-mingo, una pequeña población encaramada en las montañas
antioqueñas, feo y supremamente frío, a pesar de eso y tullido pudo estudiar
como cualquier persona. Al vivir en Medellín lo nom-braron miembro del centro
literario que dirigía Carlos E. Restrepo, acepto la galantería demostrando sus
dotes de escritor gracias que tenía una voluntad de campesino laborante de la
tierra, otras obras suyas son: Frutos de la tierra (1986), Grandeza (1910),
Hace Tiempos (que escribió desde el año 1935 al año siguiente). Sus cuentos
son: En la diestra de Dios padre, Simón el mago, Salve Regina.
EL ESCRITOR DE LA VORÁGINE
El protagonista y
narrador principal, Arturo Cova, desde el inició de la novela, enfrenta varias
dificultades que va contando en medio de progresivas crisis mentales. Cova se
ve obligado de huir de Bogotá debido a una aventura amorosa con Alicia, la que
según, el deseo de los padres debía casarse por conveniencia. Luego, fue
despachada por la familia. En una
evasión voluntaria, con un Cova rechazado, que encarna el modo de ser y las
relaciones de su creador; que cuenta una extraordinaria y apasionante historia
de amores, explotación, esclavitud y asesinatos, y una compleja relación del
hombre con la naturaleza a comienzos del siglo XX en lo profundo de la selva
amazónica que culmina con la frase final esta obra !Los devoro la selva¡
Cova describe
increíblemente, a través de sus vicisitudes y sueños, en un mundo donde reina
la fantasía, en ambientes extrañísimos y a la vez desconocidos, en conflictos
con sucesos realiza-dos e irrealizables; es lo que le sucede en un sueño de la
Maporita con su guía, don Rafo. El horror que es la selva, es a la vez símbolo
de una sociedad descompuesta, en permanente pugna de frente a los ojos del
lector, donde se engaña con falsas promesas, inclusive por parte de los mis-mos
gobernantes, lo que trae como consecuencia de un gran abandono y barbarie
auspiciada por el estado, lo que refleja desconocimiento del mundo de la selva,
donde el paisaje ha sido minuciosamente descrito en el diario de Cova que es lo
mismo que decir Rivera: donde los peligros asechan, no provienen solamente de
la fieras y serpientes, si no del mismo hombre y los insectos que producen
fiebres, las hormigas carnívoras que devoran rápido a la víctima, los caimanes,
los peces como las pirañas. Y la desorientación en ese mudo demasiado difícil y
confuso: la selva. No compañero, ni se lo sueñe. Quizás algunos podrían
marcharse, pero pagando, y no tienen medios. No saben el por dónde; el cómo, ni
el cuándo. “Mañana mismo” ¡Ese es un adverbio que suena bien! ¿Y el saldo y la
embarcación, y el sendero y las guarnicio-nes?. Salir de aquí por quedar allá,
no es negocio que pague los gastos, hoy
los intereses solo se abandonan a látigo y sangre.
José Eustasio Rivera
nació en Neiva. En víspe-ras de cumplir los dieciocho años, ingreso en la
Escuela Normal de los Hermanos Cristianos, en donde cursó estudios
ininterrumpidos hasta mil novecientos nueve. Participo con Víctor Mallarino y
Diego Fallón en unas luchas políticas del trece de marzo de ese mismo año hasta
mil novecientos once. Luego laburo en Ibagué como inspector escolar, fue a
Bogotá un año después donde cursó la carrera de derecho en la u. Nacional. El
tres de marzo de 1917 se graduó de abogado con la tesis Liquidación de las
herencias. En 1917 tuvo su primer fracaso político al ser objetado su nombre
para la Ca- mara de Representantes por Monseñor Esteban Rojas. Luego vivió
varios años en los llanos. En 1921 publico su libro Tierra de promisión, un
poemario de cincuenta y cinco sonetos, divididos en tres partes: la selva, las
montañas, las costum-bres y el llanto. Ese mismo año formo parte de la misión
diplomática que viajo a Perú, México y Estados Unidos a la celebración de las
fiestas centenarias de la independencia, A su regreso, adelantó la gran
polémica con Eduardo Catillo, Atahualpa Pizarro y Américo Mármol, de 1922 a
1923 hizo parte de la comisión que habría de trazar los límites en la frontera
Colombo-venezolana. El 21 de abril de 1922 empezó a escribir La Vorágine que
culmino en la última semana de abril de 1924. Al salir su novela al mercado
viaja a Nueva York donde al poco tiempo de haber llegado murió, sin conocerse
las causas de su deceso.
EL MODERNISMO
A partir de la década de los noventa, en el
siglo XIX, irrumpe por primera vez, un movimiento literario y cultural de
América para el mundo, el Modernismo, cuyos caracteres, que determinan su
estilo, se manifiestan en la sensibilidad de un
nuevo lenguaje. A través de la palabra de los contenidos didácticos o
enunciativos, dando lugar a un enriquecimiento del idioma, con una visión
burguesa de la vida. Los modernistas se creen genios encumbrados en una torre
de marfil, en donde no tienen posibilidades los prosaísmos cotidianos, ni la
cabida para el lenguaje popular, pues es un arte para minorías. Sobre el
particular, Rubén Darío dice: Veréis en mis versos princesas, reyes, cosas
imperiales, visiones de países lejanos e imposibles; qué queréis, yo detesto la
vida y el tiempo en que toco nacer.
El modernismo es una
renovación en la prosa y el verso, en los que el ritmo y la musicalidad del
texto van uno junto al otro a lo que expresa el autor. Es un estilo definido,
propio de Hispano-américa, donde se imponen y abundan ambientes extraños que
han dado paso a los ritmos que tienen fuertes nexos en fondo y forma,
predominando el lenguaje selecto, la musicali-dad y la plasticidad. Hace
presencia en nuestro país a través de las figuras literarias de José asunción
silva y Guillermo Valencia.
JOSE ASUNCIÓN SILVA
Escribió una obra breve
de increíble sensibi-lidad, en donde a través de sus poemas y escritos refleja
su temperamento que no encajaron en su época, a pesar de trasmitir un ritmo y
una musicalidad, sin precedentes en anteriores poe-tas. Genio desconocido e
incomprendido si-empre por los suyos. Andrés Holguín dijo: en silva no hay
exotismo ni escapismo. No hay orientes ni cisnes ni edad media ni Versalles ni
siglo XVIII ni princesas. Ya que su poesía no es decorativa ni descriptiva. Hay
no hay falso brillo, ni lujo exterior. Ni esmaltes ni tono elocuente en
tendencia escultórica, ni cientofismo positivista. En Silva no hay leyenda ni
historia. En él están sus mejores poemas, una autenticidad tan de raíz que es
incompatible con el más caracterizado modernismo, hay pues convicción y un
estilo muy propio, en el que la realidad proyecta al escritor por campos
desconocidos en una pugna permanente, entre su conciencia y su mundo comprometido.
El gran renovador de la
poética nacional. Lucho con actitud contra un destino hostil, en una sociedad
ajena a la solidaridad y a los asuntos con refertes a la sensibilidad, por esa
falta de criterio de sus semejantes en ese mundo de rol social que no aceptaba
íntegramente al poeta, golpeado por la muerte ya que la mayoría del tiempo sufrió
fracasos económicos, ya que un poeta no es acto para el mundo de los negocios,
sumado a esto los amores frustrados y amados por múltiples contradicciones
psicológicas que lo conducen a distintos y profundos cambios emocionales que
ven del desprecio por la vida, lo vano hasta el orgullo y la ironía
materializada en su suicidio.
Su obra no muy
abundante y más bien pequeña en volumen; pero trascendental en calidad; unas
220 páginas y 160 en prosa, dividida en: El libro de versos Gotas amargas,
Intimidades y Poemas.
En narrativa solamente
escribió prosas breves, Silva era un lector empedernido de literatura, ciencia,
filosofía, eso lo ayudo a que escribiera como lo hizo, su forma de producción
literaria, de la que se conoce Ronda o Nocturnos. Estos años que lo escribió
son los años dolorosos del poeta: la muerte del padre en enero de 1887 y de su
hermana Elvira en enero de 1891, con la se le han conocido disimiles historias
y leyendas de amores incestuosos, frustrado se sume en la profunda
desesperación que lo llevaron a ese suicidio.
Mucho se ha escrito
sobre Silva, como por ejemplo su antecesor el poeta Charry Lara, en
Divagaciones sobre Silva, dice: Su poesía aparentemente sencilla por el desgano
hacia las imágenes, voces alusiones eruditas, a las que tan dado era el gusto
de la época, plantea en primer término, la necesidad de que, en virtud de la
magia de la palabra y como las vagas formas del deseo, sea posible la expresión
de las sensa-ciones. Los románticos llegaron a manifestar sentimientos. Silva, que es ya un simbolista,
se interesa profundamente en la complejidad de los estímulos sensoriales. Por
lo mismo, en algunos casos sus textos, son la disculpa justa para tratar los
asuntos del momento, desenmascarándolos, para optar de esta forma por sus puntos de vista, los que el autor considera no deberían publicarse al lado de su poesía
lírica, tal es el caso de Gotas amargas, donde tal vez de la mayor confesión
del pensamiento filosófico del autor acerca de la conducta humana, la que
enjuicia severamente.
Partes del poema Una
noche: una noche,// una noche toda llena de perfumes,/ de murmullos y de
músicas de alas,/una noche/ en que ardían en la sombra nupcial/ y húmeda las
luciérnagas fantásticas,/ a mi lado, lentamente, contra mí/ ceñida toda muda y
pálida,/ como si un pensamiento de amarguras infinitas/ basta el fondo más
secreto de tus fibras te agitara,/ por la senda que atraviesa la llanura
florecida/ caminabas y la luna llena/ por los cielos fabulo-sos, infinitos y
profundo espacia su luz blanca;/ y tu
sombra fina y lánguida y mi sombra/ por los rayos de la luna proyectada sobre
las arenas tristes.
GUILLERMO VALENCIA
Para hablar sobre la
vida y obra de este gran poeta hay que señalar que está caracterizada por una
falta de compromiso propio de los poetas de su generación que atendieron más a
la forma, la belleza, la torre de marfil, que al compromiso histórico-social, o
sea no guardaron un equilibrio con el contenido. Eso se debe a la extraordinaria
formación intelectual, ya que su poética surge más de reflexiones que de la
observación sensible de experiencias vividas. Su obra enmarca un mundo de
historias, culturales, religiones y mitos en donde tienen especial atención los
héroes griegos, distintos y los recuerdos bíblicos; temas que maneja con el
vigor de su expresión donde se destaca la sonoridad de su verso elocuente
apuntando a lo que es Rubén Darío, o en ocasiones diluido en sugerencias
amorosas por consiguiente no existe el calor humano de sentir, el canto de la
angustia del alma, la expresión de la emoción primaria, sino que abandona el
compromiso del hombre con su entorno, con su realidad cotidiana: la vida, la
muerte, el amor, lo político-social. Toda su obra está fuertemente influenciado por el
parnasianis-mo trasladado y acomodado en América. En la historia literaria del
país, Valencia es el poeta mejor acogido por la alta burguesía, que lo
convirtió en su símbolo. Su obra más destacada es Ritos, en donde se nota una
poesía innovadora de las formas tradicionales, con un verso fresco, donde está
presente como lo dije antes el parnasianismo
Este poeta nació y
murió en Popayán (1873-1943). Como todas las personalidades de ese entonces,
estudio en el seminario, donde aprendió latín, griego y posteriormente francés
y otros idiomas. Fue candidato a la presidencia de la república en 1918 y en
1936, formó parte de la comisión internacional que buscaba un acuerdo sobre
Leticia.
Del poema: Hay un
instante: Hay un instante del crepúsculo/ en que las cosas brillan más,/ fugaz
momento palpitante/ de una amorosa identidad./ Se aterciopelan los ramajes/
pulen las torres su perfil,/ burila un ave su silueta/ sobre el plafondo de
zafir.
EL POSMODERNISMO
En el país, la ruptura
con el modernismo la hacen dos poetas totalmente opuestos en estilo, manejo de
imágenes, concepción de mundo y obras. Se trata de los poetas Luis Carlos López
(El tuerto) y el gran Porfirio Barba Jacob. López desarrolla una prosa
cotidiana de crónica poderosa, vigorosa, caricaturesca, en donde la imagen
juega un papel primordial, que enri-quece con elementos extraños, los cuales le
sirven para producir contrastes que nos va revelando en cada una de sus frases,
es el caso de los retratos, que dejan de ser simples rasgos o descripciones
humorísticas para convertirlos, a través de la ironía, en elemento críticos con
un lenguaje nuevo, en donde se puede observar un total distanciamiento con el
modernismo mediante el tratamiento de lo picaresco, con un ritmo musical. Allí
el realismo tiene un papel predominante al profundizar con ironía, para
determinar las costumbres provincianas como un lenguaje sencillo y
conversacional que logra trascender no sólo la obra sino también las cos-tumbres.
LUIS CARLOS LÓPEZ
Nació como murió en la
ciudad heroica (1879-1950). Publico los libros de poesía: De mi Villorrio
(1908), Posturas difíciles (1909) Vari-os a varios, en colaboración con Manuel
Cervera y Abraham Z. López (1910). Por el atajo, (1920) y Hongos de la Riba
(1942).
En 1915 funda en
Cartagena el diario la Unión Comercial, que dirigió con dos de sus hermanos.
Colabora por algún tiempo en el diario la Patria. En 1928 es nombrado Cónsul en
Múnich y publica la edición definitiva de Por el atajo. A su regreso dirigió la
Imprenta Departamental de Bolívar, de 1937 a 1944, es Cónsul en Balti-more. En
esos años publicó la serie calles de Cartagena y La pantalla del tuerto.
PORFIRIO BARBA JACOB
Es considerado uno de
los poetas más grandes y de mayor trascendencia universal por la hon-dura y
sensibilidad expresiva, en donde juega un papel importante la muerte, la
soledad, la incerti-dumbre, la angustia, el amor y el dolor manifes-tado en
gritos desgarradores a manera de llamados, que salen de lo más profundo de ser para
prolongarse indefinidos en el tiempo y el espacio, por lo mismo, es una poética
que se va sintiendo y bebiendo a sorbos, a medida que pasamos por cada una de
sus líneas ya que sus poemas son el resultado de un todo reflexivo, sentido y
padecido, lo que deja trascender la extraordinaria combinación de vivencia y
crea-ción. Para nada es una poesía retórica, debido a que parte de visiones que
se expresan a la manera de sensaciones, intuiciones, depresiones y pasiones,
sustentadas por su ritmo vital y una intensa musicalidad, lo que crea una
especie de simbiosis de lo vital y lo cultural.
En su obra se mezclan
distintos elementos de la vida y podemos decir que su obra genera ruptu-ras y
cambios, ya que se refleja una manera nueva de ver el mundo y entender la
sensibi-lidad del arte por medio de la poética y con angustiada rebelión contra
el tiempo vano y contra los cielos hostiles.
Fue un fecunda viajero
que llevo su poesía a México, Cuba, Argentina, teniendo gratas y desesperantes
experiencias de vida. Si esa poesía hay oscuridades, algún día las calmara su
tragicomedia y su misterio.
Su nombre original era
miguel Ángel Osorio Benítes, quien se hizo llamar Main Ximénez, Ricardo
Arenales y de último Porfirio Barba Jacob. Nació en 1883 en Santa Rosa de Osos,
departamento de Antioquia y murió en 1942 en México. Su obra está compuesta por
ciento cin-cuenta poemas, de los que se conservan uno ciento veinte. No publicó
por iniciativa propia, sin embargo, en vida se hicieron tres ediciones de sus
textos en México, Guatemala y Colombia, bajo los títulos de canciones y elegías
(1932), Rosas Negras (1933), Y la canción de la vida profunda y otros poemas
(1937) y el Corazón iluminado (1942). Participo en la guerra de los mil días
(1901-1902). Transeúnte permanente y prolífico, trabajando por lo general en
periódicos y colaborando en revistas.
Canción de la vida
profunda: Hay días que somos tan móviles,/ como las leves briznas al viento y
al azar…/ Tal vez bajo otro cielo la gloria nos sonrisa…/ La vida es clara,
undívaga y abierta como un mar. Hay
días que somos tan fértiles / como en el abrir del campo, que tiembla de
pasión:/ bajo el influjo próvido de espirituales lluvias,/ el alma está
brotando floresta de ilusión.
LOS
NUEVOS
El dieciséis de julio
1925 apareció en la escena de la literatura colombiana la revista Los Nuevos,
para dar a conocer el movimiento literario integrado por quince escritores,
donde el menor contaba nada más con diecinueve años y el mayor con treinta
años; bajo la dirección de Flipe Lleras
Camargo y la secretaria de su hermano Alberto, otros integrantes del grupo
fueron: German Arciniegas, Eliseo Araujo,
Enrique Gaviria, Rafael Maya, José Mar, Manuel García, Jorge Zalamea,
León de Greiff, Luis Vidales y otros menos destacados. La edición de la revista
realizo cinco ediciones. Este grupo se manifestó preponderantemente se opuso a
las costumbres, a quien censura el falso romanticismo provinciano; en
consecuencia, se consideraban renovadores, donde lo funda-mental es defender
los intereses del país, los derechos reivindicados populares, a partir de los
principios y la concepción del mundo de cada autor; esa es la razón para que
unos opten por el sendero de la poesía y otros por el periodismo, la política,
la novela y la crónica.
Fernando Charry Lara,
en su estudio sobre la literatura colombiana nos recuerda a Rafael Maya cuando
escribió sobre los Nuevos: Este grupo bien represento un rompimiento político y
literario en relación con los centenaristas pues en política volvió a las afirmaciones extremas, como reacción contra
el sincretismo anterior, y en el campo intelectual amplió considerable-mente el
radio de la creación artística, permaneció, no obstante, fiel a ciertas
escuelas del siglo pasado, como el simbolismo y el parnasianismo francés, por
una parte, y el otro lado con la tendencia clásica, profundamente modificada
por lo que hubo en el modernismo de más próximo a esta escuela.
LEÓN
DE GREIFF
Fue sobre todo un gran poeta
de increíble musi-calidad e ironía, encaminada, la mayoría de las veces contra
sí mismo, en una poesía burlona y a la vez erudita de mucho intimismo,
enriquecida con la invención de palabras y permanentes cambios de giros, que lo
hacen intenso, original, creador de un mundo auténtico coherente, carac-terizado
por las pasiones, la soledad, la nostalgia, la muerte y los desgarramientos
interiores, palpando en los sarcasmos, legán-donos una obra vibrante,
inconfundible y personal, con una caracterización muy propia en la que
sobresalen las alusiones a su vida, haciendo de su poesía una interminable
confesión de lo que hizo y dejo de hacer.
Este poeta de
nacimiento en Medellín, en el año de 1895 y falleció en la misma ciudad en
1976. Ingeniero de profesión, ejerció en la banca, en los ferrocarriles en el
área de extensión cultural. Publicó en el año de mil novecientos veinte cinco
Tergiversaciones, El Libro de signos 1930), Variaciones alrededor de la nada
(1936), Poemas de Gaspar (1937), Farrago (1945), No-va et vetera (1973). En mil novecientos
setenta y tres fundó la revista Panida que funciono entre 1915 y 1920. Dirigió
la revista de Las Indias.
Del relato de Sergio
Stepanky: Juego de mi vida, cambio mi vida./ De todos modos la llevo
perdida… La juego o la cambio por el
más/ infantil espejismo,/ la dono en usufructo, o la regalo… La juego contra uno o contra todos,/ la juego
contra el cero o contra el infinito,/ la juego en una alcoba, en el ágora, en
un garito,/ en una encrucijada, en una barricada, en un motín;/ la juego
definitivamente desde el principio hasta el fin,/ a todo lo ancho y a todo lo hondo/ en periferia o en el medio, en el sub-fondo
JORGE ZALAMEA
Este excelente poeta
nació en Bogotá (1905-1969), estudio en la escuela de agricultura y
desafortunadamente para Zalamea casi obligado por sus padres entro en la
escuela militar, de donde se fugó. Desde los diecisiete años escribió cuentos y
reseñas para la revista Cromos, viajo varias veces por diferentes lugares del planeta,
desempeño varios cargos públicos y desempeño como diplomático en México y
Italia. Tuvo la suerte de pertenecer al colectivo de poetas agrupados en torno
a la revista literaria Los Nuevos, cofundador en 1925 y por la cual se dedicó a
la poesía de ese momento de comienzos del siglo XX: León de Greiff, Luis
Vidales, Rafael Maya y del mismo Zalamea escribió ensayos, obras de teatro y
poesía. Muestras de las primeras son: El libro maravilloso de los libros y
Infancia y adolescencia de Bolívar (1938), Nueve artistas colombianos (1941),
Su Poesía ignorada y olvidada, ganadora del premio Casa de las Americas, luego
escribió El Gran Burundón Burundá la muerte (1925), Sátira de un dictador y de
lo que sucede a su alrededor (1925). Es autor también de La Metamorfosis de su
excelencia (1949, su obra póstuma El Sueño de las escalinatas (1964). De su
periodo teatral hay que destacar: el regreso de Eva (1927) y el Rapto de las
sabinas, Tradujo poesía, ensayo del inglés al francés.
Del sueño de las
escalinatas: detras de mi está el río. lo siento correr sobre mis riñones y
yerta cadena de plomo, invitándome al lento viaje de la muerte, como a
vosotros: seres de condición contradicha y de voluntad incierta. Pero sigue la
audiencia y prosigue la acusación. Y TE acuso, Río hipócrita, con tus aguas de
adobe desleído y de cañas podridas crees ocultar tus crímenes de inundador y
saqueador de aldeas; con la mimosa sonrisa de tus breves ondas y los arrebatos
de tus remolinos danzantes, procuras disimular el rapto de los niños muy las
mozas que bajaron de los pueblos sedientos para mirarse en sus sucias aguas
RÍO-MITO: estas ahí, a
mis espaldas, con tu lengua salaz de Celestina, con el rumor canalla de vanas
promesas. Todo burbujeante y espu-meante de historias y misterio. Exhalando el
vaho muchos siglos. Sorbiendo y convirtiendo en onerosa tasa marítima la
polvareda de las necias obras humanas.
RAFAEL
MAYA
Fue uno de los poetas
más integro como ilustres del grupo de los Nuevos, destacado por su apego a la
antigüedad. Brotan en su obra deudas con Virgilio, Horacio y la generación
española del 98. Esto hizo que su poesía se moviera entre los contrastes de la
mitología griega y su admiración por la naturaleza. Al respecto, David Jiménez
Panesso, dijo: Maya es, tal vez, el último poeta y escritor de este país dueño
de todos los secretos artesanales de la poesía clásica. Y leerlo es todavía
hoy, un admirable espectáculo en ese sentido, la variedad de metros, de formas
estróficas, de acentuaciones, es verdaderamente sorprendente.
Este poeta de lo natural
nació en Popayán el 19 de marzo de 1898 y murió en la capital del país el 22 de
julio 1980. En mil novecientos diecisiete publicó sus primeros versos en la
revista Lira de Hermanas. En 1922 fue nombrado como el pri-mer secretario de
aviación en el ministerio de guerra. Desde 1924 ejerció como periodista en
Barranquilla, donde se destaca su reportaje que le hizo a José María Vargas
Vila.
Fragmentos de un poema
suyo: La tarde clara y lenta, me dijiste/ es una urna que nuestro amor
encierra, un último canto de la verde tierra/ fiesta final a la que Dios asiste.
Fragmento de otro
poema: Yo tenía dos alas/ el ala azul, el ala roja,/ El ala azul, era en mi hom-bro
como el pelo/ que el huracán profético desenvuelve/ en torno del brazo de las
sibilas.
AURELIO ARTURO
Esta poesía que linda
perfectamente con el misterio, que traduce esos versos con el habla de los
bosques, ríos, plantas, la involucra a la manera de pincelazos la vida
trascendente, entre nostalgias, sombras, tristezas y ensoñaciones. Con
desbordante lirismo, alta musicalidad y ritmo. A través de la palabra va
evocando la inti-midad y la naturaleza con el ambiente de ideas propias donde
la memoria juega un papel impor-tante en la evocación y la selección rigurosa
de los vocablos.
Este gran poeta después
de unos años de los Nuevos y antes del movimiento Piedra y cielo, se le podría
clasificar, al estar distanciado de los grupos, por esa razón es
inclasificable, además su obra tiene valor por lo que es, poesía muy auténtica
y original de un hombre que no escri-bió mucho.
Hay que decir que el
poeta nació en la Unión (Nariño) en mil novecientos seis y pereció en mil
novecientos setenta y cuatro. Estudio dere-cho y trabajo largamente en el Poder
Judicial, al retirarse y abandonarse en una pequeña finca campestre escribió
Morando el Sur, sus primeros poemas se conocieron en 1939 en periódicos y
revistas. Su libro Morada al sur se publicó en 1939, reeditado desde ese
entonces varias veces. En 1963 le fue atribuido el Premio Nacional de Poesía y
se publicó su libro. En 1982 Colcultura publicó en Cuadernos de Poesía una
selección de diez poemas bajo el título de Un país que sueña.
Y esta es la canción de
un verano/ entre muchos hermosos veranos,/ cuando el polvo se alza y danza/ y
el cielo es un follaje azul, distante. Y entonces fue cuando vino con las brisas/
que se levantan de los arroyos/ y de sus conchas, la que cantaba/ la canción
del verano, la canción/ de yerbas secas y aromáticas/ que arrullaban, cuan-do a
mi lado/ la sentía como una tierra que/ respira como un sueño de/ pólenes y
estrellas que resbalan/ tibias por la piel y las manos.
LUIS VIDALES
Sobre este poeta representante
de la izquierda colombiana, hay que decir que llevo a cabo una ruptura con los
vicios de la lírica y las corrientes poéticas predominantes de la época sumidas
en regazos de romanticismo y modernismo. Al impregnar su obra de alegría y
vigor, como tras-plantar en ella elementos nuevos provenientes de los cambios,
del desarrollo científico. Socio-económico y político que permite tener una
mejor visión del mundo. Es frecuente encontrar allí objetos cotidianos que van
asumiendo vida a ser evocados con cierta ternura en medio del humo con la pipa,
con humor, erotismo y un lirismo fresco y nuevo, en los momentos que la
humanidad está viviendo nuevas formas de apreciar la vida, lo que le permite
observar una mujer tierna, sensual, erótica en un mundo demasiado complejo de
hombres oprimidos que forman levantamientos huelguísticos con trin-cheras desde
las fábricas en donde la injusticia con el obrero es igual a la del hombre de
la calle, todo ello finalmente se refleja en la violencia; fundamentando en contrastes
que van desde las canciones de huelga. A la izquierda: a la izquierda/! Los
pasos del tren:/ Y el tren quieto, quieto el tren, muerto el tren/ O el
recuerdo del visitante: Alguien llega de pronto y esconde la sencilla/
presencia en el mutismo de su forma
inasible.
Critica mordazmente a
la sociedad decadente, mediante un lenguaje sencillo pero expresivo e irónico;
es su ironía donde está la fuerza de su lenguaje al convertirlo en elemento de
ideas, que identifican las multitudes posibilidades de hom-bres y de mujeres
que se representan siempre reflexivos ante un mundo cada vez más conflictivo,
de esta se expresa la voz del poeta desde distintas etapas de su existencia.
Luís Vidales tuvo la
fortuna de nacer en la hacienda Rioazul, municipio de Calarcá (Quin-dío), murió
en Bogotá en 1986. Fue dado a conocer el veintiséis de julio de mil noveci-entos veinte seis por su amigo Luis
Tejada, con estas palabras: Yo presento a Luis Vidales y reclamo para él el
título de poeta es el mejor y el más noble sentido de la palabra. Fue uno de
los fundadores del partido comunista colombiano en el año de 1930. Sus obras
son: Suenan timbres (1926), La obreríada (1978); en ensayos tiene Tratado de
estética (1945); La insurrección desplomada (1948), Circunstancia Social en el
arte (1973). En mil novecientos veinte seis fue incluido en La Antología
poética de Jorge Luis Borges, el poeta chileno Vicente Huidobro, Alberto
Hidalgo, hombres en ese entonces de la nueva poesía americana (Buenos Aires),
junto a sesenta un poetas de más de nueve países. En mil novecientos ochenta y
dos La universidad de Antioquia le otorgó el premio Nacional de poesía. Fue
diplomático y asesor del presidente Salvador Allende en Chile. El gobierno
Sovié-tico le otorgó el premio Lenin de la paz.
Parte del poema Los
Ruidos: Ruidos de los ca-fés/ que se escapan por las bocinas de los telé-fonos/
ruidos maravillosos de las casas./ Yo sé que cada casa/ tiene sus ruidos
especiales./ Así conozco la casa de mi amigo/ y reconozco la mía/ de lejos/
entre la aglomeración de constru-cciones./ Ruidos de la ciudad que sólo es
calles y calles/ en la ciudad que esta de espaldas/ volte-ada hacia adentro/
hacia los interiores de las casas.
EL
MOVIMIENTO PIEDRA Y CIELO
Este grupo que estuvo
constituido por escritores que se dan a conocer entre 1935 y 1940,
caracterizados por una fuerte influencia por la generación del veintisiete
español, además de Neruda y Guillén. El nombre fue tomado del libro Piedra y
Cielo de Juan Ramón Jiménez. Sus integrantes bebieron y se alimentaron en las
mismas fuentes, ya que tenían intereses comunes.
Lo integraron poetas
como: Jorge Rojas, Edu-ardo Carranza, Arturo Camacho Ramírez, Gerardo Valencia
y otros más. Con las publicaciones de estos mencionados poetas la poesía se oxígeno,
dándole una nueva expresión, plena de imágenes que buscan señalar identidad,
alige-rando el verso, volviéndole el sentido del amor a lo imaginativo. Sobre
el particular, Jorge Gaitán Durán dijo: Para mí, el movimiento de Piedra y
Cielo no se puede considerar como una expre-sión poética subsidiaria o ficticia
o reflexiva.
EDUARDO CARRANZA
En sus inicios se
dedicó exclusivamente a suplementos literarios. En mil novecientos trein-ta y
seis deslumbró al mundo de la literatura con su libro Canciones para iniciar
una fiesta. Con cierto entusiasmo y euforia vinieron: Seis elegías y un himno
(1939) y ellas, los días y las nubes (1941). En está poesía se puede hallar un
estilo, un mundo, una identidad con una lírica fresca, amorosa, plena de
imágenes y símbolos, donde confluye el espíritu joven, pletórico de sueños,
mujeres sensuales, atmósfera intensa, árboles, la naturaleza encantada y la
nostalgia; todo ello desarrollando una musicalidad: En síntesis, es una poesía
de renovación que procura identidad sin salirse de los temas de siempre, pero
acudiendo con fuerza a la sugerencia, al subcon-sciente. Neruda dijo de
Carranza: En tu poesía se cristalizan, cuajándose en mil recetas, las líneas
geométricas de vuestra tradición poética, y junto a su vigor un sentimiento, un
aire emociónate que toca todas las hojas del monte parnaso americano, aire de
vida melancólica, aire de des-pedida y de llegada sabor de dulce amor
Del soneto a Teresa:
Teresa en cuya frente el cielo empieza/ como el aroma de la cien/ de la flor;
Teresa de suave desamor/ y el arroyuelo azul en la cabeza. Teresa en espiral de ligereza/ y uva y rosa
y trigo surtidor;/ tu cuerpo es todo el río del amor/ que nunca acaba de pasar
Teresa.
LOS CUADERNÍCOLAS O CANTICO
Los Cuadernicólas
surgen diez años después del furor del Piedracielismo, entre 1944 y 1945,
auspiciados por la librería siglo XX de Rafael Naranjo Villegas, bajo la
dirección editorial del poeta y novelista Jaime Ibáñez. El grupo de poetas lo
integraban Rogelio Echavarría, Andrés Olguín, Julio José Fajardo, Maruja Viera
y Fernando Charry Lara. Tuvo vínculos Aurelio Arturo, Jorge Gaitán Duran,
Castro Saavedra, Álvaro Mutis. Denotando interés en la poesía de talla de Pablo
Neruda, César Vallejo, Cernuda y Barba Jacob, su obra se desarrolla en el plano
amoroso, con un lenguaje sencillo de exaltación y versos urbanos, por ese
motivo sus temas son dirigidos a lo fugaz del sueño, comunicando con
experiencia.
Darío Jaramillo Agudelo
en una ocasión dijo: Roberto Echavarría es un poeta original en la poesía de
este país ya que fue el primero que abrió la mirada a la poesía de lo cotidiano
como de lo urbano, y lo hizo asumiendo la lírica, sin abandonar el misterio
fundamental en la poética… Este gran poeta es considerado como el precursor de
una vertiente de la poesía colom-biana que incorporo sin pudores el mundo
circundante y autobiográfico al poema, esta poesía tiene el poder de galvanizar
al lector, de hacer vivir la intensa embriaguez del verbo y darle palabras a
sus visiones y a sus memoranzas.
ROGELIO
ECHAVARRÍA
De nacimiento en Santa
Rosa de Osos (Antioquia), en 1926. Estudio en la universidad de Antioquia y
ejerció como periodista en el diario El Tiempo. Sus obras más importantes son
edad sin Tiempo y El Transeúnte, con ediciones enri-quecidas.
Su obra como tal revive sentimientos,
año-ranzas que habitan misterios, ensimismada en una búsqueda de resonancias
que le dan originalidad y entonación, a partir de la expre-sión sincera a la
mujer, al amor, los sueños y los asuntos cotidianos. Casi todo poeta sabe que
es vana la obra de los hombres. Vida y poesía no son, en algún sentido,
distintas, y porque vivi-mos hacemos poesía, y, hay de los poetas que hacen
extremando una margen, una torre triste, una exigua lámina de papel.
Con varios poetas
mantuvo una correspondencia ya que fueron sus amigos íntimos. Hablo siempre con
especial fervor de Alexandre, Villaurrutia y Cardoza y Aragón.
Del poema El
Transeúnte: Todas las calles que conozco/ son un largo monologo mío,/ llenas de
gente como árboles/ batidos por oscuras batahola./ O si el sol florece en los
balcones/ y siempre su calor en el polvo/ movedizo, las gentes que hallo son
simples piedras/ que no sé por qué viven rodando. Bajo sus ojos que me miran hostiles/ como si
yo fuera enemigo de todos/ no puedo descubrir una conciencia libre,/ pero sé
que luchan solos/ porque buscan todos juntos./ son un largo gemido/ todas las
calles que conozco.
FERNANDO CHARRY LARA
Nació en Bogotá, En mil
novecientos veinte estudió derecho en la universidad Nacional y durante muchos
años fue profesor universitario. Formó parte del Consejo Directivo de las
revistas universitarias como de la universidad de Los Andes, Mito, Eco y Golpe
de dados. Su obra está recogida en los volúmenes Cántico (1949), Los Adioses
(1963) Premio Nacional de Poesía, Casa Silva 2000.
EL GRUPO DE BARRANQUILLA
Sobre el Grupo de
Barranquilla hay que ir a sus raíces, las que hallan en los grandes nombres,
convertidos igual que otros en personajes de Cien años de soledad, Gabriel
García Márquez, el sabio catalán Don Ramón Vinyes y José Félix Fuenmayor,
Álvaro fue el primero que atendió el consejo de abandonar a Macondo. Lo vendió
todo hasta el tigre cautivo que se burlaba de los transeúntes en el patio de su
vivienda y compro un pasaje eterno en un tren que nunca acababa de viajar. En
las tarjetas postales que mandaba donde las estaciones intermedias, describía
gritos las imágenes instantáneas que había visto por la ventanilla del vagón, y
era como haciendo trizas y tirando al olvido el largo poema de la fugacidad.
En este grupo confluyen
todas las ideas, sacralizando las costumbre arraigadas en una sociedad cerrada,
por lo que sus conocimientos y actitudes progresistas y visionarios de la
cultura cambiaron la historia no solo de la ciudad sino también del país, ya
que propusieron proyectos y objetivos distintos a través de conductos claros
que desencadenaron en el movimiento literario donde confluyen todas las ideas y
manifes-taciones artísticas para pasar de meras referen-cias domésticas, familiares
o provincianas, a un arte universal, en los que los ejecutores visualizan y
afirman una enorme sensibilidad estética al tiempo que se siembran los gérmenes
vigorosos por los cambios por medio de la rebelión y el misterio que profundiza
más allá del sórdido conocimiento de la realidad
El grupo estaba
constituido por los escritores: Julio Enrique Blanco, Manuel García Herreros,
Rafael Carbonell, Julio Gómez de Castro y Héctor Parias. Y otros tantos; más
tarde de lo que se llamó la Nueva Época la integraron pintores y escritores
como: Alfonso Mayor, Gabriel García Márquez, Álvaro Cepeda Zamu-dio, Germán
Vargas, el pintor Alejandro Obre-gón, Jorge Rendón, Roberto Prieto Sánchez y
otros de menor importancia
Sobre sus crónicas se
difundieron por el sema-nario Crónica que fundó y dirigió Alfonso Fuenmayor, la
jefatura de redacción de Gabo y un comité integrado por Ramón Vinyes y los
otros miembros del grupo. La Revista de igual manera tuvo un Comité artístico integrado por Obregón,
Alfonso Melo y Orlando Rivera. Apa-reció por primera vez el sábado 29 de abril
de1950, mezclaba en su publicación la literatura con el deporte por lo que en
cada edición su por-tada era de un futbolista.
EL GRUPO MITO
Este grupo recibió el
nombre a partir de la revista que fundó, dirigió y financió Jorge Gai-tán
Duran, entre los años 1955 y 1962, se lograron hacer cuarenta y dos ediciones
de la revista, el grupo estuvo conformado por: Cote Lamus, Jorge Eliécer Ruiz,
Hernando Valencia; al descubrirlo otros escritores se sumaron, esos son los
casos de: Pedro Gómez Valderrama, Cruz Veles, Sanín Cano, Jorge Salamanca,
Eduardo Carranza, León de Greiff
El mismo Gaitán Duran
en una ocasión escribió: Durante los primeros números fraternalmente unidos,
hemos intentado ayudarle a nuestros compatriotas a pensar libremente. No hemos
incitado a que pertenezcan a determinadas ideo-logías, si no ver ciertas cosas
que pasan con el propósito de crear en las metes inconformismo. Venidos de
todos los horizontes políticos y culturales hemos demostrado que la
inteligencia no sólo une, sino también abre las vías especí-ficas para
posteriores trasformaciones de la conciencia y la sociedad.
Ustedes se han podido
darse cuenta sobre las dificultades que hemos debido remontar. En una nación
como Colombia donde si en algunas épocas se ha podido hablar libremente, jamás
se ha podido pensar libremente; es difícil que nos perdonen una posición crítica
de los perjuicios, las taras, las injusticias de las estructuras sociales. Hemos
sido completamente adversarios defi-nidos de las llamadas buenas conciencias,
de nuestras clases dirigentes, hemos descrito situaciones éticas, sociales e
intelectuales; nos hemos opuesto a todo atentado contra la libertad de
expresión.
EDUARDO COTE LAMUS
Este poeta le canto a
la muerte la que nos espera a cada instante, El fallecer que nos frecuenta
asidua de angustias y sin sabores; la muerte asumida de forma natural y
desprendida por tanto, del amor; por lo que es consciente de ello, en
consecuencia antes se está en la vida, con lo que implica ella: el amor, la
belleza y la amistad, combinados con anécdotas y hechos corrientes de las
personas, de los pobladores de su vivienda y de otros mundos; las mujeres, los
deseos, el amor, la meditación filosófica sobre los recuerdos por los desastres
que produce en la tierra la naturaleza: toda la historia cabe en la mirada y
las ruinas así no lo demuestran.
Nació en Cúcuta (1928)
y pereció en la vía a Pamplona en 1964. Fue fundador de Mito, político y
gobernador de su departamento. Sus libros son: Preparación para la muerte
(1950), Salvación del recuerdo (1953), Los sueños (1959) y Estoraques (1963)
Del Olvido algunos
fragmentos: En la noche,, por el día, un débil/ pregunta: ¿Dónde? ¿En qué
lugar?/ ¿A dónde has ido? Yo recojo los deseos/ de la primera plaza de la
sombra/ soy de aquellos de la sangre negada. / Después olvido. Soy el olvido. /
Quiero olvidar. Avanzo por el río/ donde antes hubo un río: Ahora secas/ voces
antiguas fijas en su cauce./ Por esa tarde no ha pasado nadie/ ni el cielo no
me aumenta ni una nube./ Igual que un nombre escrito es un espejo/ me veo yo
futuro como un muerto./ Entonces miro y digo lo de nadie:/ quiero vivir,
después no despertarme.
EL NADAÍSMO
Este movimiento
literario se dio a conocer en Medellín (Antioquia) por cuatro jóvenes: Gonzalo
Arango, Amílcar Osorio, Guillermo Trujillo y Alberto Escobar. Con actitud y sus
escritos se dieron a conocer y mostraron sus ideas, sin apellido, con el famoso
manifiesto de mil novecientos cincuenta y ocho, luego se agruparían Jaime
Jaramillo Escobar, Darío Le-mus, Humberto Navarro, Diego León Giraldo, Jorge
Orlando y Moisés Melo y Jaime Espinel. En la ciudad de Cali se sumaron Mario y
Elmo Valencia. Al pasar tres años se unieron al grupo Fanny Buitrago, Elkin
Restrepo, David Bonells. Armando Romero y Mario Rivero, quien estuvo en una
antología de 1963. Posteriormente se integraron otros escritores y artistas del
país.
El nadaísmo es un
movimiento que generó diferentes discusiones en el interior y en el exterior
del movimiento; una de estas en 1959, en el momento que los integrantes de
Medellín recriminaron a los de Cali por sus conceptos provincianos.
Protagonizaron todo tipo de escán-dalos, quejas ante los libros como las
obras la María, La Vorágine, textos de
Carrasquilla y otros libros del romanticismo y del moder-nismo, fueron
incinerados en público y decla-raron guerra total al orden político, a la
cultura imperante, a la iglesia y al orden social, con algunas manifestaciones
callejeras.
Los primera época del
Nadaísmo, los recuerda Jaime Jaramillo, así la propagación del movimi-ento se
inició por medio de conferencias anárquicas, pues hace muchísimo tiempo que la
gente no reacciona si no se la sacude al menos un poco. Con esos bodoques
explosivos se consiguió que los medios se ocuparan de los manifiestos Nadaístas.
Los nadaístas se
pusieron a la tarea de difusión utilizando todos los medios posibles, como
periódicos, revistas, conferencias, recitales, pro-clamas en las universidades,
teatros, cafés de moda, bares y hasta en la cárcel. Héctor Rojas Herazo, los
acoge para escribir: Lo importante de esta juventud es su asimiento, su
virilidad para padecer en carne propia un pecado que pertenece a las anteriores
generaciones. Es la nuestra de una sociedad ancianizada en hipo-cresía, en el
esguince, en la penumbra de las formas. Pero si estos jóvenes no le han dado a
este andamiaje el empeño que merece, empie-zan
en cambio a construir una vasta acusación, un poderoso reproche con sus silabas
amargas. La acción del Nadaísmo es por eso una labor política. Ellos a partir
de insinuar su libertad, con la búsqueda verbal, con el impulso del pensamiento
quieren despertar esta sociedad empañada por sus conformismos y onirismo
bursátil. Y eso, trasformar al hombre, es la labor que están cumpliendo en este
país, por esa razón desafían los peligros, con el frenesí, el desorden, la
claridad y la esperanza.
Intentaron muchas veces
tener su propia revista para que la gente leyeran sus escritos poéticos, pero
por diversas situaciones fueron fracasando; el primero de ellos se denominó
Revista Nada, que se editó varios años después, circularon ocho números ente
1970 y 1971, con Nadaísmo 70. Otra fue La viga en el ojo, de Eduardo Escobar X
54, en Pereira (1966), de la que apenas circularon dos números. J. Mario, en
Sultana del valle edito el primer número de Ojo Pop, en 1966.
Los Nadaístas
manifestamos con pasión e insis-tencia no estar al servicio de ningún partido
político, lo que no nos exime de la responsa-bilidad y la obligación ética de
ponernos al servicio de la humanidad, la evolución de arte, la defensa de la
libertad de la paz. El movimiento según su fundador Gonzalo: nació en medio de
una sociedad que si no había muerto, apestaba esos escenarios sudados
escenarios de regimientos, a pésimo aliento de sus discursos; apestaba al
incienso de sus alabanzas pagadas; apestaba a las más sucias maquinaciones políticas;
apestaba a la cultura vacía de manipulación, a literatura rosa, a genocidio, a
miseria, a tortura, a explosiones, a pactos mentirosos.
Por su parte Amílcar
escribió: Solamente noso-tros los nadaístas tenemos potencia para romper la
campana vitral de la realidad y elevarnos al subfondo maravilloso de la Nada o
Poesía, donde el ser se encuentra a sí mismo para desleírse en la pura
contemplación de lo aluci-nante…Detentamos la nada o lo poético, la sabiduría y
la mística; detentamos a los poderes incontaminados y permanecemos en el nuevo
caos, amotinados con gusanillos, padeciendo la existencia, creando la constante
pura de huma-nidad para salvarla de su imperdurable trauma.
En uno de esos manifiestos
expresan: Hemos renunciado a la esperanza de trascender bajo las promesas de
cualquier religión o idealismo filosófico. Para nosotros éste es el mundo y
éste es el hombre. Otras hermenéuticas sobre estas verdades evidentes carecen
de sentido humano. Las abstracciones y las entelequias sobre el ser humano,
caen en el dominio de la especulación pura y del simbolismo metafísico,
producto natural del anhelo del hombre por trascender su identidad concreta y
fijarla en una forma ideal, más allá de todo limite espacial y temporal. Este
anhelo corresponde a su naturaleza idealista y poética que quiere cristalizar
la esencia del Ser en lo absoluto, en el eterno. Propone esa ilusión para
después de la muerte, es la misión de las religiones.
Nosotros creemos en el
destino del hombre es terrestre y temporal, se realiza en planos con-cretos, y
solo un dinamismo creador sobre la materia del mundo a la medida de su misión
espiritual, fijando su pensamiento en la historia de la cultura humana.
EL Nadaísmo realizo
manifiestos con este sen-tido: 1958 Primer manifiesto Nadaísta, 1959 Los
Camisas Rojas, 1959 Primer manifiesto Vallecaucano, 1960 Mensaje Bisiesto a los
intelectuales colombianos, 1960 Exposición radiantica de la poesía Nadaísta,
1961 Mani-fiesto a los escribanos católicos, 1962 Mensaje a los académicos de
la lengua, 1963 Las promesas de Prometeo, 1963 Dignidad y desamparo del arte,
1964 El sermón atómico, 1965 Manifiesto Nadaísta el Homo Sapiens, 1966
Manifiesto poético, 1967 Terrible 13 manifiesto Nadaísmo, 1868 Nadaísmo
informal, 1971 El nadaísmo con Fidel, 1978 Al sacerdote poeta Ernesto Cardenal.
Primer manifiesto Nadaísta 1958
I
El Nadaísmo es un
estado del espíritu revoluci-onario, y excede toda clase de previsiones y
posibilidades.
II
Se ha considerado a
veces al artista como un símbolo que fluctúa entre la santidad o la locu-ra.
Queremos reivindicarlo
diciendo de él que es un ser humano, un simple hombre, que nada lo separa de la
condición humana común a los de-más seres humanos.
Y que solo se
diferencia de otro por virtud de su oficio o de los elementos específicos que
hacen su destino.
El artista es un ser
privilegiado con ciertos dotes excepcionales y misteriosos, con que lo doto la naturaleza. En él hay
satanismo, fuerzas extrañas de la biología, y esfuerzos consientes de creación
mediante intuiciones emocionales experien-cias de la historia del pensamiento.
Su destino es una
simple elección o vocación, bien irracional, o condicionada por un
determinismo biopsíquico-conciente, que recae sobre el mundo si es político;
sobre la locura si es poeta, o sobre la trascendencia si es místico.
III
Tratare de definir la
poesía como toda acción del espíritu completamente gratuita y desinteresada de
presupuestos etílicos, políticos o racionales que formulas los hombres como
programa de felicidad y justicia.
Este ejército poético
carece de función social o moralizadora. Es un acto que se agota en sí mismo,
el más inútil del espíritu creador, Jean Paul Sartre lo definió como la
elección del fra-caso.
La poesía es una
esencia, una aspiración a la belleza solitaria. El más corruptor vicio onanista
del espíritu moderno.
Manifiesto al congreso de escribanos
católicos
Ustedes fracasaron ¡Que
nos dejan después de cincuenta años de pensamiento católico? Esto: es un pueblo
miserable, ignorante, hambriento, servil, explotado, fetichista, criminal,
bruto. Esto es el producto de sus sermones sobre moral, de su metafísica
bastarda, de su fe de carboneros. Ustedes son los responsables de esta crisis
que nos envilece y nos cubre de ignominia.
Ustedes no son dignos
de venir a representar intereses del espíritu. Consideramos, por simples
razones de ética nadaísta, que en Colombia no se puede ser escritor y católico
al mismo tiempo. Porque lo uno le repugna al otro. Ustedes son católicos porque
no piensan. O no piensan porque son católicos. En los dos casos indica que
ustedes son unos viejos caducos y conformistas.
Nosotros queremos ser
libres y no tenemos miedo al infierno. Consideramos que el catoli-cismo es una
ingenuidad de la razón y una cobardía.
Terrible 13 Manifiesto Nadaísta
Desde nuestra aparición
Nadaísta en el infierno de la sociedad colombiana, ha crecido una rosada ola de
maldad en los espíritus. Una oscu-ridad terrible se cierne sobre nuestros
corazones que encarnan el peligro de un nuevo amor hacia la historia.
A temprana edad conocimos el gusto de la
grandeza y de la fama, y sin pedirle permiso a los oráculos nos erigimos en los
profetas del mal y de la destrucción.
Hemos gozado de la
admiración de la juventud, que ve en nosotros la encarnación de un oscuro
heroísmo.
Hemos desertado
nuestros amores, creados, fanatismo, esperanzas, recuerdos y felicidades, no
por otros idealismos, sino a cambio de nada, o por una oceánica indiferencia.
Consideramos que era ya
demasiado tarde para luchar, triunfar, pensar, amar, trascender, y ser formales
como seminaristas, porque vivimos ti-empo de terror y muerte, y las estrellas
del cielo han sido sustituidas por terribles signos anuncia-dores de guerras
atómicas y aniquilamientos terrestres.
El sermón atómico
Un poeta Nadaísta, ni
amargo ni alegre, sin fe pero sin desesperación, definió al mundo con una frase
feliz, Dijo que: el mundo es verde, y sin embargo no hay esperanzas. Y es
verdad. ¿Qué necesidad hay de esperanzas si estamos vivos? Vivir es en sí el
acto más esperanzado del mundo. Solo en la muerte no existe la espe-ranza.
El Nadaísmo es la apoteosis
del milagro de vivir. Es una liberación y al mismo tiempo una afiliación a la
vida, partiendo de la muerte del viejo ser del hombre. Todo esto realizado en
una Revolución reconstructiva en sí misma, y en sus relaciones con el mundo.
Crecer bajo el sol,
bendecir el mundo, vivir en la plenitud de la conciencia, colmar los apetitos
del deseo, realizar los impulsos vitales de nuestro ser revelarnos contra los
dogmas opresores de la razón, negar la moral ascética que predica la
resignación, romper las cadenas que nos esclavizan a la tiranía del maquinismo,
renun-ciar a los falsos dioses del paraíso para salvar nuestra vida, salvarla
afirmando nuestra rebe-lión, reivindicando en la protesta los prestigios de la
gloriosa aventura humana.
Naditación 14
Al escribir no bebo, ni
me estupefaciento, me inspiro. A lo sumo estoy algo aburrido, o no timbro el
teléfono para escuchar su voz de jazz que tanto me gusta estoy harto de medir la extensión tornasolada
de Junín, recibiendo el homenaje indignado de los energúmenos.
El Nadaísmo opina… No
hay que estar orgulloso de ser hombre, ni de pensar ¿Ves ese par de moscas que
se aman? (señala los bichos con el bolígrafo). Este par de moscas son felices,
si supiera que cosa es la felicidad. Refuta el humanista. Pero el hombre es el
que ha inventado la palabra mosca y la palabra felicidad. En eso radica su
horrible superioridad sobre los otros animales. A través del lenguaje las cosas
como un reclutamiento a la existencia; las convoca de la Nada al Ser.
Diario de un Nadaísta
4 am. Un alba roja.
Llego a la casa completa-mente borracho. En el árbol, frente a la puerta que
ostenta el respaldo de la leyenda: Al Demonio, no entres, vomito. Esta casa es
mi hogar.
7 am. ¡Esta vida no
puede seguir así!
7 y media. Mi madre me
habla de la hora de muerte. Me cuenta una pesadilla: yo estaba tendido en una
mesa de cirugía. Me cortaban con una hacha de carnicero los dedos de las manos
y de los pies, uno a uno. Me río a carcajadas. Mi madre se enfurece con mi
cinismo y se va para una agencia funeraria donde negocia un ataúd de hidionda
corta para mi edad. Mi madre pide ocho pesos de rebaja. El tipo acredita el
cajón, la calidad de la madera, el terciopelo. Y se niega. Mi madre, ofendida
tira mi cadáver sonriente en un tarro de basura.
8 y 17. Vomito en el
retrete las flores de astromelio que comí anoche en la plaza Bolívar, con el
propósito que nazcan en los propios pies del libertador de América. Convierto
el retrete en un florero.
GONZALO ARANGO
Aterrizo en el mundo en
pueblo llamado Andes (Antioquia) en una fecha improvisada por el Nadaísmo, el
18 de un enero de 1931 y se fue huyendo en el taxi de la muerte por la vía a
Tunja el 25 de septiembre. Vino con la
única función de fundar el Nadaísmo. Su poesía refleja por todas partes la
bella anarquía, claro con un estilo virulento, radical como tiene que ser, de
un buen manejo de la imagen sencilla y descomplicada que esboza, poco a mucho
en un humor fresco como la mansa hierba e irónico con el que justifica lo
insólito y da autenticidad de un desadaptado, quien a través de miradas
globales deja sentir la integridad del misterio de la caída, la visión del
mundo que lo zambulle en los tormentos y su propia sumisión personal, donde la
constante es la muerte, lo místico, Dios y la naturaleza misma.
Sus obras abarcan con
sentido el todo y la nada y son: Manifiesto Nadaísta (1958), Prosa para leer en
la silla eléctrica (1966), HK 111 y nada bajo el cielo (1960), Saso y saxofón
(19639, Providencia (1972), Obra negra (1974), La consagración de la nada y los
ratones van al infierno (1964), El oso y el colibrí (1968) memorias de un
presidiario (1991), Reportaje y Adangelios (1993) y Fuego en el altar. Publicó
notas periodísticas en La Nueva Prensa, Contra-punto, Cromos, Nadaísmo El
Tiempo, El Espectador, El Colombiano y el País y otros.
Del poema Ser: ser un semáforo bajo la lluvia/
ser un rayo sobre un pararrayo/ ser un papagayo/ ser un aviso luminoso a las
seis de la tarde/ ser un revolver y una bala/ un enemigo peligroso/ un día
cualquiera en la hoja del almanaque/ unos hilos de lluvia sólida, un poco de
frío/ un edificio de catorce pisos mojado por la lluvia/ el cielo hace su propia revolución/ los hombres se
esconden de miedo/ en los recintos cerrados en los aleros, en las escampavías/
ser la velocidad de un automóvil/ ser el comandante de la revo-lución celeste/
ser una golondrina retardada en el imperio de la lluvia/ los hilos del
telégrafo destilan gotas/ ser la terraza en el firmamento/ el transeúnte que no
puede llegar tarde a su trabajo/ la novia que va para una cita de amor/ la
motocicleta estacionada en mitad de la calle/ ser la basura que corre/ los
vidrios refriados/ el calor dominado/ ser como una mujer que me invita al lecho
por su cuenta/ ser un instante en compañía de otro instante cualquiera/ ser una
cabra abierta/ un telegrama sintético con una mala noticia/ el pedal de un dentista/
un arroyo que pasa sin inmutarse/ por las hojas que lleva a la desem-bocadura/
una sumadora de besos/ una restau-radora de deudas/ una multiplicadora de
instintos bajos/ una divisora de penas/ ser el premio mayor de la lotería/ un
florero con anémonas y gladiolos/ una flor de sauco/ una hoja de verbena/ un
pistilo-estambrado/ una declaración de guerra/ un armisticio de paz/ una
revolución debelada, un muerto, un vivo, unas ganas de orinar/ ser como mi
mujer que no piensa, luego existe/ ser una y otra vez/ indefinidamente/ yo
mismo Gonzalo Arango.
Testamento de Gonzalo Arango
Declaro solamente que
no escribo para la inmortalidad. Escribo modestamente para esta vida y para los
que viven aquí y ahora. Deseo una gloria que me alcance en mi carne y en este
instante, y después. Escribo a velocidades del planeta a contrarreloj contra la
muerte. Deseo conquistar mi vida como
una finalidad del arte. A esta conquista sacrifico gustosamente la pureza, la
perfección y toda la idea de absoluto. Por toda la gloria busco la plenitud de
los sentí-dos, el éxtasis de mi cuerpo en otro cuerpo.
No pretendo ser clásico
al estilo de los estilistas que sacrifican una aventura por una metáfora. Yo,
en cambio lo dejo todo, desde Adán hasta Marx, por meterme en un filme de
vaqueros con mi amante. En eso me distingo de la raza bastarda de los
intelectuales. Confieso a la manada de truhumanes que se interesan por esas
cosas del espíritu que me interesa perdurar en los manu-ales de literatura para
estudiantes de retórica. Mis libros no tienen esa aroma que santifica las
almas, ni ilumina los claustros sombríos de la virtud.
No dejo nada
ejemplarizante para retornar al buen camino y los extraviados, pues yo soy la
negación de todo camino. Y si por azar queda algún testimonio en este sentido,
es porque yo mismo, por encontrar un camino, me extravíe en la ausencia de
caminos. No tengo que enseñar en los internados de monjas y de curas dónde la
moral acoraza la juventud contra los goces naturales de la vida.
Me niego a ser
fosilizado, maquillado y momi-ficado en un pensum como gloria nacional.
Apelo a mi desprecio
por la cultura para que no se inscriba mi nombre en textos escolares para que
luego sea bardeado por maestro de urbanidad y buen decir. Al diablo con esos
burros presumidos que apestan a pedantería de monasterio, a espiritualismo de
sacristía, a sobaco sudado, nicotina, alcanfor de calidad, y a los mil errores
pestilentes del racionalismo cristiano.
Exijo el honor de que
me borren de la memoria de las futuras generaciones. Pido para mi gloria de ser
un maldito, un proscrito un excomulgado de toda moral, de toda estética, de
toda esperanza. Que mi gloria me la den en la cama.
Quiero ser olvidado
definitivamente, ferviente-mente; o en caso contrario odiado con pasión, como
un remordimiento que roe la noche causa del espíritu humano. No deseo
sobrevivir a mi propio horror, y el desprecio que me inspiro el Humanismo y la
sensibilidad utilitaria y futbolera del siglo XX
Exijo el derecho de
elegir para mi memoria la ingratitud de la posteridad, puesto que antes de
morir ya abre sido ingrato con ese mundo.
Aspiro ser como
escritor el arquitecto de la des-trucción, instalando en mi trono planificaré
el caos, la ruptura del orden, la desesperanza inminente, el aniquilamiento
total, el triunfo de la desesperanza.
No pretendo ser
benefactor ni creador de nada con el sucio barro de que está hecha la Humanidad
y sus utensilios. Reclamo a cambio de mi inutilidad, silencio para mi tumba,
desprecio y horror para mis huesos culpables.
No dejo descendencia
física ni patrimonio hu-moral para ser devorado por la rapiña insaciable de los
roedores del alma. Mi destino me concierne a mí solamente, y me hundo con él
por dignidad y por indiferencia.
Asumo con orgullo mis
maldiciones y mis desdenes, no repartí pan a los miserables, no regale fe a los
dudosos, ni consuelo a los dolientes. Ejercí una rara caridad repartiendo asco
a los oscuros y desdicha a los infelices. Contagié la desesperación como una
peste sagra-da, pues tal misión me fue encomendad por el demonio para preparar
el advenimiento del imperio de la Ignominia…
JAIME JARAMILLO ESCOBAR
Antes de surgir en las
aguas infecundas del Nadaísmo, surgió en la vida en Puerto Rico (no en la isla
pero si en Antioquia) en un año impar de la década del treinta, se atrevió a publicar
los poemas de ofensa (1968), extractos de poesía (1982), Sombreo de abogado
(1984) y Poemas de tierra caliente. En el año de mil novecientos ochenta y
cinco ganó el Premio de Poesía Eduardo Cote Lamus y el Premio de Poesía
universidad de Antioquia. Ha sido traducido a varios idiomas. El día que se
desvistió el espíritu se dio a conocer como X 504. Es considerado por muchos
como el más importante y formado intelectualmente de los poetas nadaístas, con
una desbordante imaginación que trasciende al parir la nada con gran ritmo;
para él es determinante expresarse con su poesía en cualquier parte, siendo un
fluido creador que va de la ironía a la candidez de un sombrero, queriendo
siempre liberarse de todas las ataduras, denotándose en sus versos trabajo de
un consecuente pensador y un inquieto observador desgarrado en lo íntimo por
las tragedias sociales del entorno.
En formas expresivas de una honda poesía como
en el Apólogo del paraíso, con su sugestivo versos anarcos. Al confesarse en
una ocasión escribió: El secreto es mí estilo está en que escribo siempre
desnudo.
Del poema El cuerpo: He
aquí, de esto se habla./ El cuerpo nos goza y lo sufrimos./ lujo de la
naturaleza, pagamos por el nuestra alma./ Esclavos de los dioses, el hombre es
un ser aterrado,/ y sólo es el usufructo de su cuerpo deposita su aspiranza./
Su añadida luce su con-versación como un pavo real,/ y sentado en un tapete de
luna su lengua salta/ delante de sí como una serpiente encantada./ Orgullo del
alma, el cuerpo es regocijo y alimento,/ y baila ante los dioses como el árbol
frete a la tormenta./ El cuerpo toca otro cuerpo y no percibe sino otredad./
Rosa, decimos, y la rosa es un mito del alma,/ porque la carne del cuerpo no se
reconoce sino a sí misma./ El cuerpo devorador, todo hecho para devorar,/ el
alma de este cuerpo no puede ser sino también devoradora. / Somos como un
surtidor, con nuestro brazos que se agitan y nuestra boca llena de agua./
tenemos lo que tiene la nube, he aquí esta/ adivinanza, por eso la tierra nos
absorbe. Rebelión de la materia, el cuerpo se avolcana, se incendia, impone
hermosura,/ y no queremos ser solo cuerpo,/ pero yo aconsejo: hazte amigo del
sepulturero.
J. MARIO ARBELAEZ
En mi concepto es el
menos nadaísta de todos, ya que siempre se dejó dominar por el orgullo y puede
traicionar al movimiento mismo. De él se ha dicho: que fue en una época el
vocero. Su poesía es alegre, eufórica y llena de amor picante que oscila entre
la alegría y la libertad de un hombre que devela la soledad, en versos que van
penetrando en lo más hondo; a la manera de cantos misteriosos y filosóficos de
los viejos consejeros, en la medida que asume una actitud reflexiva.
Con ese vigor J. Mario
es dos veces premio nacional de poesía, En uno de esos días Fernando Ayala
escribió sobre él lo siguiente: en este poeta la palabra no tiene aroma de
tumba. Es alegre, vital, se burla de cuanto mira y lo mira, estudia con ojo
ambiguo el fondo invisible de la realidad (nuestros miedos y nuestra sed) y deja
sentir que la única posibilidad para sentirse vivo el hombre es miedo. Pero no
el miedo del acosado, sino el miedo del rebelde: aquel miedo que potencia la
imaginación y es capaz de hablar de viva voz para tumbar los muros y las
máscaras.
Este poeta nació en
Cali, en 1940. Después de publicado El profeta en su casa (1966), Con mi reino
por este mundo (1980).
DARÍO LEMOS
Este poeta que mejor
abre las puertas espíritua-les del Nadaísmo, al no ser un poeta excluyente pero
si un luchador que de cierta manera actuó con una rueda suelta, con suficiente
visión loca, que con pasión amorosa frente a los que lo quisieron, frente a los
que despierta muchas veces en trágicos episodios en un proceso que contrasta
con su dominio y calidad de la poesía, sobre todo en su estandartes de su
comportamiento, su libre expresión su fragilidad mental, que lo conducen hacia
la vía de la destrucción por lo que Darío Lemos se basta y se gesta así mismo
al crear su mundo, su mejor perfil de múltiples ideas que le sirven para
producir su fantasiosa realidad. Si existe un poeta nadaísta que merezca con
atributo el título de poeta y de Nadaísta es él, Debido a la vida que le toco
vivir y la que ahora tanto muere y tanto le duele. Un poeta que haya
intervenido con tanta dificultad referente al dolor moral y del dolor físico,
bien pueda estar cobijado por la gloria, más que le digo esa última palabra, ¡paloma
esquiva!; por lo menos con la sonrisa abierta de la vida, huésped del mismo
infierno, pasajero de todos los tormentos, jinete de todos los vuelos, practicante
de todos los delitos, víctima de la injusticia, como también expiatorio de su
misma poética. Darío Lemos es la fuerza más dolorosa que le tocó al Nadaísmo
para llegar a Medellín por el alzamiento. Ciudad donde vivió siempre a lo
enemigo a pesar de amar sus veranos y sus verdugos, ciudad que lo deja morir
lentamente de gangrena y desamparo.
Carta del más anónimo nadaista a los menos
Ustedes creerán que
Darilemos va a comenzar a decir. Y es cierto. El apocalipsis va llegando de
manera que ya calculé. Me alegro por mi acierto ya que se necesitan vivir
treinta años para llegar a los paraísos de la roca, es decir, a la razón, para
no golpearse más en la cabeza. Ustedes saben que el Nadaísmo es más eterno que
el sabor de la miel más amada, más peligroso que la ternura o los árboles, y
que la vivencia nadaísta, el camino que yo elegí es tan doloroso como un beso
bajo un diluvio de salmuera. Ustedes míos comprenderán fácilmente que si Artaud
viviera seriamos contemporáneos marginados, y Van Gogh nos hubiera entregado su
oreja de repuesto para que firmáramos todas nuestras protestas de despido. Soy
un canguro de bolsa muy grande donde siempre he llevado el Nadaísmo viviendo
con mi hijo marsupial. Yo soy el que lanzaron de la casa de los padres y
durmiendo en los parques extravió los poemas; y en la cárcel otros poemas
escribió con cuchillos mentolados en la garganta; ustedes saben que el
arzobispo se santifico cuando salvo mi vida en su auto luego de una puñalada
fanática con un cristo de doble filo, ¡como amo a Jesucristo!, y saben que en
los sanatorios soy conocido como el que llega a inyectar luminosidad a los
ilumi-nados, a estos mis compañeros, porque estoy en el sanatorio nuevamente.
¡Míralos como son de
bellos! Cómo son de bellos estos hombres sin dientes que habitan galaxias
vacías y enfurecen sonriendo. Este es mi templo desafortunadamente razono y
pude pensar en el objeto como es. Pero más demonios permanecen en mí, en mí
permanecen mis ánge-les enanos porque soy ángel mayor en esta claridad. Aunque
el arte es dudoso como la vida, la literatura y mi hijo me agigantan, y me
llegan unos deseos de tacón alto de abrir las alas y volar. Ustedes conocerán
mis cantos y cantaran conmigo. Ustedes Gonzalo: la magia que no envejece,
estatua contraria a su visión de santidad. Todos los nadaístas somos papayas
para las fiestas con el dedo sexual abriendo el hueco justo en la carne de la
fruta. Un color muy difícil y ángel. Negro humor. Elmo: electrónica,
construcción de frases sabias. Viejo dorado que busca niñas para enseñarles a
robar por las faldas del mapamundi. Carcajada. Y dolor. Nadaísmo, ángeles y
demonios equilibrados. Archivos. Uñas limpias. Poesía lograda. Cachifo: que
resuciten los artistas más sensibles y cabrán en su cuerpo. Nervioso como un
guerrero. Almilkar: Salvado. Piedra y hierba juntas. No se equivoca. Lleva una
vida deliciosa seria. No mi maestro pero sin mi arco. Como un niño el más
grande. Una soledad muy bien centrada.
Y todos los nadaístas
que sean, cantarán con- migo, para que los pacientes; porque es dolo-roso;
escuchen en voz de mujer enferma excitada, escuchen, que ya no tienen garganta,
y miran como la enfermera Ángela pasa corriendo con una jeringa y algodón,
moviendo sus nalguitas florecidas, y la aguja penetra, y el gemido desaparece;
drogaron al excitado y duerme. Es más preciso para el espíritu estar aquí en
este campo clínico, que allá abajo los edificios y las pirámides de mierda,
Viene a meditar, a hacerme una nueva armadura porque la otra armadura física se
oxidó en el tiempo esperando una alarma que las sirenas no tocaron. Pero a los
treinta años me levantaré y leerán mis poemas peligrosos conceptos de las
cosas. No me importa nada que no sea con mi mundo. Yo contaría cuentos
infantiles y utilizaría lo que me rodea. Y aunque este en el sanatorio
meditando y crezcan flores en mi rostro ¡estoy solo como Dios antes que le
presentaran al hombre! Espero que el Nadaísmo establezca estas relaciones; por
lo menos ustedes que todavía pueden mover una mano sin que se les caiga la
otra, que todavía soportan el peso de una cuchara. Yo seguiré en esta silla de
ruedas sin aceite hasta que desaparezca del cielo una nube determinada, y
luego escribiré sin utilizar más de siete o nueve pala-bras. Pero no hay que
excitarse porque el tiempo no alcanza para hacer obras ¡Oh qué terminejo es el
arte!
Dario Lemos, de origen
campesino vino al mundo, a un pueblo llamado Jericó (Antioquia) y ya muy mal
pereció en Medellín en 1987. Su obra fue recopilada años después, Colcultura la
fundamento su obra en una recopilación, bajo el título de Sinfonías para
Máquina de escribir.
LA VANGUARDIA EN COLOMBIA
La poesía de nuestro
país de vanguardia estaba cobijada por varios escritores que, escribiendo como
voces aisladas, reflejan el caos en Colombia y los valores consumados por el
individualismo. Contada y recitada como una corriente histórica de lo que ha
venido pasando. Así tal cual se alimenta en términos generales, la poesía, la
narrativa, la historia y arte en Colombia. Siendo una poética que va
escribiendo la mayor parte de las veces el desarrollo de una sociedad
convulsionada que va de la guerra-social, al crimen pasional, al secuestro, la
extorsión, los atracos; de una violencia imposible de borrar en un marco de
incertidumbre social, donde se repite en mano de militare y esa misma violencia
represiva en vez de buscar otras salidas dignas a un pueblo consumido por la
intolerancia, el irrespeto y de barbarie. Sin los derechos funda-mentales del
ser humano. De estos elementos esta nutrida la poesía: odio y amor; crimen y
castigo. Esta forma de escribir y actuar caracteriza a los poetas postnadaístas
como una generación de individuales, hombres y mujeres dispersos y solitarios,
enfrentándose a un mundo de espacios cada vez más cerrados, que los llevan
prácticamente a expresarse desde la intimidad, del cual el resultado es de una
obra diferente, en muchos casos adolorida, a veces nostálgica, violenta,
endemoniada o simplemen-te lejos de la realidad; en todo caso son expresiones
que reflejan su momento histórico con reflexiones objetivas pero, sobre todo,
con predominio de la intimidad desde donde se proyecta una visión del entorno
para trascenderla, por eso paulatinamente los poetas se fueron desprendiendo de
formas tradicionales para explorar nuevas posibilidades en donde…”La herencia
de la lírica de la moder-nidad consiste en haber hecho de la creación poética
una labor consiente, dueña de su horizonte y de sus limitaciones, y cuyo
secreto firme está en cuestionarse todo lo que va sucediendo.
Los poetas reciben
influencias dispares de otras latitudes ya que para su formación se alimentan
de diferentes culturas, de distintos movimientos y de diferentes pensamientos
que, al ser diri-gidos de alguna manera se reflejan las influ-encias y las
fuentes de donde se nutre el poeta, ya sean francesas, anglosajonas, arias,
españolas o del asía. Por esa razón hallamos múltiples pensamientos que, desde
diferentes puntos de vista, plasman el contexto histórico de una determinada
época, lo que dice Juan Gustavo Cobo Borda. La poesía como una doble lectura:
la realidad y la de los textos ya escritos. La inspiración de un artista que se
llama también memoria. Acordarse con aquello que, rescribiéndolo, se ha leído.
Al concluir surge un texto diferente que si bien puede partir de Trakl o de
Kafka, de Pessoa o Cavafy, de Wallace Stevens o Dylan Thomas, Saint John Perse
o de Enrique Molina, de Kleist o Syvie Plath, de los caballos de Pablo Coello o
de las parejas flotantes de Mach Chagall, de la música o del cine, para
utilizar algunas de las mismas referencias que estos poetas colombianos han
utilizado, esto texto está hablando a través del mundo ajeno de lo más suyo. La
imperiosa necesidad de adquirir un lenguaje propio.
MARIA MERCES CARRANZA
Se puede anunciar que
su poesía prolonga una serie de situaciones reflexionadas y completadas con
ingredientes comunes que va denotando un tono muy suyo a cada una de las
situaciones maravillosas que van describiendo con fervor expresadas tonalidades
suaves, por medio de versos cortos pero precisos. Su poesía está en-marcada por
diferentes visiones, ya que sus imágenes van de lo inaudito a las obsesiones
que provoca el amor, los miedos, lo erótico o la situación de la guerra;
situaciones que van recobrando plácidamente casi de manera intem-poral desde
donde canta sus diferentes experi-encias misteriosas, coloquiales y reales en
la que se percibe un lenguaje renovado que se proyecta en lo universal.
Sobre su obra Fernando
Charry escribió: Maria Mercedes cuya voz se escucha en la joven poesía
colombiana como una de las mejores que alcanzado su timbre original, constituye
un nue-vo testimonio de que en algunos poetas es tan válido el entrañable
acento de su emoción como el carácter intelectual conque ella se manifiesta.
Maria Mercedes Carranza
nació en la Capital de la república en el año de 1945. Es licenciada en
Filosofía y letras, periodista. Fue directora de la Casa de poesía Silva, donde
la conocí siendo una poeta prestante y que amaba con fervor todo lo alrededor
de la poesía y todo lo concerniente al vivir. Y
miembro de la asamblea Constituyente de 1991. Ha publicado: Vainas y
otros poemas (1972), Nueva poesía colombiana-antología- (1972), Siete
cuentistas jóvenes -antología- (1972), Estravagario (1976), Selección de textos
(1976), tengo miedo (1982), antología de la poesía infantil en Colombia (1982),
Carraza por Carranza –antología- y textos críticos de la poesía de Eduardo
Carranza (1985), Hola soledad (1987), Maneras del desamor (1993) y El canto de
las moscas (1997).
De Conversación con mi
hija: muchas cosas pasaran sobre tu cuerpo/ lluvia, deseos, labios, tiempo/
gastaran tu piel y por dentro tu alma./ A menudo tendrás que saludar/ a la fe,
a la espe-ranza, a la caridad./ Son cuestiones inevitables,/ una cortesía,
santas pascuas./ Te acosaran a res-puestas blanco sobre negro/ y viva la
civilización te gritarán/ y cuando entiendas por fin que el mundo/ es redondo
habrás perdido para siempre.
UN POETA NACIDO EN CERETE
Es un deber como amante
de la poesía invocar a Raúl Gómez Jattin, influido por la visión de sus últimos
tiempos, como un errante sin lugar en el mundo, como ese eterno personaje de
Kafka que anhela en vano ocupar un lugar en alguna parte. Pero la verdad que en
el mundo de Raúl, es su vida y en su poesía, es nítido. Él tenía, como lo dijo,
un corazón de mago del Sinú, y en ninguna parte de sus versos se siente más la
plenitud de vivir como aquellos que describen su terruño. Mención del paraíso
es la colosa bajo el mamoncillo del patio donde jugaba en la infancia perdida
con su amiga Isabel, a la que le reprocha después el haberse casado con el
alcalde, y tener cinco hijos, y pasearse por el pueblo llevada por un conductor
endomingado, y usar anteojos, solo porque él quisiera seguirla viendo para
siempre como era entonces.
Cuando tenías los ojos
dorados/ como pluma de pavo real/ y las faldas manchadas de mango.
Ese olor de mango
maduro que recorre estos versos, alivia la pestilencia de un hombre que vacila
sin cesar entre un futuro en que no acababa de creer y un pasado que siempre lo
invita a la nostalgia y a la deportación de lo perdido. Siempre que pienso en
Raúl se me aparece la imagen (que pintara una vez Viviana Vélez) de un hombre
que se mece sin fin en su hamaca dejando pasar las horas, mientras fuma y habla
y fuma. Tal vez incluya en esta imagen el recuerdo de los documentales que
hicieron Roberto Triana y Viviana Vélez, su ángel guar-dián, pero bien podría
ser que su causa principal se encuentre en la poesía misma de Raúl y en su
estilo vital, hechos de fugas, retrocesos y retornos, de impulsos de ansias de
irrealidad y caídas en la embriaguez inevitable de una carne que no sabe
negarse al placer ni al dolor. A ese movimiento pendular que va hacia el anhelo
y regresa a la memoria corresponden muchos de sus poemas: Hay una tarde varada
frente a un río/ y entre los dos un niño canta/ vaiviniéndose en su mecedora de
bejuco.
Frente a ese río, el
río de su infancia está Raúl cantando. El sol es como ese fantástico fruto o
como la promesa de una salamandra luminosa. Todo en la naturaleza parece capaz
del dolor y la vida: el sol dorado anida entre/ los mangos de la ribera/ el río
es un gusano de cristal irisado/ el viento despliega una nube malva.
Raúl se retrata así
mismo como alguien detenido en la infancia, que es el país de la canción,
alguien que se mese sin fin: es una tarde enclavada en el recodo de un tiempo/
que va y viene en la mecedora/ la tarde es como el niño que la mira:/ está
hecha de recuerdos y deseos.
Y es de esta tensión
entre lo que aún no llega y lo que ya se ha perdido de donde brota el poema, al
que Raúl compara con una forma orgánica perdurable donde estuvo la vida y donde
resuena todavía la inmensidad: el cuerpo de esa tarde/ en un fluido tenso entre
el pasado y el futuro/ que en ciertos lugares de mi angustia/ se coagula co-mo
una caracola instantánea.
Una de las obsesiones
de Raúl es su propio retrato. Cada vez que emprende no puede dejar de poner en
él, como paisaje de fondo, sus llanuras sinuanas, los frutos, los animales, el
calor de la tierra: Soy un dios en mi pueblo y valle
Un dios caído, también,
un dios vencido, a veces, pero un dios cortes al modo de Buda o de Whitman, un
dios tan rico que va por los cami-nos presidiendo de hogar en estos tiempos
donde ser es atrincheras en las cosas: porque vigilo al cielo con ojos de
gavilán/ y lo nombro en mis versos.
En este caso particular
hablar de Raúl Gómez Jattin, es hablar de un gran poeta, que en su rumbo casi
solitario, que invoco con su poética lo que amo, lo que lo hizo hombre
interpretándose en un mundo de visiones propias llena de una realidad
devastadora, que lo hizo perecer en el sentido de los sufrimientos.: vuelve con
sus cicatrices en el alma/ de fugada de un harem/ con sus mierdas en árabe y en
español/ con su soledad en esos dos idiomas.
Rómulo Bustos escribió
sobre Raúl: Hijos del viento: Micerino fluyendo en un río de ibis y nenúfares
que es verdad el Nilo del tiempo y de la muerte; Li-Po, su muerte líquida,
lunar; Shere-zada sobreviviendo en el delicado hechizo de la palabra…Baraja
engañosa en que el tallador reparte siempre la misma carta: la Muerte. Ángel
oscuro, sus anunciaciones, recorre estas galerías en cuyo fondo estas Raúl ¿en
qué grada o color de la Angeología, desmesurado y frágil, nimbando de
aniquilaciones, Antropos susurrán-dote cínica terriblemente al oído: “así es
Raúl, solo mi guadaña”, pero tu prefieres no enten-derla y sigues soñando con
Micerino en una barca de oro que fluye lentamente en el Nilo del Cielo.
MATILDE ESPINOSA
La obra de ella se
caracteriza por ser una lucha continua por la perfección en la escritura, prece-dida
del oficio que ama y que conoce, que adquirido a través de lecturas integras
logrando modelar un lenguaje sencillo, consciente de que las palabras no le
pueden ser indiferentes como tampoco es ajena a su realidad circundante, a los
sentimientos como a la pasión con una cisión integra del mundo. Así hallamos un
estilo depu-rado, ya que denota conocimiento y coherencia en cada una de sus
ideas que expresa muy con-movida y fascinada en cada uno de sus versos en los
que convergen los entretenimientos mentales, los conflictos sociales, el
caos dramático de la muerte y de la
desolación.
Su vos hecha de música
y ternura, solo sabe de palabras de aliento, de frases de elogio para el
trabajo de las otras mujeres, de amistad y de amor
Ella huilense de
nacimiento, región de Tierra-dentro donde fue creciendo, departamento del
Cauca, en 1961. Ha publicado los siguientes libros: Los ríos han crecido
(1955), Por todos los silencios (1958), Afuera, las estrellas (1961), Pasa el
viento (1970) El mundo es una calle larga (1976), La poesía de Matilde Espinosa
(1986), Memoria del viento (1987), Estación desconocida (1990). Los héroes
perdidos (1994), Señales en la sombra (1996) y La ciudad entrá en la noche
(2001).
Del poema El niño que
quedo ciego: Ya todo será igual, nubes y mariposas,/ y el mundo habrá perdido
los júbilos de un niño/ que hizo revoluciones con los pájaros./ Bajo el párpado
inmóvil se agazapó la noche,/ ya será todo igual./ nunca tuvo la luz mayor
tristeza/ ni mayor soledad tuvo el color.
MARIO RIVERO
Su obra es
apasionadamente cotidiana , que va contando de forma conversacional; muchas ve-ces
narra los acontecimientos que van rodando por un mundo cada vez más convulsionado
por lo que no es extraño encontrar en sus poemas los líos comunes de la
miseria, Beatles, tango, jazz, cine, anarquía o el sacrificio del Che Guevara;
el pasar del tiempo no puede centrar sus temas en su poesía urbana, donde los
episodios sórdidos, lo erótico, los modales, el vestir, la anécdota predominan
sobre la manera confesional a veces mordaz e irónica.
Por razones ante la
idea que se hizo a partir de las apetencias, las carencias, las expectativas y
los rechazos que en el más vasto ámbito de la vida pública informaban a las
personas de este país que en su mayoría eran jóvenes cuando Rivero lo fue. Fue
realizando una obra con un contexto de las subversiones, los encaprichami-entos
y las modas de la década del sesenta tan tumultuosos tan urgidos; tan fútiles,
en cierto modo pero a la misma vez tan decisivos. Rivero acogió para sí la
cultura de la revolución y tercermundista para exaltar a su manera las virtudes
triunfales. En síntesis, nos encontramos ante un poeta de dimensión y vocación
pública, cuya obra semeja oleajes y vaivenes, que van apareciendo para armar su
mundo poético, entretejido por múltiples hilos que unifican sus descripciones y
las conexiones temáticas de su obra literaria.
De origen
barranquillero. Ha publicado los libros: Clausura de los sueños, De las cosas
pequeñas, El desamparo de los cangrejos, en estado de gracia. Las obras
infantiles: el barco sin capitán, El árbol encantado/ Colorín, Salpi-cón, Mis
mascotas, El pequeño sembrador. Ha sido incluido en antologías como: Diosa en
bronce, Poesía contemporánea de la mujer colombiana, Poemas a la mujer, Poesía
joven de autoras colombianas y Diez poetas colombi-anos.
Del poema un Habitante:
este hombre no tiene nada qué hacer/ sabe decir pocas palabras/ lleva en sus
ojos colinas/ y siesta en la hierba/ va hacia algún lugar/ con un paquete bajo
el brazo/ en busca de alguien que le diga/ entre usted/ después de haber bebido
un polvo/ y el pito largo de los trenes/ después de haber mirado en los
periódicos/ la lista de empleos./ No desea más que dónde descansar/ uno por uno
sus poros./ Hay tanta soledad a bordo de un hombre/ cuando palpa sus bolsillos/
o cuenta los pollos asados en los escaparates/ o en la calle los caballitos/
que fabrica la lluvia feliz/./ Y dentro en la tibieza/ las bocas sonríen a
media noche/ algunos se besan y atesoran deseos/ otros mastican chicles/ y
juegan con sus llaves/ crecen los bosques de ídolos/ y cazador cobra su mejor
pieza.
JUAN MANUEL ROCA
Su obra de un carácter
confluyente en la violencia, lo mágico, el erotismo, el realismo, la cárcel y
la muerte. En esta poesía que vislumbra un alto contenido político como social;
abarcan-do con amplio sentido la cotidianidad, lo incons-ciente y lo surreal,
mediante un supremo enri-quecimiento de la palabra que van acompañados de vibraciones
imágenes, que a la vez muestran un agudo sentido crítico que entremezclan dife-rentes
épocas, distas formas de ver la vida donde se perciben instantes amorosos,
momentos de escepticismo, de desesperación,
incertidumbre. Son marcadas situaciones que nos van absor-biendo y nos hacen
recorrer imaginarios por medio de alusiones y símbolos plenos de ángeles,
ladrones, sueños, visitantes, diablos en interminables laberintos, noches de
luna llena misteriosas, ciegos que asemejan candidez y sumisión en medio del
caos. En fin son versos tan frescos como una resiente pincelada, sonoro como la
música de lo urbano y de la naturaleza, que nos
lleva a través de un mundo incierto y complejo. Maria Mercedes Carranza
escribió: por la vía de la imagen como centro vital del trabajo poético su
lenguaje evoluciona hacia una estética barroca, alejándose cada vez más de la
verosimilitud realista, como si la poética fuera antagónica con la realidad
tangible. Se instala en el reino de los fabulosos, tendiendo apenas nexos de
carácter retorico con la realidad tangi-ble. Convierte de esa forma la poesía
en un objeto estético, en la que la imaginación omní-moda, tan omnímoda que no
se preocupa por establecer referentes: se basta así misma.
Este poeta de
descendencia paisa, surgió al mundo en el año de 1946. En un comienzo ejerció
el periodismo, la crítica y la coordina-ción de talleres de poesía. Ha publicado
entre otros los libros: Memoria del agua (1973), Luna de ciegos (1975, con el
que gano el premio Nacional de Poesía Eduardo Cote Lamus), Los ladrones
nocturnos (1977), Señal de cuervos 1979, premio Nacional de Poesía
Universitaria de Antioquia), Fabulario real (1980), País secreto (1978),
Ciudadano de la noche (1989), Mester de caballería (1995), Cartas desde el
sueño (1995), Pavana con el diablo (1990), Monólogos (1995) y La farmacia del
ángel.
LA NARRATIVA MÁS
TRASCENDENTAL EN COLOMBIA
Nuestra narrativa ha
rodado en dos épocas dife-rentes muy bien definidas: antes de la aparición de
Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez en 1977 y después. Sin embargo
la forma de la narrativa a partir de estas últimas décadas va variando, ya que
cada autor toma un tema diferente y a su estilo, según su mundo de vivencias,
la caracterización de una serie de detalles en apariencias significantes, lo
que se enfatiza es que cada personaje está referenciado por distintos puntos de
vista, con descripciones rigurosas de sucesos y personajes anunciadores que
revitalizan acontecimientos y voces narra-tivas del pasado, a un fluir generalizado
para focalizar la historia que desea mediante un dis-curso multiplicador.
La sumatoria de la
experiencia y el conocimi-ento contribuyen a caracterizar las diferentes
actividades de los personajes enfrentados a la destrucción y la muerte en donde
la estrategia básica de la información genera el interés por conocer diferentes
episodios del discurso, con suficiente variedad de signos e imágenes relaci-onadas
con las infernales secuencias de los protagonistas. Les exterioriza su destino
medi-ante la denuncia y la violencia, además de dar a conocer las difíciles
condiciones de la existencia que afronta cada personaje, explotados, humi-llados;
hombres que sufren por sus mismas consecuencias, o por otras externas. Es una
narrativa que lleva a la reflexión mediante un severo señalamiento y
enjuiciamiento que colocan en evidencia los incontrolables sucesos que se ven
abocados víctimas y victimarios.
EL ESCRITOR DE OTRA PARTE
Este fecundo escritor
nació Envigado, una pequeña población cercana de Medellín, casi siembre vivió
en su pequeña finca llamada Otra Parte, hoy en día es el museo donde están
recopiladas en vitrinas sus obras y la mayoría de sus pertenencias. Escribió
desde ensayos a pequeños relatos, los Nadaístas lo tomaron como un referente y
le pusieron el apelativo de padre espiritual ya que de cierta manera influyo en
ese movimiento. Él fue un escritor fiel a su ética, libre pensador, pedagogo y
filósofo. Se manejó siempre con un buen sentido, de una forma anárquica y muy
libertaria.
Su obra: Pensamientos
de un viejo (1916), Una Tesis (1919), Viaje a pie (1928), Mi Simón Bolívar
(1930), Don Mirócletes (1932), El Hermafrodita dormido (1933), Mi compadre
(Juan Vicente Gómez) (1934), El Remordimi-ento (1935), Cartas a Estanislao
(1935), Los Negroides (1936), Revista Antioquia, trece entregas (1936-1938),
Santander (1940), EL Maestro de escuela (1941), Libro de los viajes o de las
presencias (1959) y La Tragedia del padre Elías y Martina la Velera.
De Viaje a pie: Aquel
día caminamos muy despacio; los bueyes nos dejaban. ¿Para qué diablos íbamos a
correr? Las cosas que no han de ser nuestras, no se dejaran coger. Cuando el
sol declinaba, sentados sobre una dura piedra, compusimos este canto: “Un
inefable sentimi-ento de apacibilidad, una alegría o ebriedad apa-cible y sana
nos produce el convencimiento de que todo lo nuestro habrá de llegar al minuto,
hora, día y año. Aquí sentados paladeamos nuestro futuro que nadie podrá
robarnos ni aun nosotros mismos.
Nosotros no somos el
ansioso; nuestros ojos guardan las imágenes que a ellos llegan, porque esas son
las que debían llegar; nuestras manos palpan muy lentamente las formas que son
suyas, porque ellas son las destinadas; nuestros corazones están listos para
recibir lo que el seno del devenir les guarda. No se gasta nuestra fuerza vital
en perseguir los seres que no son suyos, los sucesos que no le pertenecen. Aquí
nos tienes, vida diosa de los ojos maliciosos, tranquilos, sentados sobre la
dura piedra.
EL ESCRITOR DE CHANGÓ
EL GRAN PUTAS
Manuel Zapata de
Olivella fue un escritor que no se aguantó el trato injusto y discriminatorio
de que es objeto la población de color del país, especialmente los de su
querida tierra, cuyos habitantes parecen ser de otro territorio geográ-fico en
el mismo país, o la tragedia política de la nación en la calle 10 de Bogotá; En
Chíma nace un santo y Changó el gran putas.
En la obra de Zapata
Olivella, aparece implícita la tragedia histórica nacional en distintos planos
de la realidad social con criterios abiertamente ideológicos, donde el tema de
la opresión, la discriminación social y la denuncia sintetizan los elementos
narrativos: el poder los marginados, los negros, la violencia, los niños
gamines y la represión, en el entendimiento de manifestar claramente mediante
distintas modalidades la caracterización de una serie de detalles en apari-encia
insignificantes, lo que se enfatiza con la presencia de un hombre superior y
otro inferior sometido y agredido, con descripciones rigurosas de sucesos y
personajes anunciadores que revitalizan acontecimientos y voces narrativas del
pasado, a un fluir generalizado para focalizar la historia que desea masificar
mediante un discurso multiplicador.
La experiencia y el
conocimiento contribuyen a caracterizar
las actividades de los personajes y a establecer el dinamismo y la creciente
conci-encia de los protagonistas enfrentados a la des-trucción y la muerte,
donde la estrategia básica en la información general en el interés por conocer
diferentes episodios del discurrir nacional, con diferente variedad de signo e
imagines relacionado con el infernal mundo de los protagonistas, incapaces de
tener vida propia, les exterioriza su destino mediante la denuncia y la
violencia, además de dar a conocer las difíciles condiciones que afrontan sus
personajes explotados, humillados; niños abandonados y conver-tidos en
pordioseros en razón de la miseria o el desplazamiento provocado por la
violencia. Es una narrativa que lleva a reflexionar ante un fijo señalamiento y
enjuiciamiento que ponen en evidencia los incontrolables sucesos a que se ven
abocados víctimas y victimarios. Changó el gran putas es, por supuesto muy
diferente de la prime-ra serie de novelas de escritor, en cuanto al análisis
del suelo colombiano. No obstante es una novela cuyo tema principal escrutiniza
la transición de la opresión a la liberación síquica y física de todo un grupo
étnico, y su confron-tación como esclavos africanos con la cultura occidental.
El contraste inherente de la cosmo-visión de uno de los conflictos más
traumáticos encontrados por los africanos.
Fragmento de Changó el
gran putas:¡Cuénteme! Repitamos don Pedro la gran hazaña de Muntu y sus
generales negros…Que los niños se sienten junto a mí, voy a relatarles las
batallas de los vivos y los muertos, la lucha de Dessalines y Cristophe cuando
al frente de Muntu, vengaron al asesino de su jefe L´Overture; los sueños locos
de un emperador que pretendía reinar sobre una república de negros libres.
Para cortar las garras
a la loba blanca, quemarle el rabo y expulsarla de Haití, se necesita la
alianza de los ancestros y sus descendientes, que los ríos cambiaran de rumbo,
que los árboles quemados y los que retoñan se unieran a las piedras, al viento
y a las aguas de Yemayá.
Este escrito es de
origen loriguero (Córdoba) en 1920, vivió durante varios años en Bogotá y en
Cartagena. A publicado los libros: Tierra mojada (1947), He visto la noche
(1954), La calle diez (1960) Detrás del rostro (premio Esso 1962), Chambacú,
Corral de negros (1963), En Chima nace un santo (1964) y Changó el gran putas.
MANUEL MEJÍA VALLEJO
Se expresó a partir de
los sucesos violentos del bajo mundo de las barriadas, en medio de una miseria
colectiva y de un mundo horrible, tiene un significado patético que se repite
una y otras veces en sus obras. Vida, muerte, soledad, violencia y amor; son
relatos donde el tiempo va surgiendo congelado por el recuerdo, donde
prevalecen hombres, mujeres y situaciones resu-citadas en la memoria del
tiempo, en los sueños, en los recuerdos, en las evocaciones. “El mejor
argumento del discurso narrativo de este escritor lo lleva la reflexión de los
personajes como la gran ventaja de su procedimiento para justificar la muerte o
la venganza, el asalto pequeño o la tristeza. Nos tropezamos igualmente con un
tiempo trastornado donde se señalan los días y los hombres hundidos en la
desesperanza. La infinidad de males nos agobian. Por ello y sus razones son
malas personas justamente, se diría, las pasiones varían por su forma y por su
origen, por los que impulsan aquellos que lleguen hasta su sima y lleven la
mano graduada su intensidad, todos, sin excepción, parecen navíos sin pilotos
distinto a aquel que sabe que llega la muerte. Portan de equipaje los designios
premeditados, la voluntad firme para alcanzarlos y la seguridad de entender cómo,
al estilo del antiguo adagio, el que vive por su muerte hasta la muerte le
sabe.
Como se puede ver, en
una obra rica en aconte-cimientos cotidianos que se reproducen en todas partes
y en todas las personas: prostitución, noches de rumba, homosexualismo; la
juerga en general, donde la música y el licor no pueden faltar. Siendo diferentes
cuestiones evocadas por el hombre y la mujer para no perecer de tristeza, sino
para crear sueños que reflejan una realidad. Por esa razón la violencia está en
toda su obra, no como como una manera de inventarías muertes si no que nos hace
participes de los diferentes hechos violentos que generan sufrimi-ento,
impotencia en un mundo cada vez más caótico, en donde la reflexión les permite
a los personajes volver algo así como a la infancia, por eso un joven regresa a
la tierra natal, o el caso típico del hombre que enamora a la joven campesina y
cuando ésta queda embarazada; ahí siempre hay mujeres abandonadas por lo que
confluyen en la miseria. Esto refleja los problemas de la sociedad observados
desde una concepción dialéctica del mundo para dar una visión objetiva de los
desequilibrios sociales en el campo, la ciudad, en las oficinas y en la
familia. Violencia de un lado y del otro, en sistema político represivo y
quienes desde la derecha o la izquierda lo combaten. Mejía Vallejo uno a ellos
las sogas de mísera de la ciudad, atiborradas de emigrantes de todas las
regiones que conforman la tragedia, en una guerra constante de la vida que se
agudiza gracias a esos problemas protagonizados en el país de la incertidumbre.
Esta manifiesta en la historia de Rogelio y Clara, la Caucana y Marquitos en
sus juicios contra la opulencia del doctor Arenas en Al pie de la ciudad. También
está presente el joven forastero que llega al Tambo para vengar el abandono en
que lo tuvo su padre en el día señalado. Igual a lo sórdido de una sociedad que
se consume violentamente a sí misma en Aires de Tango. En síntesis, una obra
con abundancia de diálogos, de situaciones y personajes, que hacen de ésta una
de las mejores logradas en lo que es literatura colombiana.
Este narrador de
novelas nació en Jericó (Antio-quia) en 1923 y murió en Medellín en 1998. Publico
las siguientes novelas: La tierra éramos nosotros (1945); Al pie de la ciudad
(1958). El día señalado (1964). Aire de Tango (1973), Las muertes ajenas
(1979), Tarde de verano (1981), Y el mundo sigue andando (1984), La sombra de
tu paso (1987) y La casa de las palmas (1988). Los libros de cuentos son:
tiempo de seguía (1957) antología de cuentos antioqueños (1961), Cielo cerrado
(1963), Cuentos de la zona tórrida (1967), Las noches de la vigilia (1975),
Practicas para el olvido (coplas, 1977), y El viento lo dijo (décimas,1981).
ÁLVARO CEPEDA SAMUDIO
Él siempre estuvo
detrás de Gabriel García Marqués a la sombra. Pero fue uno de los pri-meros en
abordar el sendero de las nuevas técni-cas narrativas a partir del manejo del
monólogo interior y la utilización de recursos imaginativos con gran habilidad,
que es la base de su estilo descomplicado, donde la palabra es lo esencial ya
que impone la participación y los enlaces necesarios que implica la médula del
pensamiento. Sus personajes parecieran moverse en un mundo pleno de imagines,
en donde la zaga lúdica le aporta una
particular mezcla de sonidos, rumores y comunicaciones, a manera de recatos que
oscilan entre los recuerdos y el torrente que va desde la nostalgia a los
lugares concurridos, excéntricos: La estación, el bar, una calle, el cine, en
fin, la multitud. De esa forma recreo los sucesos oscuros y históricos de la
masacre de las bananeras (1928), en La casa grande. La obra tiene connotaciones
históricas, donde confluye el odio, la soledad y la matanza; todo confluye con
el exterminio social y moral, tal como lo plantea el autor, desde el momento
que salen los soldados, instrumentos del poder, fatalmente destinados a cumplir
con el geno-cidio.
Los lectores de Cepeda
Samudio queda involu-crado a diferentes situaciones que se analizan desde las
historias de sus cuentos y sus novelas por el placer literario que infunde su
azarosa distracción literaria al rebasar los límites entre la ficción y la
realidad, algo que va más allá de la simple observación, por lo que la obra
mantiene un eje estructural que se reitera en el desarrollo, los cuentos de
Juana y La casa grande de cierta manera recrean la historia y tiene una unidad
en el lenguaje de los personajes, bien sea de su natal y gris Ciénaga con los
recuerdos de la infancia a través de los cuales revive la imagen colonial, los
hoteles desbaratados, la proliferación de homosexuales o, al contrario, el
vigor y la fuerza del payaso en Santa Marta, Barranquilla o Nueva York, que
trasmite alegría a pesar de estar llorando en su interior, o la identidad
irracional del bohemio. En la calle 148 hay un bar donde Sammy toca el
contrabajo, lo que impregna a su creación de los problemas e inquietudes
comunes que asocian al hombre en diferentes lugares con dinamismo, en una serie
de mezcla de relatos caracterizados por su expre-sión narrativa que se mueve
entre la irrealidad y realidad.
En la casa grande hay
una historia distinta, una historia contada muchas veces desde diferente
óptica, donde le brinda al lector uno de los episodios más tristes de la vida colombiana:
la masacre de los obreros en 1928 en Ciénega en la zona bananera. En Cien años
de soledad Gabo trata el mismo asunto con mayor éxito, lo que es una paradoja
bien interesante por tratarse del mismo asunto con buen tratamiento
literario-histórico en ambos casos, lo que provoca el interés de investigadores
de diversas partes por esas luctuosa página de la historia nacional.
Cepeda Samudio,
escribió, además los libros: Todos estábamos a la espera y los cuentos de
Juana. Gabo escribió lo siguiente: todos estaba-mos a la espera, son cuentos
nostálgicos. Escritos por un hombre que vive lamentándose íntimamente de que no
se haya inventado un tren que lo lleve a sus recuerdos. Así me explico yo su
permanente y un poco agresiva incomformidad, y así me dijo que estos cuentos
en que los personajes viven en un tiempo que quiere ser presente y no es más
que una desolada y hermosa tentativa de reivindicación del pasado. Por eso son
sinceros. Leyéndolos, sus amigos entendemos por qué escribió Álvaro Cepeda
Samudio estos cuentos: son fragmentos de cartas que no se quedaron escribir,
párrafos inéditos de aquellos periódicos telegramas que nos mandan de Estados
Unidos, y que por venir por cable sin correo llegaban con la precisa cantidad
de retraso que necesitaba una noticia para empezar a ser recuerdo. El resultado
tenía que ser este libro, que un libro de pequeñas y humanas noti-cias de
Estados Unidos, escritas por un periodista que no tuvo dónde publicarlas a
tiempo, ni tiempos para escribirlas a tiempo y de tanto llevarlas a dentro,
atragantadas, le salieron revueltas con un maravilloso cisco de poesía. Y
escritas en un tono de inocencia, con la perpleja candidez de guíen está
descubriendo el mundo todos los días, porque nunca ha podido o querido entender
con claridad dónde termina el circo y donde comienza la vida. De crónicas y
reportajes.
Fragmento de la Casa
Grande: La mujer abrió los ojos, no había estado dormida: había apretado los
párpados y se quedó quieta sintiendo como se le secaban lentamente los pozos de
sudor debajo de la espalda y sobre el vientre. Una luz neblinosa comenzó a
meterse por los huecos redondos del techo y el cuarto se llenó de una penumbra
fácil y helada. Llovió esta madrugada- peso-. Miró el charco delgado debajo de
la puerta y marco apenas húmedo de la ventana y los parchones de las paredes
sin gotear todavía. Pero no llovió muy fuerte- pensó- llovizno toda la noche,
eso fue. Cerró los ojos y se movió de la cama: abrió las piernas, las
desprendió: las despegó, moviendo los brazos, rodo las manos sobre los tramos
de la piel seca granulada de polvo y de salitre. Todo estaba fresco a los lados
de su cuerpo. Se volvió sobre la cama: sobre el lienzo áspero descubierto:
pataleó sin fuerza ovillo de sabana que se le había enredado en los pies. Se
pasó un brazo por la cara y sintió los labios secos, cubiertos de una costra, cresta,
dulce: se los limpio con los dientes. Abrió los ojos, irguiendo la cabeza y
escupió varias veces sobre el suelo. Quedará agua en el porrón- pensó- tengo
una sed. Se dejó resbalar sobre un lado de la cama y girando la pierna buscó
los zuecos con las plantas de los pies: los seis palos de la cama, alta,
endeble, tambalearon y crujieron y el lienzo quedo templado y liso por un
momento. Miró el horcón frente a ella y el clavo solo, como un retoño, grueso y
oxidado. Miró la cuerda que atravesaba el cuarto de una pared a otra: doblado
sobre la cuerda, desgonzados, el traje verde y brillante y dos trapos, como
pañales, limpios y blancos. Miró la pared al final de la cuerda y los cuatro
clavos forrados con papel, como deditos gordos enguantados. La toalla- pensó-
dónde puse la toalla. Camino hacia el rincón donde estaba la mesa de patas
cortas y el porrón de barro rojo, sobre el plato anegado, también de barro
rojo. Al lado de la mesa, amontonada sobre el suelo, la toalla, ancha, vieja,
de flecos ralos y sucios. Se agachó y recogió el montón de toalla, lo apretó
contra los senos, los muslos y el vientre: palpándolo. Sacudió la toalla y se
envolvió en ella, anudándosela debajo de una axila. Desen-ganchó el jarro
blanco, de peltre, de su clavo y lo metió en la boca ancha del porrón. El jarro
raspo varias veces el fondo buscando el agua. Lo saco medio lleno y sorbió un
buche. Volvió la cabeza y lo escupió casi por encima del hombro. Boto el agua
que quedaba en el jarro contra la pared y lo colgó en si sitió. Sabe a ladrillo-
pensó. Agua puerca- pensó-. Envuelta en la toalla se subió a la cama y se
acostó boca bajo sobre el lienzo pelado. Cerró los ojos y pensó: esta noche me
voy, esta noche me voy. Y se quedó dormida.
Este escritor de origen
cienaguero (Magdalena) 1926 y murió en Nueva York en 1972. Fue periodista desee
que cursaba tercer año de bachillerato, crítico de cine, guionista, director y
actor de cine, su gran película es La Langosta azul. Junto con García Márquez,
su gran amigo, Germán Vargas, José Felix Fuenmayor, Alejan-dro Obregón, Ramón
Vinyes formo parte del grupo Barranquilla.
GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ
Este afamado escritor
nació en Aracataca (Ma-cando) departamento del Magdalena el seis de marzo de
mil novecientos veinte ocho. Sus primeros años los vivió al lado de sus abuelos
en su pueblo natal. A partir del coronel Nicolás Ricardo Márquez Mejía se trasladado
al caserón de la abuela, donde vivió presenciando las leyendas, los ensalmos y
el abuelo la figura más importante de su vida. La familia se trasladó a Sucre
pero él fue enviado a estudiar a Barran-quilla. Esos primeros años los cursó en
el Colegio se los Jesuitas. En 1940 obtuvo una beca para estudiar en el Colegio
Nacional de Zipa-quirá, el tren donde viajo tuvo un primer contacto con la
capital.
Sobre esa misma
experiencia dijo: los cachacos son gente oscura y me asfixio en la atmosfera
que respira en la ciudad.
En 1946 con mucho
esfuerzo logra culminar el bachillerato, escogido para decir el discurso de
graduación expreso: yo no vengo a decir un discurso sobre la amistad. Toda esa
serie de acontecimientos cotidianos que nos han unido por medio de lazos
irrompibles con ese grupo de muchachos que hoy se abre pasó en la vida, esa es
nuestra amistad.
En 1947 ingresó a la
Universidad Nacional al estudiar derecho, carrera que no culminó. Ese mismo
año, el 13 de septiembre, Eduardo Zalamea Borda le publicó su primer cuento en
El Espectador La tercera resignación, sobre el que un crítico escribió: se
estaba frente a algo com-pletamente nuevo y cargado de potencialidades.
En 1948, el nueve de
abrir él se presenció, entre otras cosa, el incendió de la pensión de la calle
Florián donde vivía. La U. Nacional fue clausurada, razón por la que se fue a
Cartagena al lado de su familia, continuo los estudios, trabajó en el periódico
El Universal, a donde llegó por recomendación de Manuel Zapata Olivella.
En 1950, al haber
vivido durante un buen periodo, tuvo la oportunidad de conocer con los cuales
se convirtieron en sus amillos, entre los se encontraba Cepeda Samudio, Vargas,
Fuente-mayor y otros tantos, logro conseguir trabajo en Heraldo y escribió la
columna La Jirafa, al año siguiente logró terminar La Hojarasca, que fue
rechazada por la editorial Lozada.
El 24 de diciembre de
1952, El Heraldo publicó el primer capítulo de la Hojarasca, con el título de
El Invierno. Por algún tiempo ciertas perso-nas dijeron que se dedicó por un
tiempo a vender enciclopedias en la Guajira
Entre 1954 y 1955 Álvaro Mutis incidió en su regreso a
la capital, donde trabajo en El Espec-tador en crítica de cine, editoriales y
reportajes de esos años son La marquesita Sierpe y el Relato de un náufrago.
Sobre el particular opi-no: Trabajando para el cine sin embargo, no solo me di
cuenta de lo que podía escribir sino también de lo que no se podía; me pareció
que el predominio de la imagen sobre otros elementos narrativos era ciertamente
una ventaja pero también una limitación, y todo para mí fue deslumbrante,
porque sólo entonces tomé conci-encia de las posibilidades de la novela son
limitadas… del periodismo, por otra parte, no aprendí el lenguaje económico y
directo, como han dicho algunos críticos, sino ciertos recursos legítimos para
los lectores crean la historia.
A finales de 1956
estando en París salda la deuda acumulada del hospedaje por 120.000. Con cierto
sufrimiento logra termina El Coronel no tiene guíen le escriba, se lo dio a Jorge
Gaitán Durán quien lo publica en la revista Mito, al año siguiente realizo se
une Delia Zapata de Olivella y a Manuel se unió a una gira por la Unión
soviética. En 1958 a su regreso a Barranquilla se casó con Mercedes Barcha. Se
fue a Venezuela donde trabajo para la revista Momento.
En el año de 1959,
Jorge Ricardo Massetti por solicitud de Ernesto Che Guevarra logro conven-cerlo,
junto a Plinio Mendoza, de hacerse cargo de la oficina de Prensa Latina en
Bogotá, la que finalmente se abrió en
febrero, con el fin de divulgar información veraz sobre la revolución
cubana, un año después viajo a la Habana en plan de trabajo, en el mismo año
como subjefe de la Prensa Latina en Nueva York.
Por el año de 1961 ganó
el premio Literario Esso con la Mala Hora, novela que fue publicada en 1962,
sobre el particular escribió: la mala Hora ocurre en ese pueblo que no es
Macondo. Hay un personaje, el cura ángel, que había sido cura en Macondo y lo
trasladan a ese pueblo, es el único vínculo con Macondo. Y tiene el drama
principal es la soledad del alcalde que vino a conquistar el pueblo y se va hundiendo
y se siente conquistado por él. Lo que era, evidentemente, un reflejo de la
situación de todo el país. Hay otra diferencia clara: ese pueblo se puede
ubicar en la historia inmediata, en el contexto de Colombia; prácticamente se
pueden situar las fechas. Tú has visto que yo me preocupo de traspapelar las
fechas pero en esos libros se pueden situar. Eso sucede con Macondo hay una
dimensión mítica siempre.
De 1962 a 1965 nadie
sabe en concreto sobre producción significativa alguna. En enero de 1965 inició
el proyecto de escribir Cien Años de soledad, que duro largo tiempo. Y que
solamente se publicó, en 1967 en la editorial Sudamérica de Buenos Aires, la
que tuvo excelente crítica de escritores de la talla de Carlos Fuentes, Mario
Vargas Llosa. En Italia gano el premio Chian-ciano, en U.S.A es seleccionado
como uno de las mejores novelas de la década del sesenta. Con esa novela además
se da a conocer en el mundo entero.
De Cien Años de Soledad
el mismo dijo: eso explica la frustración de los Buendía, uno por uno, la
frustración de su medio, frustración de Macondo. Y yo aseguro que aquí hay un
concepto político: La soledad, consideraba co-mo la negación de la solidaridad,
es un concepto político de importancia. Y nadie lo ha visto o, por lo menos,
nadie lo ha dicho.
En 1967 se trasladó a
Barcelona, en donde vivió hasta mil 1975, allá público cuando era feliz e
indocumentado. A su vuelta publicó El otoño del patriarca, con un tiraje de
500.000 ejemplares. En esta novela refleja, en toda su extensión, el poder de
los dictadores en América, a través de un viejo tirano quien, a la hora de su
muerte tiene entre 107 y 323 años. Sobre esta novela escribió: una revista de
estudios literarios en Colombia ha publicado hace poco un estudio sobre el
Otoño del patriarca, que me interesa mucho comentar, no tanto por su
peligrosidad literaria como por su peligrosidad política. Dice el comentarista,
por quien es un compañero de izquierda, que una de las grandes fallas de El
otoño del patriarca, es que es una novela no se ve al pueblo en su lucha contra
la dictadura. Sobre ese aspecto ha habido largos periodos de pasividad de las
masas, ya sea como resultado de un engaño continuado o de una represión feroz,
no hay que olvidar que dicho poder está susten-tado a base de corrupción y
privilegios.
Estando en Barcelona,
en el año 1975, se publi-có la sección de todos cuentos, al año siguiente,
Crónicas y reportajes, en donde recoge sus escritos para El Espectador entre
1954 y 1955. En 1977 publicó la recopilación periodística Textos Costeños y
Entre cachacos.
En 1982 se le asignó el
Premio Novel de literatura. Algo que expreso en la ceremonia: un día como el de
hoy, mi maestro William Faul-kner dijo en este lugar. No me sentiría digno de
ocupar este sitio que fue suyo si no tuviera la conciencia plena de que por
primera vez. Desde los orígenes de la humanidad, el desastre colosal que él se
negaba a admitir hace treinta y dos años es ahora nada más que una simple
posibi-lidad científica. Antes esta realidad sobre-cogedora que a través de
todo el tiempo humano debió de parecer una utopía, los inventores de fabulas
que todo lo creemos nos sentimos con el derecho de creer que todavía no es
demasiado tarde para emprender la creación de la utopía de la vida, donde nadie
puede decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el
amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de
soledad traigan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra.
La soledad de Amé-rica latina.
En la fecha de 1985,
tal vez la obra más humana y tierna El amor en los tiempos del Cólera. Es la
narración de dos enamorados que se casan en el ocaso de sus vidas, por lo que
nunca consuman su matrimonio. El romance entre Florentino Ariza y Fermina Daza
dura cincuenta y un años, nueve meses y cuatro días. La acción transcurre un país
desolado por la pobreza, azotado por guerras, ahí se ve claramente Cartagena y
a los ricos emergentes reemplazando el poder a la aristocracia decadente, y la
tardía evolución industrial emerge como desarrollo de Cartagena, el teléfono,
los vapores, aviones, trenes, la energía y todo lo demás adelantos de la
ciencia y la tecnología. No se menciona lugar donde se desarrolla la novela
pero se ve que es Cartagena.
En 1989 publicó El
general en su laberinto, en donde se ve la soledad, la contracara del poder y
el amor. Allí se narra el último viaje emprendido por Simón Bolívar y los días finales en su lecho enfermo en Santa
Marta. La última visita que recibió la noche anterior fue la de Manuela Sáenz,
la aquerida quiteña que lo amaba, pero que no iba a seguirlo hasta su muerte.
En 1992 publicó Doce
cuentos peregrinos en donde escribió: El esfuerzo de escribir un cuento es tan
intenso como empezar una novela, pues en el primer párrafo de una novela hay
que definir todo.
En 1994 aparece Del
amor y otros demonios y el monólogo Diatriba de amor contra un hombre sentado.
De 1996 es Noticia de
un secuestro, refleja episodios tristes de la violencia y el secuestro a partir
de la guerra librada por los narcotra-ficantes, encabezados por Pablo escobar.
Gabo por el mismo
Soy escritor, por
timidez, mi verdadera profe-sión es la de prestidigitador, pero me ofusco
tratando de hacer un truco, que he tenido que refugiarme en la soledad de la
literatura. Ambas actividades en todo caso, conducen a lo único que me ha
interesado desde niño: que mis ami-gos me quieran más. En mi caso es ser
escritor es un mérito descomunal, porque soy muy bruto para escribir. He tenido
que someterme a una disciplina atroz para terminar media página en ocho horas
de trabajo, peleo a trompadas con cada página y casi siempre es ella la que
sale ganando.
Siempre he creído que
no hay nada más hermo-sa en la naturaleza que una mujer hermosa.
En esta profesión en
que no tienes jefes ni hay que ir a la oficina… lo que me abrió los ojos fue la
música. Los cantos vallenatos. Para mí, música es todo lo que suena.
La función del novelista,
en cualquier panorama social, es escribir buenas novelas. Me doy cu-enta, sin embargo, que toda buena
novela es fa-talmente inconformista, y tiene, por tanto, una función
subversiva, así sea involuntaria. Siempre ha sido así y siempre será así.
Lo que me interesa es
escribir libros no publicarlos… Me he negado siempre hacer vida de escritor.
Nunca he dictado una conferencia, nunca he ejemplares en librerías, me niego a
cualquier clase de presentación pública, y más así si es en radio o televisión.
Probablemente yo no sea un hombre de este tiempo, porque la verdad a que estos
actos de exhibición me pare-cen inmorales. Con los únicos con quienes soy débil en ese sentido es con
los periodistas. Mi primer trabajo, y durante muchos años, fue el de periodista,
y siento una enorme gratitud por ese oficio.
ANDRÉS CAICEDO
Este genial escritor
planteo otro tipo de violencia, en espacios para nada normales en Viva la
música donde la narradora va por diferentes escenarios tipos de influencia
social, reflejados especialmente en las
zonas marginadas y los prostíbulos, los que van siendo contados de
cierta manera a través de múltiples episodios turbulentos. La obra de Andrés
tiene como escenario Cali. La realidad urbana tratada refleja la crisis del
país, los marginados, tensiones, soledades, acciones juveniles, erotismo, rumba
y los drogos; todo ello en medio de claras connota-ciones políticas, merodeando
las diferencias sociales entre los del norte y los pobres apesa-dumbrados y
abandonados del gobierno, de los barrios del sur. Ese perfil clasista en una
sociedad permisible los ha llevado a afrontar desconcertantes situaciones que
focalizan una visión de una ciudad sumida dolorosamente en los complejos
problemas de su acelerada trasfor-mación por lo que parece no haber
posibilidad, por eso, el individuo cae en la corrupción, la prostitución, la rebeldía
del joven que busca en la salsa, en el rock y la droga una forma de escape.
Esos episodios atrapan al individuo al punto de sumergirlo en una grave crisis
de valores que lo alejan de cualquier proyecto de vida, lo que resulta
sumamente irónico por encender el conocimiento y las travesuras meta-fóricas a
la que recurre el narrador para señalar la violencia de una ciudad que parece
estar abocada a esa situación enclavada en un proceso de transculturación.
Como la mayoría de
nuestras ciudades, ese mundo urbanístico está asociado por incierta incertidumbre
en la que la violencia, la rumba, los vicios y la muerte se pasean orondos dejando
la sensación de una inmolación generalizada mediante un plasma peculiar por la
trasgresión de principios fundamentales de convivencia, por tanto, nos
encontramos frente a un sorprendente cuestionamiento de la historia con marcada
ten-dencia a la denuncia de los diferentes conflictos sociales que agobian unos
a otros. Víctimas y victimarios se funden en una violencia incontro-lada que
borra las diferencias. En la violencia como tal no hay ni norte ni sur, son tan
asesinos unos como los otros. El sur está en el norte: la miseria intelectual.
La conciencia y la decadencia están en las dos direcciones. Así, Angelita, y
el narrador viajan hacia el sur en busca de un objeto de deseo doblemente
inexistente, no exis-te ningún progresismo conciliador ni en ellos ni en
ninguna parte. El fracaso es el único destino para estos dos héroes totalmente
problemáticos.
Lo increíble de Caicedo
que escribió desde su perspectiva joven para jóvenes, con esa rotunda anarquía
que lo dominaba, con una simetría de la realidad que no desea abarcarla y donde
siempre está presente el suspenso que logra manejar brillantemente.
Citas a propósito de Andrés Caicedo
Él nunca fue perfecto; y no lo fue, más que por su
insuficiencia, porque estaba en su naturaleza (o en la de su época) no serlo.
Hay en su obra, que no guarda la debida distancia entre el escritor y la
dimensión que ocupa el universo imaginado; distancia que determina la maestría
del autor y la perfección de la obra. Jorge Mario Ochoa.
La obra de Caicedo se
asemeja mucho al concepto de canibalismo del que hablaba Ray-mond Chandler, en
un sentido de nutrirse de sus propios textos y correlacionar los temas de unos
y de otros de tal manera que todos sus trabajos conformasen un corpus de
fijaciones y argumen-tos recurrentes. Sandro Romero Rey y Luis Ospina.
En estos relatos en
contornos que los protago-nistas siempre descienden al espiral sin fondo de la
perdición, metaforizado este sentimiento en una búsqueda ingenua de la
marginalidad, hasta el punto de caer en las garras de los mundos corrompidos.
Los personajes principales de estos cuentos son dos muchachos divinos,
estereotipos de la burguesía, limpiecitos y portadores de amor, en estado
virginal. Hasta que el descenso a los infiernos, el reconocimiento de los
barrios populares, y las evidencias de las inmundicias, los conduce a una
delirante desmoronamiento, el cual termina o en el cierro o en la muerte. Esta
sensación se encuentra magistral y terriblemente en Tiempo de la ciénaga,
evidentemente, el mejor relato de esta parte de libro. Todos los actuantes en
la presente saga, están enmarcados por un destino jovenmente dramático, son
posee-dores de tempranas tragedias, se ahogan en su propio pantano y se tornan,
a veces, en obstina-dos y reflexivos o en jovencitos inocentes, según el caso.
Por Luis Ospina
Imposible leer a Andrés
Caicedo sin sentirnos conectados con su propio sacudimiento, sin estremecernos
con la crueldad de su visión. Nada
parecía escapársele en la incesante búsqueda de sensaciones. La tensión
dramática de Caicedo se halla instalada en la experiencia de los extremos en el
orden de lo excesivo, de la duración de lo desmesurado, lo cual equivaldría a
verlo demoliendo todo orden superficial. Mani-fiesta un radical rechazo, hasta
asco y odio, por los valores establecidos en una sociedad inmovilizada por las
posturas de las más oscura racionalidad, en la inflexibilidad, del sentido
común; una sociedad sostenida en el intercambio inescrupuloso de intereses, en
la frenética carrera por el poder y dominada por la maquinaria del simulacro.
Es decir un mundo adulto.
En Andrés todavía
estaba el espíritu de que la juventud iba a cambiar las cosas, no tanto las
ideas políticas; que el gesto generacional iba a cambiar el mundo. Sus
actitudes fueron básicamente concomitantes con esta idea, y su suicidio es
precisamente no querer ser maduro, es decir morir con las ideas vigentes, y no
lo que nos está tocando ver a nosotros, que todas las ideas de mayo del 68 se
volaron. Sin embargo, a nosotros nos ha tocado vivir otro mundo ya que esta
distante de estas ideas. El momento
libertario que vivió el mundo, que vivimos la juventud con mayo del 68 es algo
inolvidable, es un poema que no se puede olvidar y Andrés muy sabia-mente se
fue con el poema y no con el borrón del poema que nos ha tocado a nosotros.
Un fragmento de
Angelita y Miguel Ángel:- Angelita, antes, aquí en la casa donde yo vivo, era
un problema mi despertada. Como yo siempre he sido tan dormilona nunca me
despertaba temprano en día de colegio. Entonces mi mamá me compro un
despertador sonaba siempre a las cinco de la mañana en día de colegio, pegaba
un timbrazo desesperante. Y yo era que pegaba el brinco cada vez que lo oía y
en mi casa me tenían que aguantarme la histeria todo el día, el mal genio me
duraba hasta que la noche sólo de pesar en el timbrazo del despertador al otro
día temprano, antes de que cantara el gallo, antes de que saliera el sol, para
que Angelita no pierda el bus del Sagrado Corazón, cuando Angelita esta-ba
soñando, ¿en qué?¿ En ese gringo alto y bello que vio en el club el sábado? No.
Angelita no más sino en Miguel Ángel. Que el despertador sonaba cuando yo
estaba en lo mejor del sueño, cuando uno después de haberse despertado a media
noche con su poquito de miedo no pudo volverse a dormirse sino como a las dos o
tres de la mañana, así que a la cinco cuando sonaba el despertador yo estaba
era profunda.
Este joven escritor
nació en Cali en 1951 y se suicidó en 1977. En mil novecientos sesenta y cinco
hizo la adaptación de Las sillas y la cantante calva de Eugene Ionesco en 1966,
con la cual ganó el premio del primer festival de teatro estudiantil con La
piel de otro héroe. En el mismo año escribió las obras de teatro recibi-endo al
nuevo mundo del amor, El amor y el relato Infección, que no publicó. En 1968
formó parte del departamento de teatro de la Univer-sidad del Valle; en 1969 es
su año más produc-tivo: formó parte del teatro experimental de Cali e inició la
publicación de notas críticas de cine en los diarios de Occidente y El país. Dirigió
la noche de los asesinos de José Triana. Escribió Por eso yo regreso a la
ciudad; Vació; Los mensajeros, Besacalles; De arriba abajo de izquierda a
derecha; El espectador; Felices amistades y Lulita que no quiere abrir la
puerta. Gano el concurso de cuento de la Universidad del Valle con Berenice y
el concurso latinoame-ricano de cuento de la revista Imagen de Caracas con los
dientes de Caperucita (1971) escribió los relatos Angelita y Miguel Ángel;
Patricialinda; Destinitos fatales; Calibalismo; La obra de teatro El
atravesado. En 1972 en asocio de Ramiro Arbelaez, Hernando Guerrero y Luis
Ospina, funda el cine club de Cali.
En mil novecientos
setenta y uno ganó el concurso de Cuento de la Universidad Externado de
Colombia con El tiempo de la ciénaga. En 1975 escribe su única novela Que viva
la música. En 1974 en asocio con Carlos Mayolo filman Angelita y Miguel Ángel y
escribe Mater-nidad, una obra maestra, según dijo. En ese mismo año edita la
revista de cine Ojo al cine.
ALVARO MUTIS
En cierta ocasión, por
solicitud que le hiciera Andrés Holguín, Mutis escribió: Nací en Bogotá en mil
novecientos veinte tres. Realice mis primeros estudios en Bruselas, regrese a
Bogotá y traté infructuosamente terminar el bachillerato en el colegio Mayor de
Nuestra Señora del Rosario. El billar y la poesía pudieron más y jamás alcance
el ansiado cartón de bachiller. Allí asistí a las inolvidables clases de
literatura que dictaba Eduardo Carranza; a él le debo la vocación por la poesía
española en particular. Jamás olvidaré esas clases de Garranza llenas de un
entusiasmo y ese servicio devoto y total a las letras, que aún conservo gracias
a él. Publique mi primer volumen, no olvides que soy de los Cuadernícolas, el
ocho de abril de 1948, se títu-laba La balanza y lo compartí con Carlos Patiño.
El nueve ardió la edición. No creí que la ira popular se ensañara con nuestro
nuevo opúsculo. Pura casualidad pirófaga. En 1935 apareció en la Editorial
Losada, en su colección Poetas de España y de América, que dirigía Alberti, mi
libro Los elementos del desastre. Viaje a México en 1956 en donde resido desde
entonces. Estando allá publiqué 1959 diarios de Lecum-berri, narraciones en
prosa publicadas por la Universidad de Veracruz en su Colección Ficción y en
1964 Era me publica Los trabajos perdidos, poesía. En 1973 aparecieron
simul-táneamente Summa de Maqroll el Gaviero en Barral Editores de Barcelona,
quien reúne toda mi poesía hasta ese día, y la Mansión de la Araucaíma,
(llevada al cine por Carlos Mayolo). Trabajo en un breve libro de poemas
titulado Lieder de una corte perdida, de la cuales he publicado en golpe de
Dados algunos poemas. Nunca he participado en política, no he votado jamás y el
último hecho político que, que inicia en 1986 con la Nieve del almirante y me
preo-cupa de veras es la caída de Bizancio en manos de los infieles en 1455. En
1982 publicó Cara-vansary. Su obra se
enriquece desde entonces con seis novelas agrupadas en Empresas y tribulaciones
de Maqroll El Gaviero, que inicia en 1986 con La nieve del almirante y concluir
1992 con Abdul Bashur, soñador de navíos. Gracias a su obra se le adjudico el
Premio Príncipe de Asturias en 1997; Premio Neustadt en la Universidad de
Oklahoma, y revista Woold Today, 2201; y el premio más grande de la literatura
hispanoamericana el Premio Miguel de Cervantes.
Otros títulos: Llona
llega con la lluvia (1987), La última escala de Tramp Steamer (1988) Un bel
morir (1989 y Amirbar (1990).
Fragmentos de Amirbar:
La vida en la casa de Norhridge entró muy pronto en un cauce de franca
familiaridad. El Gaviero estaba encan-tado con mi hermano, con quien discutía
largamente sobre las diferentes clases de whisky y las ventajas de los densos
frente a los ligeros, que consideraban buenos para hipócritas que no saben
disfrutar un bues escocés y deseaban aparentar que lo tomaban con mucha agua.
La esposa de mi hermano trataba de compensar estas elucubraciones con
suculentos platos de su repertorio entre los cuales deschaban un pollo en salsa
de champiñones y una lengua alargada que Maqroll elogio con sincero entusiasmo.
MARTA TRABA
Durante cuarenta años,
Marta Traba consagró sus mejores esfuerzo a las artes y las letras, aportando
también su pensamiento político a la cultura latinoamericana ¿Por qué dedicarse
llenamente a su existencia cuando ella pervierte a través de su trabajo? Victoria
Verlichak cuando edito un libro sobre Marta Traba escri-bió: Martha me mostro
su pasión por el arte y despertó la mía. La conocí en mil novecientos setenta y
cinco en Caracas, donde nos encon-tramos viviendo en el mismo edificio de
Colinas de Bello Monte. La escasa, por no decir nula difusión en la Argentina
en su enriquecedora y polémica tarea, es producto, entre otras cosas, de la
cerrazón cultural vivida aquí durante las dictaduras y sus desbastadoras
consecuencias.
La notable y
sobresaliente trayectoria de Marta Traba como escritora, crítica de arte,
docente y polemista se desarrolló entre Colombia y Vene-zuela, Puerto Rico,
Estados Unidos y Europa. En su ciudad natal (Buenos Aires) solo alcanzó a
publicar Historia natural de la alegría (1952), un libro de poesía que prefería
olvidar y una edición local de la novela Las ceremonias del verano (1966).
Inteligente y
provocadora. Marta escribió siete novelas, un libro de poesía y dos de cuentos.
Publicó veinte dos volúmenes de crítica e historia del arte y más mil
doscientos textos periodísticos y ensayos que giran en torno a las artes
visuales. Convincente oradora, dicto cursos regulares y seminarios de historia
del arte en más de 30 universidades del continente. Fundo un museo y una
revista, abrió un galería y una librería. Durante su estadía en Colombia fue
conductora de programas de historia del arte por radio y televisión, tanto en
la primera década del cincuenta, como al fin de la segunda carrera en 1983.
Su obra de ficción la
muestra como a una narra-dora que teje una trama con datos de su existencia y
con los colores, sonidos y olores de una América querida y exasperante,
maravillosa y aterradoramente desigual. En ese sentido, hay dos temas que
recorren sus relatos: la búsqueda de un lugar propio y la relación con el
poder. Con un estilo que lucho contra su natural exube-rancia. Traba introdujo
la poesía en sus historias, en las que la precariedad espiritual, económica y
afectiva reinan supremas. En una ocasión escribió: No hay una persona negativa
en mi vida pública ni en la privada, sin embargo cualquier cosa que escribo
resulta cada vez más triste, no sé por qué mi verdadera naturaleza de la vida.
La verdad es transitoria en el contexto en el que el hombre e desempeña, la
suya es una existencia trágica y terrible. La construcción de las historias
está absolutamente ligada con su propia experiencia. No comprendo cómo los
autores puede escribir sobre lo que no han experimen-tado personalmente. En
cuanto a mí, nunca podría escribir exclusivamente desde la imaginación, sin
referencia a la realidad.
La Brasileña Aracy
Amaral en el momento de la Primera bienal de San Pablo (octubre de 1978), dijo:
abordo una nutrida crítica. Que más tarde nutrió durante muchos años la
formación de generaciones que comenzaron a pensar en términos del arte que se
hace en América Latina. En 1961 publicó la pintura nueva en latinoa-merica.
Recién llegada de
Europa en la década del cincuenta, estando en Bogotá se dedicó a difundir el
arte puro a través de la libre expre-sión.
Mordaz y apasionada, se
lanzó a pelear batallas que le depararon retiradas y exilios, incomodi-dades y pérdidas
de afectos y trabajos, pero también le valieron un lugar de privilegio en la
historia del arte y un creciente reconocimiento en el campo de la literatura
escrita por mujeres. Aplasto con sus ensayos a más de un artista, crítico y
escritor, y no siempre con razón. Supo ejercer la piedad, no castigo tanto la
falta de pericia, sino lo precioso y artificia. Lo quisiera o no, incluso sus
relaciones desmedidas sirvieron para agitar las aguas estancadas del debate
cultural y para sacar a más de un lector, u oyente, de una ignorancia
fenomenal. En sus ensayos supo combatir el nacionalismo como “fuerza corruptora
porque estrecha los límites de la visión. Va de lo universal a lo particular,
del mundo a la provincia, eliminando progresiva-mente todas las saludables
confrontaciones. Sueña con un mundo de islas espirituales, cuyos altos y
agresivos acantilados deshagan los navíos que atrevan acercarse. Pero no dejo
de puntua-lizar una y otra vez la necesidad de reconocer lo propio y saborear
lo auténtico. Propuso la poro-sidad de las fronteras para la producción
artística entre los países de la región, pero siempre alertó contra la copia de
los modelos generados en los centros hegemónicos.
Solamente alcanzaron a
vivir juntos algo menos de quince años, pero Marta y Ángel Rama tuvieron más
que el afecto en común. Paradóji-camente, ambos habían salvado sus vidas luego
de tormentosas enfermedades, pero fueron menos afortunados en superar escollos
legales. La controversia era un mutuo terreno que los unía y donde mejor se
hallaban. Discutían con la palabra y a través de la escritura. Pero Marta fue
más arrasadora claro que los dos erran trabajadores insaciables y dejaron una
producción impresionante que nutre los estudios culturales latinoamericanos.
Marta, por su parte,
trabajo con mucho esmero en la organización de patrimonio del Museo de Arte
Moderno de América Latina, perteneciente a la Organización de Estados
Americanos (OEA), que se encuentra en Washington D. C. Tuvo un contrato desde
enero de 1983 hasta marzo de 1984, como curadora principal del Museo para
catalogar y distribuir en las diferentes salas las obras de la colección.
Cuando en 1985, el Museo inauguró una selección 120 obras, publicó un
importante catálogo con material escrito por Marta desde París, que incluía un
ensayo introductorio y la biografía de cada artista exhibido.
Un famoso encuentro por
organismos guberna-mentales de Colombia y España para celebrar la llamada
generación del veintisiete, para invocar a Federico García Lorca en esa fecha
vinieron a Bogotá Jorge Guillen, Luis Cano, Gerardo Diego Dámaso Alonso, Rafael
Alberti y otros grandes poetas.
Forzados a salir de
Estados Unidos por ciertos asuntos al nivel de la política y del arte, al pasar
por Bogotá y Caracas, decidieron irse a vivir a la capital francesa, ángel Rama
llego primero y luego al pasar varios meses lo hizo ella. No parece haber
habido una razón para haber escogido París, pero claramente el acceso a la gran
Biblioteca Nacional era una buena excusa. En esa ciudad, hasta el entonces
presidente francés Fracois Mitterrand se había interesado por ellos. Ambos
tenían contactos y amistades entre los intelectuales latinoamericanos que
habían hecho de esta ciudad su hogar. Una vez allí, Ángel fue invitado a
enseñar en L. Ecole practique des Hautes Etudes. Marta nunca se quedó
esperando, siempre salió a la lucha para conseguir lo que necesitaba, vivieron
en el departamento del escritor venezolano Juan Lizcano y su mujer, Fita Soto,
desde donde Marta divisaba el río Sena; meses después se mudaron Ella y Ángel a
la calle Notre dame des Victoires, esquina Rue Lelong, muy cerca de la Biblioteca Nacional. Era un agradable cuarto
piso rodeado de balcones y con ventanas en todas las habitaciones, en ese lugar
se dedicaban a leer y escribir y con frecuencia hacían reuniones con sus
amigos artistas.
Marta murió en compañía
de Ángel Rama en un trágico accidente de avión en Madrid. Era nieta de
españoles, argentina de nacimiento y colombiana al estar enamorada del país
lográndose nacionalizarse. Además de vivir en Buenos Aires vivió en París,
Santiago de Chile, Roma, Barcelona, Washington D. C., Caracas y Bogotá.
Escribió El museo vacío
(1985), Colombia y arte latinoamericano (1959), La pintura nueva
lati-noamericana (1961), Los cuatro mostros cardinales (Bacon, Cuevas,
Dubuffet, De Koo-nig), Historia del arte barroco (1967), Sobre arte
Puertorriqueño (1971), La Rebelión de los santos (1972), Arte latinoamericano
actual (1972), El umbral del arte moderno (1973), Dos décadas vulnerables de
las artes pláticas latinoamericanas (1950-1970), historia abierta del arte en
Colom-bia (1974), Mirar en Caracas (1974), Los signos de la vida (1976), La
zona del silencio (1976), Los muebles de Beatriz Gonzales (1977), Los grabados
de Roda (1977), Mirar en Bogotá (1961), Elogio de la locura (Burszlyn y
Obregón, 1986) Arte de América Latina (1980), hombres americanos a todo color
(1995); Ensayo: el son que queda en Cuba (1966); poesía: historia natural de la
alegría (1952); novela: Las ceremonias del verano (1966), Los laberintos
insolados (1967), La jugada del sexto día (1970), Homérica Latina ( 1979),
Conversación al sur (1981), En cualquier lugar (1984) y Casa sin fin (1988).
GUSTAVO ÁLVARES GARDEAZÁBAL
Este escritor a través
de su mirada muestra la sangre de la violencia, esos conflictos socio-políticos
a parir de su ciudad Tuluá, en cuatro obras: La tara del papá, Cóndores no
entierran todos los días, Babeiba y el Bazar de los idiotas
Sus obras están
representadas de principio a fin por la
violencia en sus diferentes manifestaci-ones de partidos políticos, venganzas
personales, violencia oficial, social; ires y venires en una sociedad de caos
con gran revaloración de los sucesos apoyados en anécdotas y los acontecimi-entos,
algunas veces ligeramente deformados, por lo que en términos estéticos las
descripci-ones son conscientes y enriquecen significativamente la obra con
distintos narradores y diversas visiones de los asuntos planteados. En Dabeida,
desarrolla la problemática de los habitantes del pueblo de un periodo corto, de
sólo unos días, manteniendo la expectativa de los pobladores en discreciones
sobre un desastre natural por ocurrir, con un perseverante chismoseo con el que
los pobladores encadenan con precisión y habilidad la historia. Un factor
temporal que determina la estructuración del primer capítulo. El marco temporal
en los capítulos restantes consiste en un desarrollo cronológico, que desa
rrolla la novela y sus personajes día a día.
En Cóndores no
entierran todos los días está presente una vez más la violencia partidista con
sus flagelos que claramente se pueden ver en que se enfatiza el poder del
gamonal. Aquí nuevamente la tensión y donde parte esta violencia se generan
gracias a los rumores, del que proviene insanamente la manipulación, por la
cual surge una situación caprichosa, suigeneris e irracional que destruye y
somete sin consideración alguna.
En La tara del papa son
los mismos enfrentamientos socios-políticos de un territorio frag-mentado en
que el poder se da paulatinamente por un personaje que va escalando posiciones
sociales en procura del dominio, de esta forma, León María Lozano, simple
vendedor de quesos y sin aparentes intereses económicos, surge con decisión y
coraje como jefe de los pájaros para aterrorizar a los habitantes de Tuluá,
epicentro de la narración, donde ocurren diferentes episo-dios que han
proliferado en la vida de este país y que por la forma recurrente de los mismos
son del diario vivir rutinaria y elemental de nuestra historia.
En El titiritero y Los
míos, se resalta todo lo negativo que corroe todo, por la sencilla razón que la
violencia se trasforma en complicidad al producirse una serie de
acontecimientos que desembocan en la burla, las manipulaciones y el sarcasmo
hacia los que detentan el poder, para terminar en una particular relación de
conviven-cia con los revolucionarios por los que llega a sentir envidia, todo
ello, en una revuelta relación socio-política de una burguesía en crisis con
una sociedad compleja enfrentada permanentemente a muchos problemas.
En Pepe Botellas
podemos ver claramente el conflicto que rebosa las fronteras al desarrollar los
sucesos entre la Habana y Cali e iniciar un desplazamiento ideológico en el que
intervienen personajes históricos como Fidel Castro, El Che Guevara, Guillermo
Zambrano (El narrador), el estudiante José Valladares (Pepe Botellas), Eduardo
Chivas y una abierta referencia a Pardo Llada. Sobre estas bases, establece una
relación directa entre realidad y literatura a la manera de documento testimonial.
WILLIAM OSPINA
De este escritor se
puede decir que se ha empapado con el vigor en las aguas profundas de la
historia de la conquista y la colonia, como también de la universalidad, todo
esto lo ha hecho firme en sus ideas, en sus análisis de todo lo ocurrido en
aquellos tiempos, obteniendo una conciencia sobre los acontecimientos y de una
realidad en la cual estamos comprometidos.
Las lecturas de sus
novelas han hecho en mi interior que acentúe mis ideas del mundo prehispánico,
y toda esa decadencia que han traído los españoles desde el momento que pisaron
estas tierras. Sé muy bien que ciertos capítulos de Úrsula y del país de la
Canela nacieron del contacto del actor con la fortaleza de Oviedo en Sato
Domingo, de algún viaje memorable desde Panamá hasta nombre de Dios y Porto
velo, de un viaje de chalupa por el río Magdalena, desde Barranca Bermeja hasta
Monpox, de travesías por los bosques de palmeras y playas del Tayrona y por
lugares diversos de nuestra geografía colombiana
Auméntemele a esto lo
siguiente: Algunos de los hechos narrados fueron revelaciones de esos viajes,
alguna información esencial no me llegó de libros si no de conversaciones
casuales. Baste contactar que navegando por el Amazonas, cerca de Manaos, vi
una tarde una canoa de niños que llevaban animales, monos, guacamayas y una boa
de gran tamaño. La imagen me siguió del tal manera, que los viajeros de la
expedición de Orellana la vieron al
pasar por esa región, y así quedo relatada en el País de la canela. Tiempo
después, investigando detalles geográficos para el presente libro, guíen sabe
con precisión donde estaba el campamento en el que Lope de Aguirre y los demás
conspiradores mataron a Ursúa. El asesinato se había cometido en Machifaro, y
fue más grande mi sombrero cuando descubrí que la muerte de Ursúa había
ocurrido precisamente en esa región donde vi la canoa con los niños en mi viaje
a Manaos. Así que el narrador, al relatar el asesinato, no pudo impedirse
recordar que en ese lugar había visto la canoa de los niños veinte años atrás.
La pertenencia de Inés
a la familia inca Atahu-alpa nunca ha sido confirmada, pero es un símbolo de la
mezcla de las dos culturas que testimonia también la unión de Francisco Pizarro
con la nuestra Cuximiray Ocello, y los hijos que nacieron de ella. Es verdad
que el virrey Núñez de la Vela se hospedó en la casa de Atienza cuando Inés era
niña. La historia del sobrino del marqués de Cañete es real, lo mismo que el
duelo y la muerte de Pedro de Arcos.
El libro de ensayos
sobre los poetas Colombia-nos, titulado Por lo países de Colombia: hace una
buena descripción de los poetas que para su gusto son los mejores, destacando
desde su vida a sus poemas, con un criterio audaz. Siendo admirables ejemplos
de inspiración y admirables ejemplos de la laboriosidad que ha producido la
poesía en este país. Las elegía de varones ilustres de Indias, el más ambicioso
poema de la con-quista de América; el poema heroico de Ignacio de Loyola,
profusa e inquietante prueba discor-dia con el canon occidental que parece ser
nuestro destino; el “Nocturno” de José Asunción Silva, que cambio el concepto
de la poesía en nuestra lengua; los clamores hondos y estremecedores como lo de
Barba Jacob; lumi-nosas ironías como las del Tuerto López, fiestas endiabladas
con el furor de la palabra de León de graiff; intensas y agobiantes selvas en
prosa como la de Rivera; prodigios de alquimia verbal, llenos de vida y de
misterio, como La morada del sur de Aurelio Arturo; sonetos de gran belleza
como los de Valencia, Rafael Maya; lluvias tropicales y truenos del destierro
transfigurado en palabras inolvidables en la obra de Álvaro Mutis; éxtasis de
lo cotidiano en el místico viaje a pie de José Manuel Arango; desvaríos y
elocuencia en la obra Jaime Jaramillo Escobar; la belleza estridente y
anárquica de Gonzalo Arango; desafiantes sinceridades en la voz turbia y
melancólica de Raúl Gómez Jattin. Ojalá me hubiera sido dado hablar de todos
ellos y de muchos más en este libro
Este escritor que se
destaca por su originalidad, en un
contesto que da a descubrir la historia de la conquista de los españoles en el
territorio de América Latina, nació Padua (Tolima) 1945, es autor de muchos
libros de poesía: Hilo de Arena (1986), La luna del dragón (1992) ¿Dónde está
la franja amarilla 1996), Las auras de la sangre (1999), Los nuevos tiempos de
la esfera (Premio de ensayo Ezequiel Martínez estrada de la Casa de las
Américas, La Habana (2003), La deca-dencia de los dragones (2002), América
mestiza ( 2004) y La escuela de la noche (2008)
La trilogía que
comienza con Ursúa, continúa con El País de la canela y culmina con La
serpiente sin ojos.
SANTIAGO
GAMBOA
Este nuevo escritor
nació en la capital (1965) tuvo la fortuna de estudiar literatura en la
Universidad Javeriana, al terminar sus estudios se trasladó a España donde
vivió hasta 1990 y se licencio en Filología Hispánica, después a París, donde
cursó estudios de la literatura cubana en la universidad de la Sorbona. Debuto como nove-lista con Paginas
de vuelta (1995) obra con la que tomo altura como una de las voces nuevas de la
narrativa colombiana; después vendrían Perder es cuestión de método (1997), que
tuvo un inmejorable reconocimiento por la crítica internacional, en sus
traducciones al italiano, francés, griego, portugués, checo, alemán de la que
se preparó una película, Y vida feliz de un hombre llamado Esteban (2000)
novela que también se destacó en el ámbito internacional y que ha multiplicado
su prestigio. Es también autor del libro de viajes Octubre en Pekín (2001).
Como periodista, ha sido colaborador del Servicio América Latina de Radio
Francia internacional. En París corresponsal del diario El tiempo y columnista
de la revista Cromos, de Bogotá. Actualmente reside en Roma.
De la novela Los
impostores: Al despedirse de Elsa, en el aeropuerto de Austin, y tras haber
guardado en su bolso de mano el cofrecito de los documentos del abuelo- los
cuales le permitirían, en Pekín, llevar a cabo su pesquisa-, el profesor Nelson
Chouchén Otálora se sintió poeta: Me voy a Oriente, cholita, allá donde dicen
que nace el sol. Luego se dieron un beso y él le anunció que ese viaje era el
primer escalón de lo que sería su vida, el renacer de ambos. Unos minutos
después, al entrar al embarque, Nelson garabateó la frase en un cuaderno y el
continuo con el siguiente verso: Volveré, como vuelan las oscuras golondrinas.
Estas palabras le sonaban, pero supuso que si ya estaban en otro poema sería de
modo distinto. Así que continuo, dándole forma a su escrito.
COMENTARIO
Este escritor llamado
Pedro José Martínez quien al ver leído concienzudamente sobre la literatura en
general de su país, con conocimiento de causa se atrevió estos ensayos que
forman este libro. Él que es un escritor muy sensible pudo sacar lo mejor de
cada poeta, ensayista, cuentista y novelista describiéndolos con un objetivo lo
más veras posible tanto como a sus obras, como a sus existencias. La dificultad
de solevar cada vida es la veracidad de cada trascendencia humana y sus obras
son los precisos resultados.
Comentario Ana Bustamante.
ÍNDICE
Pag. 1------------------------------Preámbulo
Pag.
14--------------------------Los cronistas
Pag.
16-------Sobre el escritor del Carnero
Pag.
19--------------El escritor de conquista
Pag.
23---------------------La poesía colonial
Pag. 26---El caso
particular de una monja literata
Pag. 28-----La
literatura en el momento de la independencia
Pag. 30-----------El primer poeta romántico
Pag.
32--------------------José Gauguin Ortiz
Pag. 34-----------------------El
romanticismo
Pag.
36--------------------------Rafael Pombo
Pag.
39----------------El escritor de la María
Pag.
42----------------------El costumbrismo
Pag.
44----------------El escritor de manuela
Pag. 47----Uno de los
pioneros de la crítica en Colombia
Pag.
48-------------------El escritor del Moro
Pag.
50-------------------------El simbolismo
Pag.
51-----------------------------Julio Flores
Pag. 52-----------------------------El
realismo
Pag.
53------------------Thomas Carrasquilla
Pag.
58-----------El escritor de La Vorágine
Pag.
62-----------------------El modernismo
Pag.
61------------------José Asunción Silva
Pag.
69-------------------Guillermo Valencia
Pag.
71--------------------El posmodernismo
Pag.
72---------------------Luis Carlos López
Pag.
73------------------Porfirio Barba Jacob
Pag.
77----------------------------Los Nuevos
Pag. 79------------------------León
de Greiff
Pag.
81-------------------------Jorge Zalamea
Pag. 84---------------------------Rafael
Maya
Pag.
86-------------------------Aurelio Arturo
Pag.
88----------------------------Luis Vidales
Pag. 92-------El
movimiento Piedra y Cielo
Pag.
93---------------------Eduardo Carranza
Pag.
95--------------------Los Cuadernicolas
Pag.
96-------------------Eduardo Echavarría
Pag.
98------------------Fernado Charry Lara
Pag. 99------------El
grupo de Barranquilla
Pag.
102------------------------El grupo Mito
Pag.
104----------------Eduardo Cote Lamus
Pag.
106--------------------------El Nadaísmo
Pag.
122---------------------Gonzalo Arango
Pag.
131------------Jaime Jaramillo Escobar
Pag.
134----------------Jota Mario Arbeláez
Pag.
131------------Jaime Jaramillo Escobar
Pag.
135--------------------------Darío Lemus
Pag.
142-------La Vanguardia en Colombia
Pag.
145----------María Mercedes Carranza
Pag,
149----------Un poeta nacido en Cerete
Pag.
154--------------------Matilde Espinosa
Pag.
156-------------------------Mario Rivero
Pag
159--------------------Juan Manuel Roca
Pag. 162---La
narrativa más trascendental en Colombia
Pag.
164------------El escritor de Otra parte
Pag. 177-----El
escritor de Chango el Gran putas
Pag.
171---------------Manuel Mejía Vallejo
Pag.
176-----------Álvaro Cepeda Samudio
Pag.
186------------Gabriel García Márquez
Pag.
199---------------------Andrés Caicedo
Pag.
209-----------------------Álvaro Mutis
Pag.
213--------------------------Marta Traba
Pag.
224-----Gustavo Alvares Gardeazábal
Pag. 228----------------------William Ospina
Pag. 233------------------ Santiago Gamboa.
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